viernes, 19 de marzo de 2010

Acción Premeditada

Tengo un amigo fanático enfermo del Lobo, que siempre me decía: -“Pancho un día de estos vamos a ir a la cancha… vas a ver lo que es-. Porque los partidos los miraba por tele, hasta el día que fui al basurero y sentí de cerca la pasión. No era un partido más, fue contra Vélez por el campeonato local, pero la incertidumbre, los nervios, la angustia, la felicidad y todos los sentimientos que siente un hincha los vi esa noche.

El resultado final fue 3 a 1 con victoria para el lobizon. Lo festejé sólo por las calles con mi porfiada, pero ella lo tuvo que escuchar desde afuera, atada a ese poste de luz bajo la mirada del choripanero que me dijo: -Déjala pibe,yo te la cuido, entonces entré tranquilo. Max no pudo acompañarme por que cayó en cama con 43º de fiebre, donde lo escuchó por radio puteando y gritando los goles como si en la cancha hubiera estado.

Pasaron varios partidos y Gimnasia cada vez estaba más cerca de descender directamente. La racha era odiosa. Se jugaban las promociones entre Gimnasia de Jujuy, San Martín de Tucumán, Godoy cruz de Mendoza, y Gimnasia de La Plata. En pocas palabras, un provincial. Al final del campeonato en el último partido se enfrentaron los dos Gimnasias, el jujeño ya descendido directamente, el platense debía ganar porque San Martín lo pasaba en promedio y así iba directo al descenso sin posibilidad de pelear por la promoción. Así fue como el equipo Mens sana ganó y quedó junto a Rosario Central en la zona roja para jugar contra los dos equipos que querían ascender desde el nacional “B” que eran Belgrano de Córdoba para los canallas y Atlético de Rafaela para los triperos.

El Partido de ida fue en Santa fe el 8 de julio en cancha de Rafaela, que no es chiquita ni cuanto mas pequeñas que las demás, esa cancha es una miseria. El banco de suplentes se encontraba bajo la cabina de los periodistas y relatores,a sus costados los plateistas excitados y los suplentes debían estar sentados con las rodillas cerca del mentón para no borrar la línea de cal que pasaba por debajo de ellos. Los 90 minutos concluyeron con victoria para el local por 3 a 0 que bailaron al tripero de una manera horrible.

Las caras del pueblo gimnasista eran temerosas ¿Cómo hacia gimnasia para meter los tres goles después del partido que nos habían hecho los rafaelinos?, que son llamados “la crema” nunca supe bien por qué, ni el chapulín colorado nos salvaba de ésta, pero no era algo utópico ni ilógico, era algo no imposible. Las voces de la cuidad se hacían oír: -Gimnasia ya esta en la “B”, si ya tienen los 2 pies en la “B”, no lo dan vuelta ni en pedo, pobre Gimnasia. Era como ir a pelear una guerra que ya estaba perdida y en el primer batallón de soldados estaban los once jugadores y mas atrás el pueblo tripero o más preciso aún, como remar el Titanic con dos escarbadientes.

Yo era uno de esos de los que creía que Gimnasia a ésta no la pasaba, pero no lo podía dejar en banda y escucharlo en casa por radio debajo de la cama como escondido presumiendo el resultado de vuelta. Tenía que estar en la cancha para que los jugadores entren y salgan aplaudidos por dos manos más.

Por eso estuve ahí, con mi hermano que hizo 356 Km. para ver el partido, Max también estaba con nosotros, el Víbora, Nico y el Eche, que vino a colarse porque quería estar en ese partido sea como sea, ya que no había conseguido entrada. El día anterior al encuentro nos dijimos ya resignados; -“Esta bien nos vamos a la “B” pero que Gimnasia no se vaya a quedar en la “A”… lo único que pido… que no se vaya a quedar en la “A” porque se prende fuego la cuidad!” .
Esa noche salimos de joda como para calmar las aguas y nos acostamos muy tarde, la onda era pasar la noche tomando Cindor pero nuestros cuerpos no aguantaron sin dormir. Cerca del mediodía cuando el sol te da en la cara me despertó el Agu, mi hermano, con un pedo extraordinario bien de Fernet que con el mismo estruendo abrió los ojos el Eche desde la pieza del fondo y los tres emprendimos viaje a la casa de Max que vive mas cerca del bosque. La caravana arrancó muy movida con gritos, silbatos, canciones, y el petróleo que había sobrado de la noche. Sólo éramos cuatro pero cantábamos como toda la 22 junta. Los autos que cruzábamos tocaban bocinazos al ritmo de Dale Lo, Dale Lo, cuando nos veían sacaban la mano por la ventanilla, enarbolaban su bandera y dejaban sus manos bien apretadas sobre las bocinas hasta que el ruido se hacia mas agudo y luego desaparecía. La gente por las calles nos deseaba suerte y las mujeres mayores salían de sus casas para agitarnos bien altas sus manos.

El basurero se hizo presente a nuestros ojos ,en la cola eterna que por inercia nos colocamos últimos, sin necesidad alguna de caminar esos 149 metros hasta donde comienza para ver si algún conocido nos decía:-Che vengan, acá estamos, en complicidad boluda para ahorrarse la cola que también tanto se disfruta hablando e intercambiando opiniones sobre jugadores, dirigentes, del clima del partido, anécdotas y más cantos. Ahí estaban Fer y Fran, un fan del Lobo bastante loco, que vive frente al kiosco donde trabajé un verano, y todas las semanas durante 10 meses llevaba un montón de monedas, (que hacen una falta terrible por el uso diario en los colectivos de línea), que eran anotadas en una cuenta a su nombre para así poder ahorrar algo de guita y viajar el último partido de la fecha del torneo anterior a Jujuy. Una vez adentro como de costumbre o cabala, no sé como llamarlo, me prendí un cigarro camine hasta las escalinatas y ahí comprendí el nerviosismo y las palpitaciones de los demás hinchas. Ya estábamos ahí, para atrás no podíamos ir. Sólo debíamos convertir tres goles, a lo cual el D.T Leo Carol Madelon dijo: -Si ellos nos metieron tres allá ¿Por qué no podemos meterlos nosotros acá?-.

El enano se trepó como un monito al tejido entre el corner y el poste derecho del arquero. Con mi hermano nos dirigimos a la parte mas alta del estadio para ubicarnos en el lugar que más me gusta, arriba de la reja de contención, sobre los límites del estadio en la parte superior, cerca de la cima de ese eucaliptos que debe haber sufrido más que todo el estadio junto, porque si todo salía mal, después de 25 años las manos que lo iban a maltratar serían las de un público alentando en un partido de la “B”. Desde ahí se veía todo, hasta el segundero del arbitro cuando oprimió el botón superior y los minutos comenzaron a correr. El equipo Santafesino se había puesto en mente aguantar el partido como sea, tanto que el área grande estaba rodeada por cinco granaderos que escoltaban a un arquero que solo tapaba los centros mal tirados por Cuevitas en busca que el tornado Alonzo los acierte. Gimnasia debía convertir por lo menos un gol antes de los quince minutos del primer tiempo, como para hacer el trámite más rápido y llevadero.

A mi derecha, sentado sobre una planchuela de fierro oxidada y comiendo semillitas de girasol estaba “el loco”, un flaco que cuando empezó la batalla comenzó a tomar el tiempo.
-Loco cuanto va?
-Doce minutos che, casi trece, ya el tiempo es largo y no tenemos ni una clara –me dijo.

