lunes, 3 de mayo de 2010

Un día en azul y blanco

Recuerdo ese día casi como si cada momento lo estuviera viviendo ahora mismo. Saliendo del partido en Rafaela, veía caras de preocupación, bronca, dolor y me unía a ese llanto profundo que no tenía consuelo alguno, sólo quedaba esperar y la esperanza de que todo podía cambiar, pero con la incertidumbre y el pesar de saber que iba a ser difícil. Llegando al micro que nos llevaba de vuelta hacia La Plata, vi algunas caras solitarias y perdidas, pero luego de un rato la calma llegó con la alegría que los Triperos solemos irradiar y entre medio de tanto dolor volvieron los cantos y más que nunca la esperaza de saber que esto se podía remediar y que si todos poníamos nuestro granito de arena íbamos a salir adelante. Con esa misma esperanza, compré la entrada para el domingo y decidí esperar con impaciencia el partido, sin saber que éste iba a ser inolvidable para toda la Familia Gimnasista.

El día del partido, mi casa (como supongo la de todos los que amamos a este club) era un caos, banderas, camisetas y nerviosismo por todos lados, no distaba mucho de la ciudad que teñida de azul y blanco esperaba el partido. Llegando a la cancha ya se veían los bares colmados de camisetas azules y blancas, y de a poco un centro que parecía el de una ciudad fantasma. Toda La Plata parada para ver el partido que se disputaría a las 14:30 hs en el estadio Juan Carlos Zerillo, sin distinción de equipo de futbol, toda la ciudad estaba a la expectativa de un resultado.

Como siempre, llegué al monumento y estaban esos locos lindos cantando y tocando los bombos, todo era alegría, todo era emoción, no había motivo para sentir tristeza. Sea cual sea el resultado, el amor por nuestro equipo jamás iba a cambiar, porque somos de Gimnasia y porque sabemos que hay cosas que no se explican, sólo se sienten, el amor no entiende razones.

En el monumento me encontré con los chicos con los que habíamos pasado toda la noche para sacar la entrada a Rafaela y no podíamos parar de hablar y de tratar de encontrarle una explicación coherente a aquel partido. La intranquilidad se sentía en el aire y parecía eterno cada segundo que pasaba. Entré a la cancha y no puede dejar de notar (como en todos los partidos) la cantidad de bebés en brazos de sus madres o la cantidad de nenes corriendo por los pasillos de la cancha, ellos con una mezcla de inocencia y pasión que alentaban con toda sus fuerzas, incentivaban a cualquier persona que por momento caía en ese pozo de desolación e incomprensión.

Fue así como la hora se iba acercando y las tribunas comenzaban a prepar ese recibimiento que enmudece al rival que lo ve. El equipo conformado por Gastón Sessa, Alvaro Ormeño, Rubén Maldonado, Ariel Agüero; Mariano Messera, Fabián Rinaudo, Esteban González, Sebastián Romero, Luciano Aued; Juan Cuevas, Diego Alonso y bajo la direccion de Leonardo Madelón sale a la cancha y el Bosque se colma de color y canto. Estaba en la intención de cada uno de nosotros, transmitirles a los jugadores tranquilidad y buena onda, ellos serían los responsables de forjar en hechos lo que anhelábamos en pensamientos.

El señor Javier Collado, da el pitido inicial a lo que sería luego una fiesta albiazul. El primer tiempo del partido no avisó lo que luego vendría, no fue un fiel reflejo de lo que el segundo tiempo le regalaría a toda la gente. Sin grandes exabruptos ambos equipos se fueron a los vestuarios igualando 0 a 0. Atlético de Rafaela tenía que simplemente mantener el resultado, nos llevaba 3 goles de ventaja; Gimnasia, sin embargo debía encontrarle la solución a este obstáculo que tenía en el camino.

Comienza el segundo tiempo y a los 12 minutos Esteban Gil de Atlético de Rafaela pide el cambió, en ese momento todos los hinchas, sin entender muy bien lo que pasaba vemos a “Luli” Aued y “Teté” González que lo cargan en brazos y los sacan de la cancha y la posterior disconformidad de Gil que se enoja con “Teté”, pocos segundos después el árbitro del partido había decidido expulsar a ambos jugadores. Escasos minutos de este hecho entra a la cancha Roberto Sosa por Messera y luego Franco Niell por Maldonado, inyectando confianza y calma luego de aquel episodio que nos había dejado sin “Teté” y muy inquietos.

