viernes, 30 de abril de 2010

Pasado mañana

“Somos hinchas de la hinchada y eso termina siendo algo malo. ¿Pero qué significa ser hincha de la hinchada? Por que la hinchada es hincha del equipo y no de sí misma, es decir, es hincha de otros. Es decir, la hinchada termina encerrándose en ella misma por no encontrar un reflejo en la cancha de lo que ella cree ser, como hincha irracional de sí misma, entonces se generan excesos, desavenencias, peleas, desencantos, por no ver el hincha reflejado a otro que no sea si mismo. Bueno, lo dicho, es un tema grave que nos llevó al límite: la conclusión final fue que solo un equipo de hinchas podía salvar a Gimnasia de semejante desastre. Y porque son hinchas es que no se les puede reprochar nada, pase lo que pase el domingo y entiendo, está bien, que nadie quería que esto pasara pero no se puede negar que estos chicos dejaron todo, esa es una de las pocas cosas que tengo claras y que voy a seguir sosteniendo después del domingo y siempre” pensaba Francisco. Desde que salió de su casa, sólo pensó en Gimnasia, en el partido del día anterior, en todo lo que había pasado y también en lo que pasaría el domingo, pensaba en todas y cada una de las infinitas posibilidades que se entrecruzarían ese día. Es por eso que no era de extrañar que a esa altura, cuando cruzaba uno por cincuenta y cuatro, su cabeza fuera una enorme ensalada de ideas, sensaciones confusas, recuerdos, conceptos imprecisos y estadística que respaldara el milagro que se necesitaba para seguir en primera. “Una pena” pensó “por un partido de mierda”. Bordeó la cancha auxiliar de quienes no deben ser nombrados como quien atraviesa por el precipicio de los abismos del infierno, es decir, ligero y escupiendo maldiciones contra el predio.

“Todo una verdadera lástima” pensaba, mientras se internaba de lleno en la Pereyra Iraola, en dirección al monumento, y luego al Bosque en si mismo, a la cancha de Gimnasia, así, sin nada de nombres técnicos como Estadio o escenario donde hace las veces de local. La cancha de Gimnasia, con todas las letras. “Encima ese tipo se tiraba un pedo y hacia un gol. Sólo a nosotros nos pasa: marcaron espectacular a Rodrigo López o a Pastore y les hizo tres Aldo Visconti. ¿Quién es Aldo Visconti?” pensaba, hasta la indignación y la furia. “Bueno, Madelón se equivocó en los cambios pero a nosotros nos cobran más, nos estafan cuando la pifiamos. Si hay equipos que juegan mal y esto no les pasa. ¿O alguien me va a decir que Central jugó bien en Córdoba? Bah, seguro que alguno lo dice, si hay cada pelotudo. Pero la gente no tiene la culpa, sólo que esta harta de que todo cuando tiene que salir bien, sale mal y cuando sale mal, sale muy mal, es la realidad. Porque la verdad es espectacular tener una hinchada así, es lo mejor, pero el tema es otro, no es la gente, lo que nos pasa es que tenemos mala suerte. Mira ahora sino, una base de buenos jugadores grandes, buenas promesas, todo listo para salir de esta y empezar a olvidarnos del descenso, pero no, nos clavan tres y ahora todo hace agua. Todo por ese partido de mierda. Encima, con la leche que tenemos nosotros, nos pasa como contra el Bolívar o como contra los uruguayos, no puede ser, me mato si ganamos dos a cero”.

Cuando iba haciendo la curva para el lado de los jardines, pensaba que la fila para hacer la cola, sobre todo si era media larga, iba a dar tiempo para ver como estaba la gente y como iba a ser el clima del domingo: estarían los que querrían linchar a los jugadores, otros que estarían resignados al descenso y algunos optimistas en grados cercanos al delirio místico y la locura. Francisco se enrolaba con aquellos que iban a ir a alentar y que, si pasaba lo peor, aplaudiría a los jugadores por el esfuerzo realizado durante todo el año. Lo sorprendió gratamente la longitud de la fila y buscó raudamente el último puesto de la misma. Por lo general, no hablaba con la gente, prefería escuchar lo que otros decían y, si se daba, hacer algún comentario. A los viejos italianos les daba la razón en todo por que le divertía ver como se ponían colorados y empezaban a gritar. Estaba atento al chispazo que no tardaría en producirse. Y fue justamente quien estaba frente a él, un hombre de barba rara, pelo teñido de amarillo y ropa puesta desde hacia varios días quien encendió la mecha. Iba acompañado por un hombrecito bajito y fornido de pelo crespo, que no emitía palabra. Ambos estaban, como él, perturbados por Gimnasia.