La gente de Rafaela no paraba de hacer tiempo y se quedaban tirados en el piso por varios minutos como si la cancha fuera escenario de actores principiantes. Solamente una jugada del Chileno Ormeño que durmió a un defensor y gano la pelota dentro del área de Rafaela, zapateo un bombazo al medio y tornado como pudo cabeceo y el esférico se desvío unos 68 cm por encima del poste superior. Terminó el primer tiempo y el pueblo tripero jamás bajó los brazos, las bengalas seguían prendiéndose, los bombos y las trompetas no paraban de sonar y los comentarios se seguían escuchando.

Con el comienzo del segundo tiempo el técnico Rafaelino Marcelo fuente realizo dos cambios, en el que cada uno de estos jugadores se esmeró por hacer la mayor cantidad de tiempo posible en la vuelta al banco de suplentes. Cerca del minuto 60 el jugador santafecino Esteban Gil, haciendo honor a su apellido, se desplomó en el piso simulando un calambre pidiendo camilla a lo que Teté alertado por la situación junto a Luciano Aued acudieron hasta el centro de la cancha lo levantaron en alzas y se lo llevaron con un brazo al hombro cada uno como sacando a un borrachín de una pulpería y lo tiraron fuera del campo de juego. Esto desato una linda trifulca entre jugadores, en la que terminaron echados un jugador de cada equipo. González y Gil.

La cancha en llamas, 20 jugadores dispuestos a todo y el Pampa que se escapa con todo por el lateral izquierdo y tira un centro desviado, por no decir feo, pero que cae en el área al cuerpo de Capogrosso. El balón pica mal y Sosa aprovecha para meterla en el arco a los 77 minutos. Sólo quedaban 15 minutos pero ese gol del pampa hacía que todo comience a tomar un poco más de color. Los jugadores del equipo albiazul que estaban realmente excitados por meter el fulbo en el arco para hacer la diferencia, distrajeron la defensa y Aldo Visconti un jugador con una racha de puta madre que el partido anterior había convertido los tres goles, patea un cañonazo que le saca chispas al arco del Gato Sessa. Seguido a esta jugada la cuenta regresiva de la bomba que estaba por estallar no paraba y por una pelota que entra al área, es expulsado el Pampa Sosa por una agresión al defensor con el codo arriba. Una injusticia, todo se desmoronaba, en la cancha no había lugar para lágrimas, porque no entraban. Gimnasia estaba jugando con 9 jugadores y faltaban solo 5 minutos para que concluya el encuentro. No tengo bien en claro si es por la fe o por qué mierda, pero cuando lo imposible pasaba a ser posible lo encontré a Max con la vista, trepado al alambrado mirándome y con cara de felicidad, las cejas en alto, y la mano derecha firme con el índice como diciéndome:- que Gimnasia no se vaya a quedar en la “A”, que no se vaya a quedar en la “A”-. Corrían los 89 minutos y Pipino Cuevas abre la cancha para Aued que mete un centro pasado para Franco Niell que embalado como venía atropella como un estampida al defensor por las espaldas y con la cabeza convierte el 2 a 0. Otra vez el enano desde el alambrado me miro e hizo el mismo gesto con la mano. La gente eufórica, las viejas se desmayaban, las gargantas no emitían ningún tipo de sonido coherente, pero la realidad era que solo quedaba el tiempo suplementario que el juez Collado adicione para convertir el gol de la hazaña. Toda la ilusión se cayó en mí cuando la voz del estadio dijo: -Por favor la gente visitante debe salir primero por calle 60 y el publico local deberá esperar a que todo se normalice-.Es cuando en verdad te das cuenta que todo termina.

Creo que a Cuevitas le pasó algo parecido cuando agarró ese fulbo con las patas,y en un quiebre de cintura acompañado por una gambeta esquivó al defensor por la izquierda y tiró el centro pasado, que si el defensor Rafaelino que puso el pie para desviarlo, se hubiera cambiado los botines en el entretiempo por unos con tapones 2 Mm mas largos la pelota no habría dado en la cabeza de Niell ni en pedo, con su casi metro setenta ganó la espalda del defensor y se tiró a la pileta cabeceando como un campeón y sin sacarle los ojos de encima hasta que la misma entre poste y poste. Este gol en tiempo suplementario fue para el delirio generacional, mi cuerpo se desvaneció en un salto ornamental desde la cima del estadio, donde solté las ramas del eucaliptos para caer entre la gente de la cuarta o quinta escalinata, cuando un viejo me levantó como un trapo y me abrazó tan fuerte que la alegría se hizo inmune al virus de la gripe H1N1 que era el tema del momento, ya que habían cerrado todos los lugares públicos del país, se estuvieron por cerrar las fronteras, no se permitía el acercamiento a menos de un metro de distancia y el país fue declarado de emergencia nacional. Otra avalancha de gente me hace rodar hasta el final de la popular dejándome sin gorra, con una zapatilla menos, y sin los lentes de sol. Es ahí cuando me arrodillo y veo de espaldas al campo de juego al enano sentado con sus brazos apoyados en las rodillas y tapándose la cara llorosa con las manos. Nunca lo había visto llorar. Me levanté como pude y lo fui a abrazar, lo ayudé a ponerse en pie para mirar los últimos segundos para que el partido concluya, que fueron una eternidad, imagínese usted. En esos últimos segundos Collado cobra un tiro libre para Rafaela que es pateado a la perfección dentro del área, y en un par de rebotes sufridos todos con dirección al arco, la pelota al fin decidió caer en los pies de Alvaro Ormeño y en un acto de reflejo pateo la de cuero a la concha de la guanaca. Con los dedos cruzados era imposible aplaudir.

El pitazo final no se escuchó, pero en el amague de levantar los dos brazos a las vez, el árbitro al escuchar el grito unánime de la gente lo terminó. La cancha ahora si era una fiesta, todas las mochilas pesadas que cargaban mas de uno fueron tiradas por el aire, no sé si alguno se contagió la gripe o algo, o después de ese cambio repentino de emociones algún corazón dejo de latir, o si las agujas de los medidores sísmicos del observatorio habían vuelto a moverse, pero la cuestión es que los festejos arrancaron y la gente de Gimnasia se hizo escuchar. La casaca que tenía Niell, el autor de los dos goles de la hazaña era la “22”, nombre por el que se lo reconoce a la hinchada del lobo ,por eso es cuando se acercó con la remera en la mano para tirarla a la popu una avalancha de fanáticos se aglomeró, pero la mangacorta no llegó a destino, rebotó en el alambrado, ese que es parecido al que usan en las guerras enrollado en circulo pero en vez de puaz tiene como hojas filosas ,vió? y cayó al lado del vallado policial que custodiaba para que no invadan el campo. Todos treparon el alambrado de más de seis metros, pero solo uno pudo llegar y desde ahí arriba amenazaba con tirarse el flaco de la remera cortada, porque abajo lo estaban esperando los gorras para llevárselo en caso de que ingrese por invasión. Pero no le importó al flaco con sus manos llenas de sangre y su ropa toda cortada, que parecía que lo habían agarrado una jauría de perros, se tiró, cayó de espaldas al piso y se escucho un uuuuuhhhhh!. Ahí nomás en el piso a menos de un metro de la codiciada “22” lo apresaron los milicos y mientras lo levantaban dificultosamente porque se habia pegado un re palo, estiró su mano bañada en sangre y se apropió de la misma , introduciéndola en la cintura, no sea cosa que los policías encima que lo guardaban le sacaban su tesoro.

