miércoles, 3 de marzo de 2010

Un milagro en 17 minutos

Fue el año mas largo y mas traumático que viví siguiendo al Lobisón y todavía no terminaba. Me acuerdo cuando arrancó todo. Veníamos de flojas campañas y ésta no era la excepción. Nos tocó perder con newell´s de arranque y de esa manera se marcaba pero de forma acentuada como iba a ser este campeonato.

Derrotas por aquí, un par de victorias y una larga cadena de empates hilados casi a la perfección dejaban el corazón de todos los Hinchas de Gimnasia al borde del abismo.

Yo era uno mas de los que no pegaba un ojo y a eso le sumaba el hecho de que los fin de semana aparte de estar pendiente como cada domingo de lo que sucedía con Gimnasia, tenia que ver como salían los otros equipos que estaban en la misma situación que la nuestra, era un calvario que se hacia interminable, por que por momentos no dependía de nosotros, teníamos que esperar el resultado de algún otro equipo.

Como esa noche que le ganamos al puntero y le quitamos el invicto con un golazo de Juancito Cuevas, que nos dibujaba un fin de semana perfecto y que se diluyó con resultado negativo que llegaba desde otra cancha.

Otra vez la misma historia sufrir y sufrir hasta el final, fueron 38 fechas que nos tuvieron en vilo, creo que yo no hablaba de otra cosa que no fuera de que nos quedaba por jugar o cómo se tenía que dar las cosas para jugar la promoción o milagrosamente salvarnos de todos. Cada día se hacia interminable, más aún con la cabeza pensando en lo que venía, una final tras otra, mucha presión, mucha tensión acumulada y sin margen de error. Así no se podía vivir.

Se hizo largo pero la esperanza seguía intacta, la fe era inquebrantable, las fuerzas venían desde adentro y las ganas de seguir luchando estaban a flor de piel (como siempre fiel a nuestra historia y jamás pensando en el abandono).

Ya no quedaba nada, faltaban solo un par de partidos para poder llegar a ese lugar que tanto queríamos llegar, la tan odiada por unos pero tan deseada por nosotros: la promoción, esos dos partidos que nos iban a dar la tranquilidad y la certeza de que nos íbamos a quedar en lo más alto del futbol local.

Qué lejos estábamos cuando comenzó todo y qué cerca lo teníamos ahora, solo quedaba jugar con los jujeños y de local, sólo una catástrofe nos iba a quitar lo que habíamos buscado final tras final y estaba ahí, a tan sólo 90 minutos.

Nervios, nervios y más nervios pero el plan seguía a la perfección, sólo había que agarrar la mochila y prepararse para ir a Rafaela.

Respiramos profundo, tomamos un poco de aire, y nos encaminamos a recorrer el ultimo tramo de un largo camino que habíamos transitado todo un año sufriendo, llorando, alegrándonos y pasando por todas la emociones que una persona normal puede pasar (pero obvio multiplicado por 22 millones de veces mas).

Un millón de comentarios, “a Rafaela lo pasan por encima” y “estos dos partidos son solo un tramite”, me decían un par de amigos. Pero yo sabía como venía la mano nada había sido fácil, entonces por qué tendrían que serlo esto dos partidos.

Y si. Así fue después del primer partido quedamos al borde del precipicio, peleamos 38 fechas para volver con un mínimo de chance al Bosque y tratar de lograr lo imposible, tratar de cambiar la historia.

Era difícil, complicado, muy duro, pero no era imposible. Solo había que hacer 3 goles y dejar que la locura se desate. Pero de nuevo las dudas y los miedos empezaban a jugar de una manera extraña en la cabeza de cada uno con todas esas hipótesis del descenso, la historia y el por qué a nosotros.

Muchas cosas por arreglar pero no teníamos tiempo, solo nos quedan 90 minutos y había que lograr el milagro.

Jueves por la noche, viernes y sábado no pegué un ojos, estaba peor que antes, solo quería que llegue el domingo.

Ahí fue cuando mi mamá se acercó y me dijo quédate tranquilo, las cosas van a salir bien. La mire llorando y le dije gracias, todos queremos eso.

Llegó el domingo y al mediodía no pude comer nada, tenía un nudo en la garganta y el corazón me quería salir del pecho. Me puse mi camiseta como cada día en el que juega El Basurero y salí caminando hacia la cancha, me cruce un amigo y me dijo “tranquilo Wally hoy lo ganan” y sin decir nada le tire una mueca que parecía un sonrisa.

El Bosque estallaba y cada una de esas almas rezaba por lo bajo y alentaban con todas sus fuerzas, mucha familia, mucho amor y mucho aguante.

Fui buscando mi lugar en la tribuna hasta acomodarme y también empecé a rezar por lo bajo. Ya estaba ahí en nuestro templo trasformándome en una mas de esas miles y miles de almas dispuestas a dejar todo en cada aliento.

Arrancó el partido y me besé el escudo como lo hago siempre, cerré los ojos y un millón de cosas pasaron por mi cabeza. Ahora si no teníamos margen de error, era todo o nada.

La gente gritaba y alentaba. Era el espectáculo más grande de amor que yo había visto y se estaba dando en nuestra casa, en nuestras tribunas.

Pero abajo en el campo no pasaba nada, la pelota iba y venia, el equipo trataba de empujar con ganas y con muchas fuerza, pero el fútbol o el buen juego no se asomaba ni por casualidad. Pero en ese momento en el que nos encontrábamos acaso importaba el buen fútbol?

