viernes, 30 de abril de 2010

La promesa

Era muy difícil… sabíamos que era muy difícil. Volvimos de Rafaela con una pena… recordábamos la última vez que habíamos ido al descenso, pero primaba más la epopeya de la vuelta, de los partidos contra Racing, Flores, Gabriel Pierino Pedrazzi... epopeya, el “Charly” Carrió… Sentimiento de epopeya era lo que se sentía pensando en aquella vez, pero esto era distinto… Para salvaguardar la mística llamé a los compañeros de militancia y todos iban, ahora más viejos, con sus hijos y esposas y fui hasta la casa de Jorge y María a buscarlos para compartir la tribuna.

Ellos vivieron el regreso a la “A” desde México, desde el más absoluto silencio del exilio.

Con las viejas camisetas, la bandera en jirones y el corazón y el sentimiento intacto, nos acercamos a la cancha, a vivir nuestra pasión, nuestro pedacito de esperanza revolucionaria. Jorge estaba vestido todo de verde oscuro… parecía un “kivi”.

Minuto a minuto fuimos disfrutando cada circunstancia del encuentro, silbido y algunas puteadas para una concentración policial desconsiderada, el jefe de la seguridad privada y su camiseta bajo el sacón, las caras de la gente que esperaban que pasara el momento y que todos nos encontráramos en 7 y 50.

El pasado y el presente en un instante… mi viejo, que me llevó a la cancha de chico y me dijo que eligiera, mi amor por la camiseta, mis tardes de pileta, mi llanto en el ‘79, alguna novia siguiendo campañas, el penal errado contra San Lorenzo en la “B”… y esta chica rubia que rezaba un rosario y un muchacho que puso una estampita de la virgen desatanudos y María que insistía en decir:

-los partidos hay que ganarlos en la cancha y en la tribuna, no rezando…” y nuestras risas con Jorge comentando

-es una marxista clásica, jajaja, el opio de los pueblos, jajaja –

Todo se hizo silencio, todo fue grito, todo fue ojos, manos, saltos, pero el partido iba y venía y nada cambiaba. Me dolía escuchar a los de Rafaela que cantaban tan enérgicos en su evidente regreso a la “A”, pero no había pautas de poder rescatar el partido…

El flaco de la colita en el pelo me pedía que no me moviera del lugar donde estaba. María me miraba y me decía

-¿y?

Mi hijo se abrazaba a la bandera… las miradas expectantes daban muestra de la situación. Marcelo Lofeudo sacando fotos en la cancha se agarraba a la máquina con marcado temor y llegó el gol de Alonso. Muchos no lo pudimos gritar, no sabíamos si gritarlo… no sabíamos… los corazones pulsaban para que todos fueran adelante, pero no sabíamos… a los 42.56 el propio Alonso la pifia frente al arco, pero nadie decía nada, la gente se tocaba, se miraba.

El juego es así, lo que no sucede en muchos minutos sucede en una jugada de Aued a Niell y gritamos el segundo gol… y Niell tiró una patada voladora eterna cuando fue a buscar la pelota y nosotros nos abrazamos, nos besamos… Recordé a esa mujer que amo y a quien me hubiera gustado tener a mi lado. Jorge tenía los ojos llenos de lágrimas y me apretaba el brazo y el mundo paró en el Bosque, el mundo se tiñó de azul y blanco y Cuevitas, como de paseo por la 8 peatonal de los sábados, paró, enganchó y como viniendo de otro mundo Niell volaba y de cabeza ponía el 3 a 0.

Alguien que no se desde donde salió me abrazó, yo solo lloraba, solo miraba la cancha como un chico y pensaba en mi viejo que me dijo “elegí” y sentí que había llegado el día que esperaba, el grito… ese grito sagrado del hincha…

La gente se abrazaba, se besaba, volví a pensar en ella en esos momentos y de pronto Jorge se me acerca y me dice llorando:

-cuando vaya a San Juan voy a llevarle una botellita de agua a la Difunta Correa…

-¿A quién? dijo María secándose las lágrimas…

-a la Difunta Correa

-¿desde cuando haces promesas a la difunta correa?...

-la hice hace un ratito…

La gente deliraba en sus festejos, yo escuchaba la conversación entre mis lágrimas y la risa del planteo de María:

-Jorge… 40 años casados y ahora me entero que le haces promesas a la Difunta Correa

-Siiiiiiiiiiii - gritó Jorge – si, le prometí que si no nos íbamos le llevaba la botellita y se la voy a llevar-

A nuestro alrededor la gente saltaba, lloraba, gritaba, perdía el aire y Jorge acentuaba su discurso:

-no nos vamos, carajo, no nos vamos. Gracias Difunta, gracias!!!!!!!

El “uhhhhhhh” de la pelota que Bisconti hizo rebotar contra un compañero hizo que volviéramos al partido, el pitazo final, hizo que los abrazos se multiplicaran y que todos saliéramos de la cancha abrazados, embanderados. Jorge y María caminaban sin hablarse.

“El Opio de los pueblos”… me dije y vi una calle eternamente azul y blanca que albergaba a miles de sonrisas…

“El opio de los pueblos”…me dije y apreté bien fuerte la crucecita con mis iniciales y sus iniciales y ella me vio cruzando plaza San Martín, mientras un patriota revoleaba la bandera tripera subido al caballo del libertador.

“La sonrisa del pueblo”… me dije y abrazado a Jorge vestido increíblemente de kiwi, lloramos por la camiseta, que era la alegría del pueblo… y me sentí yendo a la cancha una noche con mi viejo… y sí viejo, elegí…


Roberto Moscolini. La Plata.-

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