Cuevas, Rinaudo y Sosa estaban subidos al travesaño y no paraban de gritar, saludar y llorar. El sueño se había hecho realidad. En el campo de juego no entraba un alma.
Para ese entonces , yo estaba con una zapatilla menos ,pero entre tanto alboroto no me había rescatado, hasta que pisé un cigarro prendido con una brasa del tamaño de un adoquín. Asi que fui a buscarla debajo de las escalinatas de la popular y en ese mismo lugar me di cuenta que no era el único rengo de calzado. Había como mil zapatillas ahí , de todo tipo color y tamaño, billeteras, anteojos, globos , niños perdidos, de todo. Ahí me calcé unas topper rojas que resultaron ser bastantes incomódas porque también eran zurdas. Entre todas esas cosas perdidas andaban pibitos revolviendo billeteras y buscando cosas de valor, aprecié que uno era tipo un seleccionador de zapatillas y le digo:
- Che ¿no viste unas zapas como estas?
-¿Cómo cuales? , ¿Cómo las llantas rojas? .Si hay un montón y están re zarpadas.
-No, como estas –le dije señalándole la marrón derecha con el dedo.
-A si, aguántame un cacho que ahí me fijo. Salió caminando y me trajo la mía entre ese montón de zapatillas .El pibe un fenómeno, así que volvió a su pie la “llanta” y la roja la deje colgada a la vista por si alguien venía en su búsqueda y le calzaba justo.
Los festejos duraron hasta que el último rezagado se fue de calle 7 y 50, despertándose en las escalinatas del pasaje Dardo Rocha por culpa de esas sirenas molestas de los cascoamarillos que se dirigían como gato “quemao” con destino a la catedral por el llamado de un vecino el cual alertó que la casa del señor ardía en llamas.



Francisco Maximiliano
Barbas . La Plata.-

Don Ruben

El gol que más grito en su vida fue el del Topo Sanguinetti en el gigante de arroyito, Don Ruben es un tripero más, toda su vida fue a ver al Lobo del lado de 60, lo hacía de joven cuando salía de YPF y lo hizo de más grande para que sus hijos puedan ver el partido tranquilos y lejos de la quilombera. Pero los años no vienen solos y hoy va muy poco a la cancha, no porque su amor hacia el amor de su vida este en baja, sino porque tiene miedo que un día el bobo lo traicione, la presión por las nubes lo tiene a mal traer, así que ni siquiera puede mirar los partidos por TV, solo lo enciende y guía el control remoto hacia el canal indicado cuando su reloj perfectamente cronometrado le dice que van 55 minutos del segundo tiempo. En ese instante recibe la noticia y es una mala y el golpe dura un segundo o es una buena y esa noche asado y vino para todos.

La historia de la promoción era algo que de movida lo tenía con mucha fe, ya se había comprometido a prestarle el auto a sus hijos para el viaje a Rafaela, y él que supo recorrer el país con el Lobo del 62 sabía que esta vez acompañaría con el alma y el corazón, pero que su cuerpo no iba a estar allí, solo lo alegraba saber que su legado estaba bien custodiado, había logrado transmitir la pasión hacia los colores y el linaje tripero no se perdería. Viajaban los nenes, Diego y Daniel, esos que en sus primeras presentaciones como hinchas sólo se dedicaban a juntar papelitos del piso y revolotear por los escalones de la tribuna perdiéndose los golazos del Charly Carrio y el Colorado Bastia, ellos eran los que hoy iban a ir por él y el solo pensarlo le hacia reconfortar el corazón, no hay nada mas hermoso para un padre que ver a su hijo llorar y festejar con la camiseta puesta, es inentendible, pero esa transferencia de generación en generación es sagrada, Don Ruben suele decir que si un pibe no es hincha del equipo del padre, es porque el padre en algo falló, y creo que no esta para nada errado. Lo cierto es que el día del viaje los pibes salieron temprano y él no los pudo saludar, eso no le gusto nada, ya que como todo padre gusta de dar las ultimas indicaciones para el viaje, marcar nuevamente el recorrido y las mejores paradas para tener un viaje ameno. Pero esa noche había podido conciliar el sueño muy tarde, tan tarde que ya era temprano, y solo logró entrar en trance minutos antes que suene el despertador de Diego.

Diego se levantó, despertó a su hermano Dani, se vistió con su uniforme de cancha y salió a la puerta, ya estaba Nico esperando más ansioso que de costumbre, arrancaron en el auto, levantaron a Fer por el camino y antes de subir a la autopista llenaron el tanque de nafta, el viaje empezaba.

Ese día Don Ruben abrió el negocio como todas las mañanas, pero su corazón estaba más acelerado que de costumbre, era obvio, en Los Hornos de lo único que se hablaba era del partido del Lobo. Él mucho no opinaba, estaba entre la Fe y Esperanza que le había dado su hijo mayor y la preocupación por el tipo de escenario y un rival acostumbrado a una cancha mas chica que le transmitió el menor, pero nada de lo que le pudieran decir iba a cambiar su rutina, él luego del almuerzo sincronizaría su reloj para no ver un solo instante de semejante partido.

Habló con los nenes que habían llegado bien y estaban en la ciudad a los bocinazos limpios, ellos le contaron que Rafaela estaba teñida de azul y blanco, que el centro parecía 8 y 48 de tantos platenses y hasta que había un tren lleno de banderas azules y blancas, lo que lo hizo recordar el Expreso del 33, lo cierto es que la charla en lugar de tranquilizarlo sólo logro ponerlo mas nervioso, así que para dormir luego del almuerzo tuvo que duplicar la ración de calmantes y lógicamente del tinto que aceleraba sus efectos.

Despertó a la hora señalada, minuto más minuto menos, despejó lagañas y sin siquiera vestirse ni lavarse la cara se dirigió hacia el living, raudamente buscó el control de la TV, impaciente llego al canal indicado, y como sus precisos cálculos le indicaban, el partido había terminado hace instantes. Lo extraño fue cuando comenzó a ver imágenes con banderas celestes y blancas agitándose en una tribuna loca de contenta, en ese instante Don Ruben imaginó que no había sido un buen resultado, algo raro estaba pasando, ¿porque no enfocaban a la gente del Lobo? Nervioso recorrió la pantalla en busca del marcador, estaba tan ido que no podía escuchar el comentario de los periodistas, y cuando al fin lo observo calló en su silla sin entender como había podido ocurrir semejante tragedia. Nunca imagino nada parecido, nunca lo pudo entender, nunca vio escenas del partido, nunca vio los goles, simplemente apago el televisor y volvió a su cama.

Fueron tres días durísimos, el dolor que sentía en el pecho lo hicieron pensar varias veces en visitar al cardiólogo, pero nada le importaba, solo quería que esto se termine cuanto antes, que se juegue el partido de una vez y que pase lo que tenga que pasar, pero esa angustia que pesaba sobre su alma no la podía tolerar más, era inaguantable, esos tres días fueron eternos, interminables de día e interminables de noche. Por cierto, no hubo una noche en la que no haya derramado una lágrima con solo pensar lo que podía ocurrir.

Don Ruben como todo comerciante, debía soportar todo tipo de comentarios en su negocio, desde los más positivos hasta los más catastróficos, pero él en el fondo de su alma sabía que esta parada era muy brava, y su pronóstico no era para nada alentador. Esta vez ni sus hijos pudieron convencerlo de que se podía dar vuelta, ellos, mas jóvenes y menos curtidos en esta historia Tripera veían posible el milagro, pero él, Tripero de mil batallas sentía que una vez mas el destino los había golpeado por la espalda. Para él hubiera sido mejor si descendíamos directamente, siempre se pregunta ¿por qué el barba se empeña en armarnos una escalera para llegar al cielo y cuando nos queda el último escalón siempre la desarma? Él lo pensaba, él lo sentía, sabía que nos habían quitado la escalera una vez más, después de tanto luchar y sufrir no íbamos a poder dar el última paso.

