lunes, 15 de marzo de 2010

Todos estábamos ahí

Ser parte de la historia es fácil, solo basta estar ahí, ver, saber mirar. Aprobar o disentir, aceptar o negar...

Vivir la historia es otra cosa, es tomar partido, definir el camino, estar de un lado o del otro, no abandonar, tomar decisiones, comprometerse…

Pero cambiar la historia… cambiar la historia es distinto… es tener coraje, entrega, poner en juego la razón, dar la sangre y el alma en pos de algo eterno… y eso paso en el Bosque….

Fui a sacar la entrada, temprano, cuando todavía la desazón de lo ocurrido en Rafaela era difícil de asimilar y hablando, mientras esperábamos que se abra la ventanilla, encontré mil voces parecidas, miles de promesas…

Si ganamos, el próximo clásico no voy a la cancha.

Yo me pelo.

No, yo me voy caminando a Luján.

Yo no voy en todo el año a ver al Lobo.

Ay chicos, chicos no prometan cosas que después no puedan cumplir.

No, no, yo hago cualquier cosa por Gimnasia.

Recién vengo de Rafaela y todavía no lo puedo creer... decía una chica de unos 18 o 20 años.

Sabes todas las cosas que yo pasé con Gimnasia, decía un señor muy mayor que también estaba en la fila y que inmediatamente me hizo recordar a mi padre: “todas las que pase con Gimnasia”… sí, claro que lo se.

Fueron todas esas cosas las que me fueron trasmitidas por sangre, que están dentro de mi cuerpo, dentro de mi alma, que me hacen cada día mas tripera y que también por sangre le trasmití a mis hijas.

Desde el mismo momento en que saqué las entradas, me di cuenta que esta vez algo iba a cambiar, algo distinto se estaba gestando, desde el dolor, desde la rebeldía, desde la bronca, la impotencia pero solo quedaba esperar, confiar y alentar hasta el final.

Como tantas otras veces alguien ajeno a este sentimiento y sabiendo de mis problemitas de presión me dijo esa misma mañana: “andá, pero hacete la idea de que las cosas quizás no salgan como vos pensas” y yo mire a esa persona y pense…. que le voy a decir si no entiende, no sabe, nosotros somos una raza hecha de fierro inquebrantables, eternamente pasionales y definitivamente unidos en un solo canto, que en los momentos mas difíciles se torna alarido… no importa lo que pase vamos a estar ahí…

Ese 12 de julio seria un día largo… el desafío inmenso y necesitábamos todas las fuerzas supremas para lograrlo… Agarre el banderín que me regaló mi padre cuando tenia 4 o 5 años y lo guarde en un bolsillo y fui a buscar la bandera, ese preciado tesoro, una bandera que alguien me encomendó que cuidara cuando yo era muy chica.

El dueño de la bandera fue parte de la mas cruel historia de nuestro país… parte de los 30.000 desaparecidos. Yo casi no me acuerdo de el, era un vecino, su rostro se desdibuja por el paso del tiempo, solo recuerdo verlo pasar junto a su grupo de amigos envuelto en su bandera… nuestra bandera…

Una tarde, su madre ya desesperanzada de volver a verlo y cuando buscaba lejos del país alguna respuesta, me la dejó, dijo que era para mi, porque sabia que compartíamos la misma pasión, y yo no le pude decir nada… todo me resultaba difícil de entender… solo me prometí a mi misma que la guardaría y cuidaría siempre… y que un gran día la pasearía por toda la ciudad, quizás un día en el que festejemos una gran alegría, quizás algún día distinto, un día que necesitemos de esa energía vital para ser, sentir y transformar nuestra historia.

Una bandera… miles de banderas entrelazadas por el aire, desde el cielo eternamente, desde nuestro glorioso estadio, desde afuera, porque ahora dicen que sólo entran 20.000 almas… ¡que sabrán! ¡Sí estábamos todos ahí! se sentía, no se necesita saber contar, éramos miles, cientos de miles, millones… ¡que importa cuantos! convocados por una fuerza extraña, algo difícil de entender…

Y cuando el frío de ese mes de julio presagiaba lo peor… se escuchaba el alarido de “la 22”

“Porque al Lobo lo quiero lo vengo a alentar, en las buenas y en las malas mucho mas….”

Y en cada canción, (yo poco podía cantar, creo que solo gritaba, porque un nudo en la garganta me impedía afinar), podíamos sentir la fuerza de la verdad…

“… Las buenas ya van a venirrrrrr, al lobo lo hace grande su gente y……”

Y cuando sacamos la voz del aliento desde lo profundo de las gargantas, lloramos desde las entrañas y expusimos todas nuestras fuerzas, comenzamos a desenredar la historia

“… Lo que importa es la gente que es lo mejor que tenemos, alentamos en la tierra, pero también desde el cielo…”

Uno… dos… y finalmente con la entrega y la grandeza de un abrazo verdadero y fiel, el tercero…

… Y así por la fuerza que profesan los grandes sentimientos, aquellos que permanecen en el infinito, pudimos manifestar todas las sensaciones del alma, confluimos todos, pasados, presentes y eternos, en un solo fluido de sangre, capaz de revertir la realidad, aquello que según algunos estaba sentenciado. Por eso cuando sacamos afuera todo lo que poseemos dentro y lo transmitimos a nuestra manera, pudimos cambiar las cosas…

Y esta, nuestra historia no tiene final...

Es pasión, es amor y seguirá por siempre mientras algo azul y blanco continúe flameando… y hasta que la ultima gota de aliento expire…


Sandra Obeaga. La Plata.-

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