martes, 18 de mayo de 2010

Las alas de la 22

Van 22 del segundo tiempo y el nudo en la garganta aprieta. El Viejo “René” ya dejó a un lado el libro de Hamlet Lima Quintana; ya abandonó su intento por comer. “No puedo, señorita”, dijo René. Ella, esta vez, no lo obligó. Lo dejó solo en la habitación.

Sessa ya no se apura: saca desde el arco con desgano, pensando en el final cercano. Quedan algo más de 20 minutos y se necesitan tres goles. Difícil. La televisión muestra el rostro tenso de Madelón, entre desilusionado y ofendido con el destino. Tanto nadar para ahogarse en la orilla. La risa socarrona se asomaba para desatar la carcajada final. Plaza Moreno sería testigo.

En el Hogar ya estaba el cura Ignacio, como todos los domingos, preparado para confesar a los “chicos”. René, llegó el padre, si querés le pido que te haga la Extremaunción, jaja. El viejo “René” no contesta; apenas tiene fuerza para mantener cerrados los nudillos; la mirada sostenida en el horizonte de la pantalla, que por un momento se tiñe de blanco y negro, batallas de viejos gladiadores se encarnan en los nuevos protagonistas. Escudos de ensueño. La imagen dura un segundo y el puño recobra poder.

Ya entraron Sosa y Niell; ya echaron a “Teté”. Ambos con 10 hombres. Cuevas es figura pero el arco de Capogroso no lo sufre. Y el tiempo se sigue apurando: 26 minutos. Bueno René, Dios lo quiso así, no te hagas mala sangre.

La televisión no encuentra miradas caídas, a pesar de la inminente resolución. Pero en forma sorpresiva llega el gol: el “Tornado” Alonso, tras un centro de Sosa, pone el 1 a 0. Quedan 18 minutos; complicado.

“René” se come las uñas, desecha el vaso de agua que le ofrecieron y se quita el swetter molesto de la espalda. Está agresivo. Mira para arriba buscando un guiño, una esperanza. Pero los minutos corren más rápido que los jugadores. Van 38. Gimnasia no llega al arco. Está ansioso y faltan dos goles. Sosa juega como hincha y reacciona: tarjeta roja. El Lobo se queda con 9 hombres.

La ciudad está desolada, en cinco minutos la lucha de tanto tiempo llegará a su fin. Tantas batallas, tantas campañas memorables se pasan por el recuerdo. “Chirola” Romero, abajo del arco, se pierde el segundo. Ya no quedan semillitas para comer. 44 minutos: Aued, corazón en la mano, lanza un centro combado, segundo palo, cabezazo de Niell… Goool!!! Sí, descuenta Gimnasia y sólo falta uno. “René” ya no sabe ni lo que está apretando, su garganta se cierra y sus ojos tibios no resisten la voluntad de la emoción. Está todo tan cerca. Pero queda sólo el descuento. Collado ya hizo la seña: 5 minutos más.

Alguno de la otra habitación escucha un grito y se acerca: No me digas que otra vez se quedan en la puerta de la gloria! Ja, les convenía que hubiera terminado 1 a 0 y no se frustraban tanto. Es cierto, la historia parece definida. El descenso está tocando timbre. Pero ni “René” ni las 25 mil almas en el Bosque creen que el llamado es para Gimnasia.

La popular se infla en un aliento celestial. Rafaela está aturdido, no entiende. Agüero, casi desplomado, sigue rechazando a puro cuero. No queda tiempo, todo Gimnasia al ataque; la tiene Cuevas, van 46, engancha en la puerta del área, tira el centro pasado…

La socarrona Plaza Moreno se congela, “René” abre grande los ojos, los tablones de la 22 se mueven. Y en la espalda, la 22 que vuela: Niell, de palomita.

Sí, la locura se desata. Estallidos al unísono coreando el grito sagrado, el umbral más hermoso. El verde más vivo que los árboles hayan tenido. Abrazos desconocidos amándose eternamente.

Las emociones pueden dispararse tanto: bronca, angustia, felicidad, desesperación, éxtasis. Todo se manifiesta en un mismo instante. Pasarán muchos años para que se repita esa misma secuencia de encuentros.

“René” llora, mira la televisión pero no ve nada. Sólo agradece, espera el final, ahora sí. Gimnasia logra torcer su propio destino, vencer a su demonio. El juez pita y ya no hay más. Gimnasia es de primera.

“René” se tira al piso, los huesos le pesan pero no le importa. Su puño se desarma y un papel cae al suelo. La enfermera, más tarde, pudo recogerlo como último documento: nadie puede regalarte un día de sol si antes no lo haces nacer adentro tuyo.

Vaya si quema este sol, tripero.


Villarreal Matías. La Plata

No hay comentarios:

Publicar un comentario