El domingo se acercaba y la angustia crecía a pasos agigantados, la ansiedad lo hacía indigestar con cada bocado que probaba, y cada comentario futbolístico era un puñal clavándose hondo en el pecho, esos tres días fueron tan duros para Don Ruben como el invierno del ´95. Pero el día había llegado, casi sin avisar, casi sin esperarlo, entre tanto lamento y promesa, el día en que los católicos celebran el triunfo de Cristo sobre la muerte comenzaba a mostrar sus primeras luces. Don Ruben amaneció muy temprano ya que el ánimo no daba para salir el sábado a dar la vueltita habitual por Frer´s y menos para pasar por algún bailongo a sacudir las penas, así que muy firme a las 07.00 a.m. empezó con el calvario.

Como todos los domingos leyó el diario, se tomo un té con limón y abrió el negocio. Ese día particularmente se privó de dar cualquier opinión con respecto al partido que se jugaría por la tarde, él los escuchaba, coincidía con algunos, se reía de las promesas realizadas por otros, pero nada de trenzarse en alguna discusión acalorada sobre planteamientos tácticos ni nombres de jugadores, ese día prefirió hacerse el mudo y ocultó todos sus pensamientos, ya que prefería que las charlas futboleras se terminen pronto, ese día hablar del deporte mas hermoso del mundo era doloroso para él.

El almuerzo premeditadamente cargado, con la clara intención que la digestión le demande una siesta reparadora, no logró sacarle ni un bostezo, los nervios que le carcomían las ideas y la presión por las nubes, le hacían palpitar cada instante más fuerte su corazón. Diego su hijo mayor, luego del almuerzo se calzó su camiseta azul blanca y azul, y cantando su canción de cancha preferida tomo las llaves del auto y se fue con su hermano Daniel. A Don Ruben siempre le gusto la misma canción que a los chicos porque él también sabe que “Gimnasia es un sentimiento que nadie lo puede entender”.

Ya sólo en casa Don Ruben sabía que dormirse iba a ser una tarea para nada sencilla por lo que tomó el camino más corto para lograrlo, unos buenos vasos de vino, y algún tranquilizante serían el cóctel perfecto para lograr el cometido. Así que sin más, sincronizó su reloj y se internó en el más hermoso de sus sueños.

Toc Toc! Toc Toc! Alguien golpeaba desaforadamente la puerta de calle. El ruido se repetía insistentemente y Don Ruben entre sueños logró reconocer una voz. Internamente sabía que era alguien que traía la noticia, pero no quería levantarse de la cama. Una extraña voz interior le decía que siga durmiendo, el no quería despertar, su anhelo reconoció los días posteriores, era dormir por 6 o 7 días y así evitar todo tipo penuria. Pero los golpes eran cada vez más fuertes y se repetían con más velocidad, es claro, se habían sumado otras personas a golpearle la puerta.

DON RUBEN, DON RUBEN, NOS SALVAMOS!!! Fueron las palabras mágicas, fueron el levántate y anda que Jesús le dijo a su gran amigo Lázaro.

Don Ruben así como estaba, descalzo, en cueros y con un pantalón bermudas que solo utiliza para dormir porque genera gran vergüenza en sus hijos, salió a la calle, y se dio cuenta que el milagro había ocurrido. El Lobo de su corazón, como siempre gusta llamarlo, había realizado una hazaña, contra todos los pronósticos había conseguido el tan ansiado resultado. Los vecinos le relataban el partido, le contaban una a una las acciones del match, le decían que jugo con 9 hombres gran parte del segundo tiempo, le explicaron que en el minuto 46 del segundo tiempo el equipo estaba descendiendo de categoría, y nada le importaba, escuchaba a todos y no le entendía a nadie, su corazón palpitaba mucho más que de costumbre, pero poco le importaba, impaciente iba y venía desde la puerta de calle a la cocina, miraba el televisor y repasaba nuevamente el resultado final, simplemente no lo podía creer.

Los vecinos se agolpaban en las puertas del negocio de Don Ruben y eran cada vez más y más, las historias se repetían y volvían a empezar, ya llegaban los primeros que habían vivido en el Estadio la epopeya y repetían una y otra vez lo que había sido gritar ese tercer gol. Algunos no lo pudieron hacer porque estallaron en llanto, otros estallaron sus gargantas al hacerlo y otros, mudos, solo apuntaban al cielo agradeciéndole a aquellos que desde arriba siempre los acompañan.

Pero Don Ruben esperaba a alguien mas, él esperaba a “sus” testigos, aún no daba crédito de lo que estaba viviendo, y así fue, sus hijos bajaron ya disfónicos del auto embanderados entre camisetas, gorras y banderas, se acercaron a su padre y Don Ruben con lágrimas en los ojos preguntó “¿Qué pasó? “Ellos se miraron no entendiendo la pregunta y le contestaron a su padre “ SI, PAPÁ NOS SALVAMOS!!!”.

Don Ruben estalló en llanto, pocas veces sus hijos lo vieron llorar, menos los vecinos, los abrazó fuertemente a los dos y les dijo al oído “ HOY CAMBIAMOS LA HISTORIA!!!"


Jonatan Emanuel Tarrios. La Plata.-


lunes, 15 de marzo de 2010

Historia de como se cumplen los deseos (cuando viven del corazón)

Esta es una historia de como el amor mueve montañas, o provoca triunfos, según lo veo yo.

Para mi todo empezó un 8 de julio cuando Orlando, el padrino de mi hija Simona, me dijo: -Gordita, ya tengo tu regalo de cumpleaños, nos vamos a Rafaela a ver al Lobo, así que preparate que hoy a la noche nos vamos-. Ni hablar que hasta el momento era el mejor regalo de cumpleaños que me podían dar (digo hasta el momento porque lo que vino después fue mejor, pero eso es para otra historia). Era la posibilidad de acompañar a mi amado Lobo en un momento tan difícil. Así que después de un abrazo súper grande y mil gracias, me fui a casa a preparar todo lo mío. A la noche me despedí de mi hija y de mi marido, previas mil recomendaciones. Era la primera vez que dejaba a Simona tanto tiempo. Abrazos a mamá, abuela, a todos. Y nos fuimos no más.

El viaje fue pura euforia, cantos, vino, cigarros, muchos nervios y ansias de triunfo. Y así llegamos a Rafaela, un mar de Triperos. Puro aliento y emoción. Después, que decir, sabemos todos lo que pasó. Lloramos todos, nos abrazamos y nos decíamos a nosotros mismos que faltaba un partido más, y en el Bosque lo dábamos vuelta. Por un momento, debo confesar que sentí que estaba todo perdido. Pero, cuando vi toda esa gente que dejó todo por ir a ver al Lobo, cuando me di cuenta, que yo misma había dejado en La Plata a mi hija, por seguir esta pasión; me dije: “Que mier..... en La Plata, es nuestro, que vamos a perder con esta hinchada”.En el micro recibí mil mensajes de amigos, familia, hasta amigos pinchas que saben lo que es Gimnasia para mi, dándome aliento y muchas fuerzas. Y así volvimos a nuestra ciudad. Muy golpeados todos. Pero con más ganas de alentar que nunca. Porque si bien a los jugadores se les entregaba todo siempre, había que darles mucho más en ese partido para que supieran que al Lobo se lo alienta en las buenas, pero en las malas muchos más.