Lo único que todos queríamos era empujar, empujar y empujar hasta que la pelota entrara en el arco.

La desesperación hacia que nos equivocáramos y cada ataque de Rafaela era una puñalada con destino de golpear en alguna zona vital. Pero resistíamos, alentábamos y seguíamos aferrados a esa Fe inquebrantable que nos llevaba a creer que lo imposible era alcanzable y que la hazaña esta ahí, al alcance de la mano.

Así se fue el primer tiempo, agotándonos 45 minutos de vida. Mire alrededor y vi algunas caras un poco desilusionadas y entre tantos comentarios a uno se le escapo: alcanzaran 45 minutos o nos preparamos para lo peor?

Qué pregunta!!! Nadie se animó a contestar, nadie quería pensar en eso, pero estaba ahí latente en el aire.

Creo que fue el entretiempo mas largo que viví en mi vida, no veía la hora que se asomaran de nuevo al campo de juego esas camisetas azules.

Estábamos complicados pero en ningún momento dejamos de alentar, sabíamos que en algún momento tenía que llegar, habíamos luchado tanto por eso, nos habían dado tantas veces por muerto que 45 minutos era una eternidad para lograr el objetivo soñado.

Arrancó el segundo tiempo, pero era una copia fiel al primero, otra vez Gimnasia empujaba, pero no llegaba con claridad. Algún que otro tiro desde lejos hacia percibir que lo soñado era mas que complicado.

Un pelotazo cruzado que no tenía destino pasa cerca de arco y nos hace saltar de la emoción, me estaba volviendo loco. Realmente no pasaba nada pero las ganas hacían que sigamos yendo para adelante y que sigamos alentando.

Así llego un pelotazo cruzado que parecía que no tenia destino después de ser cabeceada por un defensor, se iba para el lateral pero el “Pampa”, ese que tantos hinchas habían resistido, la logró parar, levantó la mirada, quebró la cintura y con la marca encima sacó un centro.

Perfecto? A quien le importa… Para nosotros era el centro más hermoso, preciso y perfecto que jamás alguien había tirado en toda la historia del fútbol. Por el medio del área entraba Alonso como un tornado y con la punta de su botín derecho la empujó hacia la red.

El Bosque explotó con enorme grito de desahogo y esperanza, no había tiempo para tanto festejo, teníamos que meter dos goles más. Mire mi reloj y tan solo faltaban 17 minutos.

Qué locura, el aliento tapaba todo, el corazón latía cada vez mas fuerte, una que otra lagrima se asomó para ser espectador de ese momento. Pero ya estábamos ahí de nuevo empujando y empujando. El gol ya era historia, ahora buscábamos lo imposible.

Parados en el campo de juego atacábamos sin sentido todos yendo para adelante y la respiración se entre cortaba ante cada arremetida de Rafaela. Pero sabíamos que era así, teníamos que morir en el intento.

La mecha se consumía rápidamente y más aun cuando “Tornado”, sólo frente al arco, la tiro por arriba y sin contar la “infantil” expulsión de Sosa.

En es momento (y soy muy sincero con esto) dude…

Mire de nuevo alrededor y me aferre a lo único que me quedaba, la pasión por estos colores y como una cachetada a mi duda “Luli” puso un centro al segundo palo para que el más chiquito de la cancha metiera un cabezazo y el Bosque volviera a estallar.

A esta altura no teníamos tiempo, corría el minuto 43 y sólo nos quedaba el milagro.

Pero quien dijo que los milagros no existen o que las historias no terminan con finales felices, por que al minuto 46 llego lo que ni la persona mas optimista del mundo hubiese pensado que llegara. Otro centro mas pero esta vez del pie de otro chiquito. Si de “Pili” o “Cuevitas” como ustedes prefieran.

La pelota se elevó y por otras de todos volando, suspendido en el aire y congelado eternamente en ese minuto 46 apareció de nuevo Franco. Inmortalizando su vuelo junto a ese grito de gol que se desató en la garganta de todos los Hinchas de Gimnasia.

Me quedo corto con decir que el Bosque explotó, creo que estalló o se detonó en el grito más hermoso que tiene el fútbol.

Las lágrimas se hacían presentes en el rostro de todos, lo habíamos conseguido, pero no estaba todo dicho, el partido tenía que terminar.

Otra vez mire mi reloj, decía 48 minutos, “y esto hasta cuando se iba a jugar, teníamos que seguir sufriendo?”

La ultima jugada, tiro libre para Rafaela y solo había que pasar esta, cerré los ojos, no quería ver, sentí que la gente sufría y yo no podía abrir los ojos.

Hasta que de repente la fiesta se desató, el árbitro pito el final y todo había terminado.

Yo era un mar de lagrimas no podía ni respirar y la emoción no me dejaba emitir ni una palabra, era la persona mas feliz del mundo. Logramos en 17 minutos cambiar la historia, cambiar nuestra historia, trasformando lo imposible en una fiesta total.

En ese momento fue cuando mamá entra a mi pieza, apenas había terminado el partido, yo seguía llorando no podía contenerme. Me abrazo fuerte y me dijo con una sonrisa: viste hijito todo iba a salir bien, la abrace con más fuerzas y le dije gracias, todos queríamos esto.


Walter Reyes. San Salvador de Jujuy.-

No hay comentarios:

Publicar un comentario