lunes, 15 de marzo de 2010

Vuelo a la esperanza, la tarde que se quebró el destino

Despertaba el día de la independencia, el 9 de julio de 1816 cuando un puñado de patriotas, de guerreros declaraban a este país libre de las cadenas de la opresión, y un grupo de locos en mas de media centena de micros y autos emprendían un viaje; un viaje a la esperanza, porque el Lobo, nuestro querido Gimnasia, una vez más necesitaba de su gente la que siempre está, la que no se esconde en las malas, la que tiene la piel ajada con los achaques del tiempo, la que tiene tablón, fervor, la que por su fidelidad se ganó los elogios de todos los sectores del fútbol nacional. Así entrada la madrugada salían de La Plata mas de tres mil almas, que en micros, autos, y lo que sea recorrieron los varios kilómetros que separan nuestra preciosa La Plata con la santafecina Rafaela, y así llegaron pasado el mediodía del 9 de julio de 2009, y la tranquilidad del pueblo rafaelino, el cual se vio alborotado por la algarabía y el bullicio de miles de triperos que con sus camisetas, banderas y su grito de guerra “ginasia” tomaron las calles principales de la ciudad, a tal punto que la misma se vistió de azul y blanco, como pasara en muchas otras oportunidades en Santiago de Chile, en Montevideo o en Mar del Plata para citar algunos.

Pero el destino tenia reservado un mal trago para ese pueblo tripero que fue a conquistar tierras santafecinas, que con sus gritos y pasión inundó una cancha que pocas veces debe haber visto tanta pasión, a tal punto que pareció hacerse mas chica de lo que en realidad era. A pesar del aliento y del aullido del triperio, los locales metieron tres puñaladas arteras que provocó que por las ajadas mejillas de todos los triperos cayeran unas lágrimas, pero que con el coraje acostumbrado de este pueblo valiente y que sabe de batallas, en seguida se transformaron en un “en La Plata lo damos vuelta” y así con policías locales y habitantes de esa pequeña ciudad poniendo tres dedos a los triperos que se iban cantando y gritando, en modo de burla por los tres goles conquistados por el equipo local.

Así se abrió una espera de tres días que pareció eterna, los hinchas del glorioso Lobo se agolparon en las boleterías a penas se pusieron en venta las localidades para el mítico encuentro, en señal de un pueblo que no se achica, que no arruga, y así pasó. Llego el 12 de julio de 2009, estaban los triperos agolpados en las puertas de acceso a las tribunas, a las 11 de la mañana, todavía no se habían abierto, y ellos con fervor y esperanza ya estaban allí, y para ser sinceros, les temblaban las piernas mucho más que si fueran a rendir el último final de una carrera universitaria, pero tenían la certeza que el Lobo lo iba a dar vuelta. Así las más de veinte mil almas que llenaron el “Zerrillo” comenzaron a cantar, y la hora llegó, y el pitazo de Collado puso en marcha el partido. Comenzó la ansiedad, no alcanzaban los cigarrillos, no alcanzaban las uñas, y la hinchada no paraba de alentar, y todos cantaban y todos alentaban, y todos eran un solo corazón esa tarde. Así terminó el primer tiempo sin poder torcer la historia y las caras de desazón lo decían todo, con un poco mas de dudas que certezas, pero la gente de el querido Gimnasia no aflojó y siguió cantando y alentando a pesar de la roja injusta a Tete, y los jugadores lo sabían. Así el Pampa, sí el Pampa, aquél que hizo gritar tantos goles que dejó disfónicos a miles de triperos, a los 72 minutos se fue por la izquierda y metió un centro que el otro goleador con la azul y blanca tatuada en el corazón colocó dentro del arco con un frentazo fulminante y a soñar. El Lobo se ponía 1 a 0 y si el triperio ya gritaba a esa altura el Bosque tembló como en el terremoto de Perdomo.

Pero no pararon ahí las emociones y broncas, así por los 85 minutos, el Lobo se quedaba con 9, si con 9, lo expulsaban al Pampa Sosa, y a esa altura muchos abandonaron su posición en la tribuna y se fueron al corralito al lado de la techada, donde esta el telón verde y sentados en el caño de la valla empezaron a gritar más; y todo el estadio gritaba aún mas fuerte como un rugido que salía de las entrañan y decía: “¡¡¡sabemos que pueden, vayan y logren la hazaña!!!” Y los 9 guerreros que quedaban en el campo de batalla, entendieron el mensaje, así Rinaudo y Agüero se transformaron en los guardianes impenetrables de la defensa, y Sessa en una araña de veinte manos.