Ya en La Plata fue otra historia. El sábado 11 era mi cumpleaños y si bien estaba re bajoneada por el 3 a 0 de Rafaela, tenía que celebrar mi cumple. Así que me dediqué todo el viernes a preparar la comida, la bebida, a organizar todo como es de mi costumbre. También me dediqué a explicarle a Marce, el marido de mamá, porque había tomado la decisión de no ir al Bosque. Es que lo de Rafaela me pegó fuerte y me dije que pasara lo que pasara me iba a emocionar por demás, tenía miedo de que me pasara algo, y si era así, prefería que fuera en la casa de mamá.

El sábado ya era mi cumple y recibí muchísimos mensajes, mails y cartitas virtuales que me deseaban lo mejor, pero un par fueron los que me hicieron pensar, amigos que me decían “Samy, hoy cuando soples la velita, desea que gane el Lobo, si lo pedís de corazón, lo que deseas se cumple”. Y así pase el día, pensando en el domingo. Porque más allá de que era mí cumple y estaba feliz por todo el amor que recibía, no dejaba de pensar en mi querido Lobo. Debo decir, que fue junto con mi cumple de 15, el mejor cumpleaños que pase. Nunca pensé recibir tanto amor por parte de mi familia. No sabía que me querían tanto. Y bueno, se acercaban las 12 de la noche y ya se terminaba mi cumple. Así que llegó el momento de soplar las velitas, 28 por si alguien se lo pregunta, puestas sobre una torta blanca con decoraciones azules. Pero de que otro color podría ser la torta de cumple de un Tripero? Y bueno, comenzaron todos a cantar el clásico “que los cumplas feliz, que los cumplas feliz” y en ese momento me acorde de los mensajes de amigos “Samy, hoy cuando soples la velita, desea que gane el Lobo, si lo pedís de corazón, lo que deseas se cumple”, y por Dios que desee con tantas, pero tantas fuerzas que el Lobo diera vuelta el resultado que sentí que podía ser posible. Después bailamos y brindamos hasta las 4 de la madrugada, y en cada brindis, deseaba lo mismo. Me decía a mi misma, “lo habré deseado lo suficiente? Alguien más habrá soplado las velitas de su cumple como yo y habrá deseado lo mismo?”

El domingo me levante como resorte, y eso que nos habíamos tomado todo la noche anterior. Es que teníamos que festejar y brindar para que el Lobo de vuelta ese partido. Ustedes me entienden, no? Así que con una cerveza y unas pizzas, nos sentamos con mi vieja y con Simona a ver el partido.

A mi vieja no le duró nada estar sentada, empezó a lavar, a caminar, y ojo, que la vieja, es de River, pero como no amar al Lobo, si a su hija y a su nieta, por las venas le fluye sangre azul y blanca! Y así fueron pasando los minutos y yo sentada frente a la tele, llorando emocionada por ver como todo un Estadio alentaba sin importar lo que pase, por recibir mensajes de amigos que no tiene nada que ver con el Lobo, amigos de Boca, de Banfield, que me decían que el Lobo lo daba vuelta que me quedara tranquila, emocionada porque mi hija me dijo que íbamos a ganar porque cuando sople las velitas yo lo había pedido. Y ahí me acordé del deseo.

Dicen que cuando soplas las velitas se piden tres deseos. Yo pedí tres goles. Los tres goles mágicos que hizo el Lobo para dar vuelta el resultado. Entonces, después de recuperar el aliento y la conciencia luego del tercer gol, me levanté abrazando a mi vieja que estaba tirada conmigo en el piso diciendo mirá a tu “Gato” Sessa Sam, mirá a tus jugadores, pobre mi vieja, me le caí de rodillas de la emoción y no sabia que hacer para levantarme, ella también lloraba y ahí fue que yo le dije “Mami, sí se cumplen los deseos cuando son del corazón”. Y después vinieron los festejos, el llanto, el ver al “Pampa” en 7 y 50 como un hincha más, el abrazarme con gente que nunca vi, pero que sin conocernos nos unía el mismo amor. Y ahí en 7 y 50. Mirando a todo ese mar azul y blanco, sentí que la noche anterior, yo también puse de mí para que Gimnasia diera vuelta ese partido. Puse de mí para cambiar la historia. Será que entonces es cierto que el amor mueve montañas, pero saben una cosa, también provoca triunfos.


Samanta Soledad Sanabria. La Plata.-

12 de Julio

Como todo hincha tripero, la confianza es lo último que se pierde, así que ese día (obviamente la noche anterior sin dormir) desde temprano ya parecía que algo raro iba a pasar.

Nos juntamos con toda la familia tripera (somos mas de 30) y salimos para la cancha más de 3 horas antes.

La previa era lo esperado, la gente que estaba entre cantar sin importar como saliera y algún que otro loco esperanzado con la hazaña.

Nos revisaron, colgamos el trapo “la banda de Tito Capra'' y la emoción ya estaba instalada. En el aire ya había un ambiente anormal. Fueron pasando los minutos y se venía el Lobo a la cancha.

Al ingresar los jugadores, la emoción ya era incalculable, sin mirar a mis tíos o a mis viejos, ya podía saber que estaban llorando, estaba en el aire, que hermosa sensación.

La pasión estaba instalada, y el ''hoy hay que ganar basurero'' se mezclaba con un ''en las malas mucho mas'', y empezó...

Arrancó el partido que podía torcer la historia para un lado o para el otro. Toda la familia llorando desde que empezó hasta que terminó el partido, llorando de tristeza, de alegría... llorando porque lo sentimos, porque en mi caso (18 años) irse a la “B” era un mito, no existía, era algo lejos, como de otro continente.

Terminó el primer tiempo, y seguían los optimistas, y ahí estábamos nosotros, creyendo.

Un entre tiempo interminable, y la cancha era una caldera. Así que baje al baño a mojarme un poco. Abajo había una amiga, Mariana Ton, que no casualmente la conocí en la cancha; llorando me dijo: '' nos vamos, ya estamos en la B'', y si, era lo mas fácil de aceptar pero casi queriendo creerme que no le dije ''en 50 minutos nos vamos a encontrar acá arriba (en el alambrado) trepados, gritando es un sentimiento, no puedo parar''...

Luego del interminable entretiempo volvió a aparecer la historia viva, el equipo de Madelon.

Ahora si que el nerviosismo estaba instalado en cada uno de los hinchas, yo por suerte (o no tanta) tenía a mi mamá con el reloj. Los minutos pasaban pero la gente estaba: se escuchaba un ensordecedor y conmovedor '' agueeeeero, agueeeeero''. Si, la gente estaba, y faltaban 3 goles...

Y llegó el primero, y la confusión era mas todavía...''llegamos...'' escuché decir a mi papá. Era una cuestión de creer o reventar y como no creer con estos guerreros.

Pero los minutos pasaban, y quieras o no, la historia pesaba, escuchaba a los mas grandes de la familia decir ''la gran Gimnasia, siempre le falta un mango para el peso'' pero las ilusiones estaban.

Luego del primer gol la garganta no daba abasto, la cabeza estallaba pero el corazón pedía mas emociones.

Y se venía el Lobo y mientras muchos hipócritas estaban imaginando recibir a Deportivo Morón, otros vivian el momento. Yo, pegado al reloj, seguía confiando.