-No podemos ser tan vergas, hermano- dijo el hombre de pelo amarillo, mirando a su compañero pero esperando que alguien recogiera el guante.

Un hombrecito semicalvo, de anteojos, que parecía aplastado por la vida, fue quien respondió

-Mira, eso le venía diciendo a él- y señaló a un jovencito flaco y desgarbado, apenas más alto que él.- La verdad, no se puede creer. Por que el uno a cero era un buen resultado y el dos cero era remontable. ¿Pero tres a cero? No, para nosotros es imposible.

-Es que esto sólo a nosotros nos pasa- intervino un flaco canoso, al que Gimnasia le agregaba no menos de diez años.- Por que los pinchas la pasan caminando esta instancia-

-A esos ni me los nombres. Ya están preparando las velas, si todavía tiene la espina clavada del noventa y cuatro- respondió el hombre de pelo amarillo

-Si, esos nos quieren hundir.

-Por eso no nos podemos ir a la “B”. Si lo único con lo que podemos cargarlos es con eso.

-Y con la gente. Porque lo de la gente es espectacular. ¿Viste lo que fueron a Rafaela?

Un hombre morocho, parado al lado del canoso, escuchaba con atención. Estaba serio, atento a todo lo que pasaba. Francisco sospechaba que estaba junto al canoso, aunque en esas instancias, cuando las discusiones y charlas empiezan a crecer, todos parecen ser amigos de todos.

-Yo fui- dijo el hombrecito semicalvo.

-¿Vos fuiste?- se sorprendió el hombre de pelo amarillo.

-Si, fui con él- señaló al flaco desgarbado que asintió-. Llegamos hoy a la madrugada, yo fui a trabajar y ahora estoy acá, haciendo la cola.

-No, pero no, decime sino se puede creer. Esto nos pasa a nosotros nomás.

-Si, hay jugadores que no pueden estar más. Alonso, Maldonado, Cardozo…

-No, lo de Cardozo es increíble, ese no corre, no mete, nada hace, los centros van todos atrás de la tribuna, es un desastre.

-Pero de última es un pibe, ¿pero lo de Alonso? No, ese tipo no puede jugar. Poneme a mi, para eso-

-No le ganó una a los defensores de ellos que eran unos muertos. Porque ellos son unos muertos, es así.

-Pero fue un partido de mierda, no se salvó nadie.

-Sino fuera por Sessa, nos comíamos cuatro o cinco.

-Si, pero para mi que se comió el tercer gol, no sabia que hacer.

Francisco pensaba en como seria la remontada. Tal vez iba a ser un baile fenomenal, un cinco a cero con buen juego y lujos; o quizás un partido tranquilo, dos-cero el primer tiempo, otro más en el segundo y todo controlado; o tal vez un dramático encuentro con vibrantes giros en el marcador, máxima emoción, final no apto para cardiacos y un gol espectacular en los instantes finales; o tal vez, y ésta era la opción que lo acongojaba, no habría remontada y se vería la celebración con lágrimas de festejo y el llanto del descenso consumado, con incidentes y una desazón que duraría meses y tal vez nunca terminaría. Pensaba, también, en quienes podían ser los héroes de la tarde: el “Uruguayo”, el “Pampa”, quizás “Cuevitas”, o el “Paraguayo” con una patriada. Como deseaba que llegara el domingo a las seis de la tarde y que todo terminara bien; pero también pasaba por su cabeza la oscura posibilidad del descenso y ahí era cuando se angustiaba, cuando quería que el tiempo se detuviese en ese instante y que el partido no llegara nunca. Esa duda lo corría por dentro, el hecho de saber que todas las posibilidades podían ser reales el domingo y el desconocer cual de ellas sería la que iba a tener lugar en el Bosque. Y todavía faltaban dos días para el partido. ¿Cómo iba a pasar esos dos días? El domingo antes del partido, ya lo intuía, iba a estar deshilachado por los nervios.