El primer gol llega de la mano del “Uruguayo” Alonso que a los 27 minutos cuando el “Pampa” desbordó por la izquierda pudo concretarlo, éste les daría la confianza a todo el equipo y sobre todo a nosotros de que el milagro sería posible.

Es inexplicable lo que fue ese primer gol, el grito, las lágrimas de alegría, la felicidad que se notaba en el rostro de todos era inmensa. Sabíamos que quedaba un arduo camino por recorrer y que ahora el tiempo nos jugaba en contra. Todos comenzamos a notar, que el equipo segundo a segundo comenzaba a tomar más confianza y con las esperanzas renovadas sabíamos que estábamos a sólo un paso de concretar el objetivo.

Luego de probar y probar a los 44 minutos, “Luli” tira un centro pasado desde la izquierda y “Franquito” Niell, solo y de cabeza puso el 2 a 0. Las tribunas rebalsaban, la gente gritaba, éramos todos una gran familia, a nadie le importaba si conocía al que estaba abrazando, sólo sabíamos que quedaban 7 minutos para cambiar la historia. Ya empezaba a correr el tiempo complementario y cuando se cumplieron los 46 minutos, de igual forma (con asistencia de “Luli”) “Franquito” pone el 3 a 0, que nos dejaría continuar en primera división. Los 5 o 6 minutos restantes fueron interminables, se notaba el nerviosismo de todos, mirábamos los relojes cada un segundo y notábamos que las agujas de los relojes no se inmutaban.

Luego del pitido final, no recuerdo con claridad que fue lo que pasó, sólo tengo imágenes un tanto confusas. Vi a una chica abrasarse con un señor, llorando de la alegría, tanta era la euforia que se cayeron y así y todo seguían abrazados. Vi a una señora, abrasando casi de forma maternal, a todos los chicos que estaban exaltados y que no podían parar de cantar a gritos. Vi a los nenes y las nenas arriba de sus padres, llorando y gritando a la par de ellos. Vi a miles de personas trepándose a los alambrados y por un largo rato no poder bajarse, ya que miraban asombrados a esos jugadores que les estaban propiciando tanta felicidad. Vi a personas sentarse y a otras que las abanicaban al no poder respirar por la emoción que les provocaba ese resultado. Pero sobre todo vi a una gran familia, que se ayudó desde el primer momento, que vivió, sintió, sufrió y que no perdió las esperanzas.

Muchas veces los malos momentos que uno debe atravesar, lo hacen caer, lo hacen olvidarse de que todo se puede revertir. Lejos de separarnos, los triperos, ya sea cuerpo técnico o hinchada, nos unimos para atravesar este mal momento. Salimos adelante y cuando nos creyeron desaparecidos, ahí estábamos enfrentando la situación, con la frente en alto y la conciencia tranquila, de que si las cosas salían mal, todos habíamos puesto lo mejor de nosotros. Se formó un equipo sólido, la cancha y la tribuna se hicieron uno, y como decía María Elena Walsh en La Cigarra: “a la hora del naufragio y de la oscuridad, alguien te rescatará para ir cantando”.

Esa fue la sensación que creo que todos tuvimos al termino del partido, cuando nos quisieron quitar la localía del Bosque para que juguemos en el Estadio Único, la dirigencia y los hinchas nos hicimos uno, cuando los jugadores no encontraban la solución, sólo tenían que mirar a las tribunas y ver las caras de ilusión de toda su gente, esa gente que confiaba ciegamente en ellos y cuando ya muchos creían que no sería posibles ellos hicieron el milagro.

La emoción, la pasión, la alegría y el orgullo de ser de Gimnasia, se vio reflejado en 7 y 50 cuando miles y miles de hinchas nos juntamos para festejar este logro y lo que va a ser un largo camino hacia un futuro próspero. Demostramos estar a la altura de las circunstancias y no bajar los brazos ni aún vencidos, por eso aprendimos que la unidad hace la fuerza y que nos sobra valor para enfrentar cualquier adversidad.


Micaela Rodriguez Molina. La Plata.-

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