Y como llegó el primero, llegó el segundo, y ahora si.

Luego del segundo gol, ya estaban todos convencidos, podíamos. Pensar que era una pelota que atravesara la línea final y el delirio de la mayoría de la ciudad seria incalculable.

Casi sin querer, miro a mi vieja y desilusionada me dice: ‘‘no hay tiempo, ya termina''.

Y sobre mi cabeza seguía rondando el ''la gran Gimnasia''.

Quería cantar, quería tirar todo, aportar todo, como siempre lo hice, como siempre lo hicimos, mi físico no daba más, no tenía una gota más.

Y salió ese pelotazo y Alonso no llegó pero si Niell (nuestro Mesías) que dominó la pelota, y la abrió para Cuevas, y que sensación, cuando agarro la pelota Juan me empecé a relamer ' si, es nuestro, es nuestra historia, por favor Gimnasia''. Llegó el centro y la eterna paloma salvadora que definirá la historia llegó.

Totalmente quebrado me tiré encima de mi viejo, ese que siempre confió, encima de mi tío (otro optimista) sin dejar de ver a mi hermano como saltaba de para-avalancha en para-avalancha, y hasta ahí aguanté, hasta ahí llegué.
Quizás por la fuerza del grito, quizás por la emoción, pero no vi nada mas, se me nublo la vista y caí: me bajo la presión.

Pero lo increíble fue que estuve unos minutos sobre el tablón, pero llegué a volver a la normalidad. Me levanté suavemente, creyendo que el partido había terminado, pero todavía no. No sin que se sufra, mas aún, siempre al limite.

Desde el tablón por el alambrado se veía un peligroso tiro libre y no había cabala que sirva más que confiar. Confiar en estos Guerreros. Pasó el susto y el final se acercaba.

Todavía tengo guardado en mi cabeza el minuto final, a mi tío diciendo “si Gimnasia, terminó, terminó, si Gimnasia”. Y así fue. Y no había más abrazo que aguante. No había garganta que aguante. No había corazón que aguante... tanta pasión, tanta emoción, nuevamente caí, pero esta vez acostado en el tablón reía, sonreía, estaba feliz, ya estaba hecho, no había nada ni nadie que podía arruinar ese momento. Salí de la cancha ayudado por un tío y por mi Papá. Y escuché: ‘‘soy tripero, es un sentimiento, no puedo parar''. Y como olvidarme de mi amiga Mariana Ton, pero el físico no me lo permitía. Estoy seguro de que ella estaba, trepada al alambrado, quizás del otro lado, me hubiese gustado estar pero si es algo de lo que estoy seguro es que NO VA A FALTAR OPORTUNIDAD: LAS BUENAS YA VAN A VENIR…

GRACIAS GUERREROS

12 de julio del 2009, ''el día que cambiamos la historia''.


Martín Lattanzio. La Plata.-

El pequeño gigante

Típica mañana de invierno, aunque no tan fría, desperté sabiendo q era el último de mis días. El corazón latía distinto y mi sangre corría, como sabiendo que en poco tiempo pararía. La sensación de estar al borde de la muerte hacia acrecentar la adrenalina, recorrí en pensamientos mis casi 30 años y descubrí que a pesar de todo había sido feliz.

Mi madre ni me hablaba, conociendo mi carácter, y mi hermano portaba una cara que nunca antes le había visto. Las agujas del reloj se movían lentamente, y la hora crucial se hacia rogar. Que máquina perfecta el cuerpo que sabia que en un par de horas moriría y sin embargo ponía todo de si para seguir funcionando hasta el último aliento de mí ser.

La rutina no cambió demasiado, pava al fuego, unos ricos mates, y nada sólido, ya que mi estomago estaba cerrado y nada podía digerir sin que me caiga como una piedra. Las lágrimas fluían sin el menor esfuerzo, solo seguir vivo las generaba. Era una angustia incontenible, y hasta llegué a sentir algo de alegría al pensar q era la última vez que lo sentiría. Mi vida había llegado a su fin y tuve ganas de recordar.

Mi niñez: solía tener casi todo lo que quería y mis padres hacían lo posible, tenía amigos que hasta hoy algunos siguen siéndolo, y recuerdo que mi máxima preocupación era poder meter la bolita en el opi, o no ser descubierto en un juego de escondidas. Las grandes frustraciones eran que en el recreo del jardín la chica que me gustaba haya faltado, o que, en el peor de los casos, esté y no me salude, soñaba con ser cirujano o ginecólogo sin tener la menor idea de lo que había que estudiar, pero bueno, en ese momento eran mis sueños, aunque debo reconocer había uno mas grande que jamás se cumpliría.

La adolescencia: fue un tanto mas complicada (calculo que para todos lo ha sido), en la escuela me fue mal, nunca me gustó estudiar, hasta que me di cuenta lo importante que era, empecé a trabajar a los 18 años, o tal vez un poco antes, y los sueños cambiaron, ya la medicina no era lo mío y a decir verdad ninguna carrera era hecha a mi medida. Pero ese sueño grande seguía latente e inalcanzable.

La adultez: creo que no la alcancé, a pesar de poner todo mi empeño en lograrlo, y cuando creía que llegaba, mi vida estaba terminando…

Mi padre me vino a buscar con mi hermana, esperamos un amigo y desolados partimos al templo, realizando una parada para levantar otro muchacho. Nos cruzábamos con gente que también moriría ese día. Algunos reían, otros lloraban y algún que otro loco se lo veía exaltado.

Llegando al lugar, el corazón se reanimaba, y a la vez se agotaba, las pulsaciones movían mi pecho y la cabeza era un tambor a punto de estallar, y eso q eran de las últimas que sentiría.

A diferencia de otros días, el silencio abundaba y el ritual, de ser en constante alegría pasó a tener un tinte de dolor.

Flotaba en el aire un dejo de esperanza, como si alguien de un momento a otro llegaría gritando, que tenía el antídoto para no morir hoy.

Nunca llegaría nadie. Seguíamos viviendo ese sufrimiento, deseando q termine. Y era inminente.

Comenzó la casi imposible recuperación, cuando salieron a entregarme todo su apoyo, lloré desconsoladamente, no podía parar, juro q lo intentaba. Pero no podía. Vi alrededor de 20 hombres q estaban ahí para hacer todo lo posible de que siga viviendo, y a decir verdad, no les tenia fe, aunque inconcientemente un poco les guardaba. El cuerpo me explotaba y los síntomas de la muerte comenzaban a abundar. Veía los rostros aledaños y en cada segundo que pasaba los años corrían avejentándolos.

La esperanza de vivir llegaba al extremo de casi ni existir, nos mirábamos unos a los otros como tratando de darnos fuerzas o quizás nos queríamos unir en esos últimos instantes de vida.

La primera inyección llegó de un país vecino, en plena agonía, y parecía tarde.

La cuenta regresiva se aceleraba y el corazón se abatía hasta que la otra dosis llegó de un pequeño gigante, el mundo parecía conspirar en nuestro favor, como si de repente todo lo que había sido una constante pelea viento en contra se daba vuelta soplando a nuestras espaldas.

Segundos faltaban, y muy pocos. Cuando menos lo esperábamos, el pequeño gigante se hizo presente de nuevo y con el último aliento inyectó el tercer y último antídoto desatando una alegría contenida desde nuestro mismo nacimiento. Ese sería el día más feliz de mi vida, y en realidad seria el primero, pues ese día volví a nacer.

