viernes, 30 de abril de 2010

Barcelona azul y blanco

Hace una semana que casi no duermo, me atormenta esta desazón de no saber que va a pasar, la angustia de estar viviendo en Barcelona y no poder estar conteniendo a mis hijos, que siguen aún con más pasión esta hermosa locura. El poder contener, resulta supuestamente del hecho de estar más curtido, uno supone que se puede acostumbrar a todo esto, pero cada golpe siempre parece el nocaut, fueron tres golpes demoledores y mis uñas están clavadas en las palmas, por impotencia, por angustia. Sinceramente, mi vacío no sería tan grande si podría fundirme en un abrazo con ellos.

Anoche pude dormir sólo unas horas, hoy es el día “D”, tuve un sueño que me ha renovado la confianza, he soñado con mi suegro, el abuelo de mis hijos, un tripero que hasta cuando estaba muriendo en el hospital, me preguntaba como veía al Lobito, me invito a un viaje maravilloso, en primera instancia me dijo que escuchara dentro de mi corazón, de forma mágica comencé a reconocer las voces del “Negro” José Luis, del “Loco Fierro”, “El Gordo” Montesino, de Barreda, mi tío que murió hace muchos años y no podía entender que estaba pasando. No me hablaban a mí, se sentía como un archivo de la palabra gimnasista. No podía dejar de derramar lágrimas. García me decía, esto es solo el comienzo. En ese preciso instante, comencé a ver imágenes del Bosque, cada detalle, hasta los árboles más antiguos que custodian los jardines del templo. Veía como el pasado y el presente se juntaban, la historia me pasaba como un fotograma, donde se veían las alegrías en colores y las tristezas en blanco y negro, pero con una particularidad, en los momentos más duros, las lágrimas eran azules y blancas. Me encontré camino al viejo Buffet del club, pidiendo un vaso de vino, como antes de la década del ‘80, cuando todavía estaba en pie la chimenea en la tribuna que da a espalada a las facultades, no podía dar crédito a los que estaba viendo, apoyado contra una columna estaba Julito, con el “Negro” José Luis, más allá debajo del tilo a un costado de la pileta infantil, estaba el Dr. Favaloro, abrazando a un abuelo que no dejaba de comerse las uñas de los nervios, mientras el Barba no dejaba de comer semillitas y derrochando como siempre optimismo. Mi viejo, charlando con su cuñado Barreda, como cuando era chico. Los pibes de las barriadas organizando sus banderas, entre todos esos personajes, La Granja, El Mondongo, Ensenada, Diego Vale Fer, Parque San Martín, Fede, Javi, y todas las filiales, ellos también ya forman parte de la historia. Que locura, pero que hermoso estar viendo estos recuerdos y percibir estos sentimientos que tienen pasado, pero también tienen futuro. Creo que todo tripero necesita convivir con estos fantasmas y ser parte de ello.

Me desperté llorando de emoción, como describir un sentimiento, como poder expresar con palabras algo que se siente, toda frase o palabra queda pequeña, cuando asoma lo que se siente.

Corrí temprano a hablar con mis hijos, teniendo en cuenta que hay cinco horas de diferencia, a darles fuerza, o que ellos me la den a mí, no les comenté nada de mi sueño, en realidad no pude decir nada cuando ellos me dijeron, como si se hubieran aprendido el libreto de memoria, “gracias viejo por habernos hecho tripa”, se me acabaron todos los argumentos, ellos estaban con la fuerza que yo no tenía, todo lo que había pensado decirles, ya estaba de más, sólo les pedí que me sintieran muy cerca de ellos mientras duraba el partido.

Regresé a mi apartamento y comencé el proceso de la espera, con la angustia y la soledad como compañeras, después de interminables termos de mate, ordenar mil veces lo ya ordenado, creo haber hecho medio camino de Santiago dentro el departamento, esperando el partido. Cuando comenzó, lo estaba escuchando por internet, con una diferencia en la transmisión de cinco minutos, que les voy a contar de las promesas, las cábalas, los rezos, todos hemos pasado por ello, sólo puedo contarles que en un cuarto piso de Cornellá de Llobregat estaba ondeando un trapo azul y blanco. Mi agonía duró cinco minutos más, pero no podía contener las lágrimas de emoción; me llaman al celular, eran mis hijos, desde la cancha, nos unimos en la felicidad, que da ver esfumarse tanta angustia acumulada.

Tornando la calma, ya sin la angustia pero con la soledad de no poder compartirlo con todo ese pueblo borracho de placer, invité a mi soledad a brindar con un Fernet con Cola, para recordar los viajes a todas las canchas del país.

Antes no podía dormir por la angustia, ahora no lo podía hacer por la excitación, me conecté a internet y se habían reunido en lo de Javi, todo el grupo de chicos que solíamos viajar, incluyendo mis hijos, el día 12 de julio ya estaría marcado en mi memoria por la hazaña y la inmensa felicidad de ver que cada uno de los triperos que viajaba se había acordado en algún momento de mi, ya no me siento solo, tengo una gran familia, la familia gimnasista y por supuesto tengo a mis queridos fantasmas, que seguramente deben haber pintado el cielo azul y blanco.


Paulo Zuccoli. España.-

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