Así llegó el ingreso de quien a la postre sería el héroe de aquella épica jornada, el enano Niell, entró por “Lilo” Maldonado que dio todo y extenuado se retiraba, pero para seguir como todos los triperos alentando, porque esa tarde eran todos uno solo, un solo grito, una sola pasión, y llegó lo que todo el pueblo tripero imaginaba, al minuto 89 centro desde la izquierda y el enano se hace gigante y pone el 2 a 0 y el griterío de los miles de lobizones que habitaban el estadio no tardo en oírse, paralizó la ciudad y el país. Gimnasia se ponía al borde de la hazaña y los alambrados ya no resistían el embate de los triperos.

Y llegó el momento, la hazaña se consumó; Pipino se filtra por la izquierda, y el fácil relatarlo porque está gravado en las pupilas de todos los triperos, y es que ese momento es con el nacimiento de un hijo seguramente el más importante en la vida de un hincha de Gimnasia, algo que se llevará a la tumba y que los más de veinte mil triperos presentes tienen la suerte de decir, “yo estuve ahí”. Cuevitas mete un enganche y desparrama al defensa que sale desesperado a cortar, y antes de que lo cierren mete un centro impecable y los corazones de las más de veinte mil almas se paralizan, un silencio de segundos que parecen eternos; y por el segundo palo del arco de avenida 60 el gigante Niell comienza el vuelo a la esperanza que lo hace llegar como si todos los triperos lo sostuvieran en el aire y conecta la pelota y la envía al fondo del arco. El Bosque explota, el grito es tan fuerte que se estremecen todos en La Plata y alrededores como la onda expansiva de una bomba atómica. La noticia llega a las salas de redacción, es la hazaña, el Lobo lo da vuelta, héroes de una tarde gloriosa. Y el aullido es ensordecedor, los alambrados no aguantan y ceden, en la techada piden asistencia medica, esto no es apto para cardiacos, quedan minutos y la magnitud de los hechos superan la realidad, vuelve la tensa calma esperando el pitazo final, el desahogo. Y el fin llega, el arbitro decreta que la hazaña es realidad, que el Lobo fue y es capaz a lo largo de su historia, de esa que no entiende de razones, de condiciones para el amor que siente cada hincha por esta gloriosa camiseta. Así quebró el destino y escribió su propia historia, y la alegría y la felicidad se apoderó del viejo estadio del Bosque, ese que por espurios intereses debió permanecer en silencio, ese que muchos tildan de impresentable, que le importaba a esos hinchas, esa era y es su casa. Pero no hubo lugar para llantos de tristezas, sino de alegrías, y las más de veinte mil almas se fundieron en un sólo abrazo, que importaba la traspiración, si era de la pasión que emanaba por los poros, y así jugadores, hinchas, dirigentes, todos se sintieron participes de ese hito histórico.

La alegría era tal que todos corrían como locos para cualquier lado, tratando de expresar lo inexpresable, el amor por su divisa, por el azul y blanco que llevan en el alma, muchos no aguantaron la emoción y tirados en el piso pedían auxilio como soldados heridos luego de la batalla. Y fue tanta la locura que muchos ingresaron por la entrada de 60 y salieron del estadio por las puestas de la gloriosa centenario, que importaba, todo estaba permitido, y así el estadio no pudo contener la pasión del pueblo tripero. Salieron en una sola caravana, como si fueran todos uno, a inundar las calles de la ciudad de la legítima pasión que el pueblo tripero sólo sabe y posee. Y 7 y 50 tembló, de todos los sectores de la ciudad llegaban envueltos en banderas, en camisetas, en todo aquello que representara el azul y blanco, millares de personas hasta que La Plata se tiñó del color de los sueños, que entró en las entrañas de propios y extraños, y así hinchas de otras instituciones pertenecientes a otras ciudades se unieron al festejo, y brindaron celebrando la proeza tripera.

La noche llegó y por la altura del año, el frío del invierno se adueñó de las calles, pero el calor de los miles de triperos hizo sentir en la ciudad un calor similar al que se vive en el Caribe.

La fiesta siguió durante los días y meses siguientes, a punto de que cuando se encontraban en la calle o en una plaza con un pibe con la azul y blanca les explota el corazón de emoción recordando aquella histórica tarde que quedará guardada en los anales no solo de la historia de Gimnasia, sino del fútbol argentino y mundial.

Es por eso que recordando ese momento, cada tripero ve a su hijo y le dice que se sienta orgulloso de ser de Gimnasia, que aunque le digan vos no ganaste nada, le contesté, no te equivoques, yo desde que soy del Lobo, gane, porque heredé la pasión, el amor que no muchos pueden sentir, que mi club es más que una copa o un titulo en una vitrina, y que ser grande está en la gente y no en el metal y así las glorias que ya tengo se acrecentaran porque la grandeza de Gimnasia ya existe y se conoce en todo el mundo.

Y así aquella tarde depara a esta gloriosa institución, la gloria y cumplir el sueño que hace más de 120 años persigue.


Mauro Rafael Reyna. La Plata.-

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