-Y, bueno, capaz que es mejor si nos vamos a la “B”, porque para sufrir así no se que mierda queremos hacer en primera- dijo el hombrecito semicalvo con resignación.

-Pero si el club está fundido, desaparecemos sino vamos a la “B”- retrucó el canoso.

-No, siempre es mejor estar en primera. Además ahora hay una camada de pibes que los arruinas si descendés- alentó el hombre de pelo amarillo

-Es verdad, no nos podemos ir a la “B” y menos por un partido de mierda en Rafaela, por que fue eso, un partido de mierda- pareció volver a convencerse el hombrecito semicalvo.

El morocho seguía sin emitir palabra; sólo escuchaba como en misa. A Francisco le llamaba particularmente la atención este personaje que parecía estar tan metido en la conversación y, a la vez, ausente de ella.

-Pasa que el tipo no sabe nada- retomó el hombre de pelo amarillo- ¿Por qué no lo cerró al partido? Siempre lo mismo, es un caprichoso.

-Pero el loco nos sacó del pozo, por él seguimos con chances- contestó el canoso.

-Lo tiene que poner al “Coco”.

-Si con el “Coco” nunca ganamos nada.

-Tiene que poner tres atrás y sacarlo a Cardozo- dijo el hombrecito semicalvo.

-Encima seguro que, si nos vamos a la “B”, traemos a los mejores jugadores de la “B” y terminamos decimos.

-No, loco, no, no podemos irnos a la “B”.

Delante de este grupo un adolescente esperaba abrazado a su novia. Desde afuera de la fila, a través de las vallas, un chico de su edad los saludó.

-¿Cómo andan?- les preguntó el chico.

-Y acá, esperando.

-Che, dicen que jugamos en el Estadio Único.

-¿Cómo?

-Si, parece que ya está, lo dijeron recién en la radio.

Un ola de frio polar cayó sobre todos los que hacían la fila. Todos se miraron entre si, incrédulos. “No podía ser justo ahora” pensaba Francisco, “en un partido así, no nos pueden hacer esto”.

-¿En el estadio?- dijo, conmocionado, el canoso.

-Te das cuenta que los dirigentes son todos unos hijos de puta- reflexionó el hombre de pelo amarillo.

-Nos vamos a la “B”- decía, al borde del llanto, el hombrecito semicalvo - Nos vamos a la “B”.

El silencio se apoderó del lugar y no hubo más espacios para las especulaciones o para la esperanza. Caras largas como si Rafaela hubiera hecho el primer gol del partido del domingo. El morocho los miró a todos, dio un paso al frente y habló para aquellos que quisieran escucharlo:

-Mirá, esto se puede revertir. No importa donde juguemos- hizo una pausa intrigante y retomó- Te explico, ellos hicieron un esfuerzo enorme allá, súmale los nervios de hacer historia, y en el segundo tiempo los pasamos por arriba. Hay que cuidar que ellos, en el primer tiempo, con lo que les queda de piernas, no nos hagan un gol. Y en el segundo tiempo se lo ganamos, no te voy a mentir, vamos a sufrir un poco, pero se lo damos vuelta.

El hombrecito de pelo amarillo lo miró y movió la cabeza.

-Ojala, maestro, que sea como usted dice. Ojala.

Y el milagro ocurrió el doce de julio. En una ciudad que hace bastante tiempo está dominada por las bajas temperaturas, con una gripe de moda dando vueltas por ahí, pasó lo inesperado. Uno de esos días en los que hay que salir con bufanda, guantes y dos pares de media, el sol salió de repente y en el Bosque sucedió lo imposible o, mejor dicho, lo que es posible sólo para algunos: en el día más frío hizo calor.


Alejandro Noguera. La Plata.-

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