Alejandro Damián Pomato. La Plata.-

Vuelo a la esperanza, la tarde que se quebró el destino

Despertaba el día de la independencia, el 9 de julio de 1816 cuando un puñado de patriotas, de guerreros declaraban a este país libre de las cadenas de la opresión, y un grupo de locos en mas de media centena de micros y autos emprendían un viaje; un viaje a la esperanza, porque el Lobo, nuestro querido Gimnasia, una vez más necesitaba de su gente la que siempre está, la que no se esconde en las malas, la que tiene la piel ajada con los achaques del tiempo, la que tiene tablón, fervor, la que por su fidelidad se ganó los elogios de todos los sectores del fútbol nacional. Así entrada la madrugada salían de La Plata mas de tres mil almas, que en micros, autos, y lo que sea recorrieron los varios kilómetros que separan nuestra preciosa La Plata con la santafecina Rafaela, y así llegaron pasado el mediodía del 9 de julio de 2009, y la tranquilidad del pueblo rafaelino, el cual se vio alborotado por la algarabía y el bullicio de miles de triperos que con sus camisetas, banderas y su grito de guerra “ginasia” tomaron las calles principales de la ciudad, a tal punto que la misma se vistió de azul y blanco, como pasara en muchas otras oportunidades en Santiago de Chile, en Montevideo o en Mar del Plata para citar algunos.

Pero el destino tenia reservado un mal trago para ese pueblo tripero que fue a conquistar tierras santafecinas, que con sus gritos y pasión inundó una cancha que pocas veces debe haber visto tanta pasión, a tal punto que pareció hacerse mas chica de lo que en realidad era. A pesar del aliento y del aullido del triperio, los locales metieron tres puñaladas arteras que provocó que por las ajadas mejillas de todos los triperos cayeran unas lágrimas, pero que con el coraje acostumbrado de este pueblo valiente y que sabe de batallas, en seguida se transformaron en un “en La Plata lo damos vuelta” y así con policías locales y habitantes de esa pequeña ciudad poniendo tres dedos a los triperos que se iban cantando y gritando, en modo de burla por los tres goles conquistados por el equipo local.

Así se abrió una espera de tres días que pareció eterna, los hinchas del glorioso Lobo se agolparon en las boleterías a penas se pusieron en venta las localidades para el mítico encuentro, en señal de un pueblo que no se achica, que no arruga, y así pasó. Llego el 12 de julio de 2009, estaban los triperos agolpados en las puertas de acceso a las tribunas, a las 11 de la mañana, todavía no se habían abierto, y ellos con fervor y esperanza ya estaban allí, y para ser sinceros, les temblaban las piernas mucho más que si fueran a rendir el último final de una carrera universitaria, pero tenían la certeza que el Lobo lo iba a dar vuelta. Así las más de veinte mil almas que llenaron el “Zerrillo” comenzaron a cantar, y la hora llegó, y el pitazo de Collado puso en marcha el partido. Comenzó la ansiedad, no alcanzaban los cigarrillos, no alcanzaban las uñas, y la hinchada no paraba de alentar, y todos cantaban y todos alentaban, y todos eran un solo corazón esa tarde. Así terminó el primer tiempo sin poder torcer la historia y las caras de desazón lo decían todo, con un poco mas de dudas que certezas, pero la gente de el querido Gimnasia no aflojó y siguió cantando y alentando a pesar de la roja injusta a Tete, y los jugadores lo sabían. Así el Pampa, sí el Pampa, aquél que hizo gritar tantos goles que dejó disfónicos a miles de triperos, a los 72 minutos se fue por la izquierda y metió un centro que el otro goleador con la azul y blanca tatuada en el corazón colocó dentro del arco con un frentazo fulminante y a soñar. El Lobo se ponía 1 a 0 y si el triperio ya gritaba a esa altura el Bosque tembló como en el terremoto de Perdomo.

Pero no pararon ahí las emociones y broncas, así por los 85 minutos, el Lobo se quedaba con 9, si con 9, lo expulsaban al Pampa Sosa, y a esa altura muchos abandonaron su posición en la tribuna y se fueron al corralito al lado de la techada, donde esta el telón verde y sentados en el caño de la valla empezaron a gritar más; y todo el estadio gritaba aún mas fuerte como un rugido que salía de las entrañan y decía: “¡¡¡sabemos que pueden, vayan y logren la hazaña!!!” Y los 9 guerreros que quedaban en el campo de batalla, entendieron el mensaje, así Rinaudo y Agüero se transformaron en los guardianes impenetrables de la defensa, y Sessa en una araña de veinte manos.

Así llegó el ingreso de quien a la postre sería el héroe de aquella épica jornada, el enano Niell, entró por “Lilo” Maldonado que dio todo y extenuado se retiraba, pero para seguir como todos los triperos alentando, porque esa tarde eran todos uno solo, un solo grito, una sola pasión, y llegó lo que todo el pueblo tripero imaginaba, al minuto 89 centro desde la izquierda y el enano se hace gigante y pone el 2 a 0 y el griterío de los miles de lobizones que habitaban el estadio no tardo en oírse, paralizó la ciudad y el país. Gimnasia se ponía al borde de la hazaña y los alambrados ya no resistían el embate de los triperos.

Y llegó el momento, la hazaña se consumó; Pipino se filtra por la izquierda, y el fácil relatarlo porque está gravado en las pupilas de todos los triperos, y es que ese momento es con el nacimiento de un hijo seguramente el más importante en la vida de un hincha de Gimnasia, algo que se llevará a la tumba y que los más de veinte mil triperos presentes tienen la suerte de decir, “yo estuve ahí”. Cuevitas mete un enganche y desparrama al defensa que sale desesperado a cortar, y antes de que lo cierren mete un centro impecable y los corazones de las más de veinte mil almas se paralizan, un silencio de segundos que parecen eternos; y por el segundo palo del arco de avenida 60 el gigante Niell comienza el vuelo a la esperanza que lo hace llegar como si todos los triperos lo sostuvieran en el aire y conecta la pelota y la envía al fondo del arco. El Bosque explota, el grito es tan fuerte que se estremecen todos en La Plata y alrededores como la onda expansiva de una bomba atómica. La noticia llega a las salas de redacción, es la hazaña, el Lobo lo da vuelta, héroes de una tarde gloriosa. Y el aullido es ensordecedor, los alambrados no aguantan y ceden, en la techada piden asistencia medica, esto no es apto para cardiacos, quedan minutos y la magnitud de los hechos superan la realidad, vuelve la tensa calma esperando el pitazo final, el desahogo. Y el fin llega, el arbitro decreta que la hazaña es realidad, que el Lobo fue y es capaz a lo largo de su historia, de esa que no entiende de razones, de condiciones para el amor que siente cada hincha por esta gloriosa camiseta. Así quebró el destino y escribió su propia historia, y la alegría y la felicidad se apoderó del viejo estadio del Bosque, ese que por espurios intereses debió permanecer en silencio, ese que muchos tildan de impresentable, que le importaba a esos hinchas, esa era y es su casa. Pero no hubo lugar para llantos de tristezas, sino de alegrías, y las más de veinte mil almas se fundieron en un sólo abrazo, que importaba la traspiración, si era de la pasión que emanaba por los poros, y así jugadores, hinchas, dirigentes, todos se sintieron participes de ese hito histórico.

