miércoles, 3 de marzo de 2010

Bailando viscontis a zapatazos

Desde el vamos, el título de éste cuento comienza con un gerundio. Y ¡que gravedad para un hambriento escritor comenzar con un título así! .Igual, acordémonos del gran Alberto Laiseca y su “Matando enanos a garrotazos”, en el cual no sólo el título comenzaba con un gerundio, sino que los enanos citados no aparecieron en toda la extensión de su obra.

Ahora, empecemos. El Gran Chevalier Aldo Visconti nos derrumbaba hacia un descenso directo. Con tres golcitos, Rafaela, se regocijaba ante su posible ascenso a Primera División. Y, el Lobo, con una de las derrotas más temibles de los últimos tiempos, volvía a La Plata, ya con pie y medio en la “B”. Descontemos la felicidad del club Campeón del Mundo. Lo de ese club es un tema irrelevante y a distancia. Irrozante. De la familia de los no rozadores. De la familia de los no rozadores sin memoria. De esa familia que, con mucha mala suerte, se vuelva con las manitas vacías. Su Dios, o, mejor dicho, su Juan Sebastián, no se lo permitan. Faltaría más.

Pero sigamos con lo importante y relevante, que es el Club de Gimnasia y Esgrima La Plata y su lucha por el permanecer. Con piecito y medio afuera de la Primera División, se nos vino el partido de vuelta.

G.E.L.P.: 4-4-2

Atlético Rafaela: 3-4-1-2

Así formaron. A los 3 minutos del primer tiempo, nos salva de un gol rafaelesco el Sr. Álvaro Ormeño. A los 18 minutos nos salva El Gato. Terminó el primer tiempo. Todo seguía 0 a 0. Y el Club de Gimnasia y Esgrima La Plata tenía pie y medio, más las cinco uñitas del medio pie, en la “B”. El Lobo perecía. Agonizaba. Expiraba.

Segundo tiempo. El jadeo, aliento, hálito de la hinchada de Gimnasia era desbordante, exuberante, copiosa, lujuriante. No alcanzan adjetivos, así que utilicemos la mayoría de adjetivos posibles para describir un sentimiento. Amor puro, en mi caso particular.

Comienzo del segundo tiempo. Las expulsiones de Esteban Gil y Esteban González le agregaron dramatismo al encuentro. Primer respiro: centro desde la izquierda del “Pampa” a Diego Alonso. Gol. Gritado, con desenfreno. Pero cauta la hinchada. Cauta la gente que fue a ver a Gimnasia no descender. A 5 minutos de la final, el “Pampa” expulsado. El Lobo perecía. Agonizaba. Expiraba más intensamente. Teníamos ambos pies en la “B”. Pero las piernas seguían en la A. A los 43 minutos del segundo tiempo aparece un muchacho, un tal Franco Niell, que con su cabezota mágica mete un golazo. Explota el Bosque. Y llegó el primer minuto adicional. Centro de Cuevas. Palomita al segundo palo. Y el magnánimo Franco Niell remata el partido. 3-0, gana Gimnasia de la Plata. Ni pude gritar el gol: sólo lloré. Y me abracé a gente amiga y a gente con la cual nunca había cruzado palabra. Salí del Estadio Juan Carlos Zerillo, y seguí llorando. De felicidad. Como todos los allí presentes. Y los no presentes también. La mezcolanza entre locura y llanto se prolongó durante semanas. Y, al día de hoy, me acuerdo, y sigo llorando… de felicidad.

Elina Bradel. Berisso.-


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