domingo, 4 de abril de 2010

Para mí que Niell mide 2 metros

El Lobo ya estaba en la B.

Necesitábamos hacer dos goles en 5 minutos y teníamos dos hombres menos en la cancha. En las tribunas del bosque el triperío era una maraña de nervios que alentaba. Pero en tiempo de descuento, Franco Niell, el petiso de 1,62 m. metió dos goles de cabeza. La locura, el descontrol y la alegría.

El Lobo sigue en la A.

Mi hermano Bernardo decía ayer que esto no pasa ni en un cuento de Fontanarrosa.

Recién el gran Horacio Pagani dijo en Estudio Fútbol que ayer el hincha de Gimnasia vivió lo máximo que puede vivir un hincha de fútbol.

Los dos están equivocados. Para mí fue mucho más que eso. Por un lado supera por amplia ventaja a la ficción que se le puede llegar a ocurrir al más fantasioso de los escritores. Y sobre todo mucho más que la realidad que pueda llegar a analizar cualquier periodista verborrágico. Reducir a un tripero a ser un simple hincha de fútbol es una equivocación.

Todos los triperos sabemos muy bien que el Lobo es mucho más que 11 boludos corriendo atrás de una pelota. El Lobo es pueblo, es identidad popular fortalecida y enfatizada por el odio hacia ese club de mierda, gorila, de elite, turbio y tramposo que son los rayados de rojo y blanco.

Estuve toda la semana repitiendo una estrofa de los Redondos (triperos y populares) que me marcó a muerte en estos últimos meses; esa última estrofa de “Yo caníbal” que dice “…Voy al coliseo a prenderme fuego... por favor! que el adiós no se alargue (me cansé de tanto esperar) CUANDO EL FUEGO CREZCA QUIERO ESTAR ALLI”.

Y estuve allí, caminando por el pasillo de un lado para el otro, como desde hace más de 25 años, para “sentir” al lobo y no para verlo. Con el fuego sagrado de la hinchada tripera. El pasillo se convirtió en una marea humana que iba de un lado para el otro. Me la pasé llorando como loco, con mis hermanos Lelu y Ber; también con “el negro” Andrés y su hijo Marquito. Se sumaban por ahí Fefo, “el gordo” Julián, Javi “el ventaja”. Pero sobre todo me abrazaba con “la pilla” Laurita, que en el último momento decidió venir por primera vez y pase lo que pase al bosque; que lloraba como todos nosotros y me gritaba "no sé por qué lloro". Yo creo saber porque lloraba… el fuego crecía y ella también estaba allí (me pasó algo ridículo, en el entretiempo le tuve que recordar que si no metíamos tres goles, nos íbamos a la B… pero me parece que me lo estaba diciendo a mi mismo para entrar en razón).

Luego el pueblo copó 7 y 50. Nosotros con mi viejo y mis hermanos llevamos nuestra bandera, esa que jura “no importan las copas, el lobo toma del pico” y fiel al trapo no paramos de tomar birra, luego seguimos escaviando un whisky y un fernet. Mi viejo Pascual estaba re loco con nosotros (mi vieja me contó hace un rato que vomitó toda la noche como un gil; pero para mí en realidad se sacó de adentro todo el garrón acumulado durante un año).

Que quede claro, si descendíamos también íbamos a copar 7 y 50. Se rumoreaba que la contra iba a ir con cajones y velas a festejar nuestra desdicha, aunque todos sabemos que a ellos no les da el cuero para enfrentar a un tripero. Pero sobre todo sabemos que no nos íbamos a ir a nuestras casas con la cabeza gacha. Podríamos haber caído en desgracia, pero la efervescencia de nuestra identidad iba a explotar desde lo más profundo de cada uno de nosotros, y nadie se iba a burlar de nuestro infortunio.

La vida y el fútbol me enseñan y me obligan todo el tiempo a ser racional, a ser un hombre lógico y pensante. Pero yo cada segundo de mi vida elijo ser tripero.

Ah me olvidaba... estoy seguro que Niell mide dos metros... por lo menos eso es lo que le voy a contar a mis nietos dentro de 50 años, cuando les cuente como fue el día que la historia se partió en dos.


Germán Greco. Tolosa. La Plata.-


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