La alegría era tal que todos corrían como locos para cualquier lado, tratando de expresar lo inexpresable, el amor por su divisa, por el azul y blanco que llevan en el alma, muchos no aguantaron la emoción y tirados en el piso pedían auxilio como soldados heridos luego de la batalla. Y fue tanta la locura que muchos ingresaron por la entrada de 60 y salieron del estadio por las puestas de la gloriosa centenario, que importaba, todo estaba permitido, y así el estadio no pudo contener la pasión del pueblo tripero. Salieron en una sola caravana, como si fueran todos uno, a inundar las calles de la ciudad de la legítima pasión que el pueblo tripero sólo sabe y posee. Y 7 y 50 tembló, de todos los sectores de la ciudad llegaban envueltos en banderas, en camisetas, en todo aquello que representara el azul y blanco, millares de personas hasta que La Plata se tiñó del color de los sueños, que entró en las entrañas de propios y extraños, y así hinchas de otras instituciones pertenecientes a otras ciudades se unieron al festejo, y brindaron celebrando la proeza tripera.

La noche llegó y por la altura del año, el frío del invierno se adueñó de las calles, pero el calor de los miles de triperos hizo sentir en la ciudad un calor similar al que se vive en el Caribe.

La fiesta siguió durante los días y meses siguientes, a punto de que cuando se encontraban en la calle o en una plaza con un pibe con la azul y blanca les explota el corazón de emoción recordando aquella histórica tarde que quedará guardada en los anales no solo de la historia de Gimnasia, sino del fútbol argentino y mundial.

Es por eso que recordando ese momento, cada tripero ve a su hijo y le dice que se sienta orgulloso de ser de Gimnasia, que aunque le digan vos no ganaste nada, le contesté, no te equivoques, yo desde que soy del Lobo, gane, porque heredé la pasión, el amor que no muchos pueden sentir, que mi club es más que una copa o un titulo en una vitrina, y que ser grande está en la gente y no en el metal y así las glorias que ya tengo se acrecentaran porque la grandeza de Gimnasia ya existe y se conoce en todo el mundo.

Y así aquella tarde depara a esta gloriosa institución, la gloria y cumplir el sueño que hace más de 120 años persigue.


Mauro Rafael Reyna. La Plata.-

Todos estábamos ahí

Ser parte de la historia es fácil, solo basta estar ahí, ver, saber mirar. Aprobar o disentir, aceptar o negar...

Vivir la historia es otra cosa, es tomar partido, definir el camino, estar de un lado o del otro, no abandonar, tomar decisiones, comprometerse…

Pero cambiar la historia… cambiar la historia es distinto… es tener coraje, entrega, poner en juego la razón, dar la sangre y el alma en pos de algo eterno… y eso paso en el Bosque….

Fui a sacar la entrada, temprano, cuando todavía la desazón de lo ocurrido en Rafaela era difícil de asimilar y hablando, mientras esperábamos que se abra la ventanilla, encontré mil voces parecidas, miles de promesas…

Si ganamos, el próximo clásico no voy a la cancha.

Yo me pelo.

No, yo me voy caminando a Luján.

Yo no voy en todo el año a ver al Lobo.

Ay chicos, chicos no prometan cosas que después no puedan cumplir.

No, no, yo hago cualquier cosa por Gimnasia.

Recién vengo de Rafaela y todavía no lo puedo creer... decía una chica de unos 18 o 20 años.

Sabes todas las cosas que yo pasé con Gimnasia, decía un señor muy mayor que también estaba en la fila y que inmediatamente me hizo recordar a mi padre: “todas las que pase con Gimnasia”… sí, claro que lo se.

Fueron todas esas cosas las que me fueron trasmitidas por sangre, que están dentro de mi cuerpo, dentro de mi alma, que me hacen cada día mas tripera y que también por sangre le trasmití a mis hijas.

Desde el mismo momento en que saqué las entradas, me di cuenta que esta vez algo iba a cambiar, algo distinto se estaba gestando, desde el dolor, desde la rebeldía, desde la bronca, la impotencia pero solo quedaba esperar, confiar y alentar hasta el final.

Como tantas otras veces alguien ajeno a este sentimiento y sabiendo de mis problemitas de presión me dijo esa misma mañana: “andá, pero hacete la idea de que las cosas quizás no salgan como vos pensas” y yo mire a esa persona y pense…. que le voy a decir si no entiende, no sabe, nosotros somos una raza hecha de fierro inquebrantables, eternamente pasionales y definitivamente unidos en un solo canto, que en los momentos mas difíciles se torna alarido… no importa lo que pase vamos a estar ahí…

Ese 12 de julio seria un día largo… el desafío inmenso y necesitábamos todas las fuerzas supremas para lograrlo… Agarre el banderín que me regaló mi padre cuando tenia 4 o 5 años y lo guarde en un bolsillo y fui a buscar la bandera, ese preciado tesoro, una bandera que alguien me encomendó que cuidara cuando yo era muy chica.

El dueño de la bandera fue parte de la mas cruel historia de nuestro país… parte de los 30.000 desaparecidos. Yo casi no me acuerdo de el, era un vecino, su rostro se desdibuja por el paso del tiempo, solo recuerdo verlo pasar junto a su grupo de amigos envuelto en su bandera… nuestra bandera…

Una tarde, su madre ya desesperanzada de volver a verlo y cuando buscaba lejos del país alguna respuesta, me la dejó, dijo que era para mi, porque sabia que compartíamos la misma pasión, y yo no le pude decir nada… todo me resultaba difícil de entender… solo me prometí a mi misma que la guardaría y cuidaría siempre… y que un gran día la pasearía por toda la ciudad, quizás un día en el que festejemos una gran alegría, quizás algún día distinto, un día que necesitemos de esa energía vital para ser, sentir y transformar nuestra historia.

Una bandera… miles de banderas entrelazadas por el aire, desde el cielo eternamente, desde nuestro glorioso estadio, desde afuera, porque ahora dicen que sólo entran 20.000 almas… ¡que sabrán! ¡Sí estábamos todos ahí! se sentía, no se necesita saber contar, éramos miles, cientos de miles, millones… ¡que importa cuantos! convocados por una fuerza extraña, algo difícil de entender…

Y cuando el frío de ese mes de julio presagiaba lo peor… se escuchaba el alarido de “la 22”

“Porque al Lobo lo quiero lo vengo a alentar, en las buenas y en las malas mucho mas….”

Y en cada canción, (yo poco podía cantar, creo que solo gritaba, porque un nudo en la garganta me impedía afinar), podíamos sentir la fuerza de la verdad…

“… Las buenas ya van a venirrrrrr, al lobo lo hace grande su gente y……”

Y cuando sacamos la voz del aliento desde lo profundo de las gargantas, lloramos desde las entrañas y expusimos todas nuestras fuerzas, comenzamos a desenredar la historia

“… Lo que importa es la gente que es lo mejor que tenemos, alentamos en la tierra, pero también desde el cielo…”

Uno… dos… y finalmente con la entrega y la grandeza de un abrazo verdadero y fiel, el tercero…

… Y así por la fuerza que profesan los grandes sentimientos, aquellos que permanecen en el infinito, pudimos manifestar todas las sensaciones del alma, confluimos todos, pasados, presentes y eternos, en un solo fluido de sangre, capaz de revertir la realidad, aquello que según algunos estaba sentenciado. Por eso cuando sacamos afuera todo lo que poseemos dentro y lo transmitimos a nuestra manera, pudimos cambiar las cosas…

Y esta, nuestra historia no tiene final...

Es pasión, es amor y seguirá por siempre mientras algo azul y blanco continúe flameando… y hasta que la ultima gota de aliento expire…


Sandra Obeaga. La Plata.-