domingo, 4 de abril de 2010

¿Lo han vuelto a ver?

Todos íbamos casi, como en un cortejo fúnebre.

¿Estamos todos?- pregunto el conductor.

Y cada uno fue mirando a ver si estaban todos los asientos ocupados. Un par se paró y miró hacia delante y hacia atrás.

-Completo –dijo Marcelo y se sentó.

El micro apagó las luces y comenzó a circular saliendo lentamente de la ciudad.

Un pibe atrás mío empezó a putear de manera incontrolable, el que lo acompañaba lo freno -¡Para loco, ya paso! ¡Para!

Había subido más de uno con los ojos rojos al micro y nadie decía nada. Inundaba un ambiente pesado, denso, de mucha emoción controlada.

Alguien abrió un paquete de galletitas, se escuchaba ese crujir del envoltorio.

-¡No ponga la radio por favor, chofer!-había pedido otro desde un asiento ultimo.

Se escuchó como un gemido y un asomo de llorisqueo de un asiento vecino. Una voz enérgica de otro, increpándole y pareció que lo había detenido, pero el pibe se largo en serio a llorar.

-¿Cuantas cosas pasaran por esa cabeza? –pensé.

Nuevamente el silencio que duró un tiempo hasta que el micro paró en una estación de servicio donde la mayoría bajo. Los pasajeros, aprovecharon para pasar por los sanitarios o aflojar un poco las piernas y en el servicie consumieron algún sanguche, un alfajor, chocolates, bebidas o un jugo.

Parecía que ese relax, era necesario y que fue una buena pausa para mitigar en algo lo de esa tarde.

Nuevamente el chofer, preguntó -¿si estaban todos? y el muchacho gordito que estaba sentado en un asiento delantero, fue por el pasillo hasta el fondo y volvió – ¡si señor completo!-afirmó

Pero no se sentó, el micro estaba con las luces encendidas en su interior y aun no había comenzado la marcha.

Miro a todos cada uno de los presentes que seguían comiendo o tomando alguna bebida y en un tono desafiante inicio su exposición...

-¡Les juego a todos Uds. una cena, lo que quieran un costillar, un cordero, un lechón que a Rafaela le ganamos el domingo! ¡Ahora y que están mas despiertos! ¿Escucharon bien, no? ¡Si pierdo yo pago!-y continuo con su arenga.

-¡No crean, ni por asomo, que yo me voy a achicar, o que yo no voy a a pagar, o no voy a cumplir mis promesas! ¡Sepan todos ustedes señores, que me enseñaron desde chico a ser responsables de mis actos y de mi palabra! ¡No conozco la opción de la ventaja o de aprovecharme de otro! .Para nada -reafirmó.

-¡Lo que yo digo lo cumplo a rajatabla sin agachadas y sin ningún tipo de ninguneo no eso no es para mi! ¡Yo asumo y mi palabra es ley! ¡Soy como un tábano que se monta arriba de un caballo y por más que corcovee, yo no largo prenda me quedo ahí pegado a la piel de las verijas!

-¡Así es señor no estoy para el macaneo ni para decir una cosa por otra! Y estoy tan caliente que me atrevo a jugar por algo más, por lo que me digan!!! Otro cordero, un viaje a Uruguay, una bicicleta, el mejor hotel y la mejor mina, todo lo pago yo!! -esto si lo dijo con una tremenda rabia.

-Y me sorprendió, el loco este. No lo conocía ni lo había visto antes. Me di vuelta en el asiento y le pregunte a Segretin ya veterano, o a Fernando vitalicio si lo conocían, pero me contestaron casi al unísono los dos - no lo tenemos visto- afirmaron.

En un marco así después de un partido como ese, donde la racha, la suerte o nuestra mala leche nos dejo casi afuera, que un tipo, un desconocido apareciera así, casi en la penumbra de los sentimientos futboleros era de una extrañeza incomparable.

Pero el estaba ahí vivo, cerca nuestro. Continuando con su predica y su énfasis. Nos toreaba el chabon.

- Y sepan que esto no solo lo voy a pagar solo así pelado, me encargo de la ensalada, la cerveza el vino, las gaseosas y el postre y lo que mas quieran apostar, pero no me voy a quedar así nomás llorando por dentro o con la melancolía del pasado.¡Por eso locos, yo no me voy a quedar caliente así nomás! -no el domingo la rompemos-dijo con una seguridad envidiable y hasta sorprendente…

Me agradaba el relato del pibe, había tanta fe, tanta convicción y además desplegaba una gran energía para con los demás, agotados y entristecidos por lo sucedido.

Me levanté y me acerqué dos filas atrás donde el Negro y el Gato inseparables amigos estaban semidormidos, porqué tenía una tremenda curiosidad por saber quien era. El Negro bostezando –ni idea-me dijo y siguió dormitando. Al Gato no quise despertarlo.

Mas atrás venía González que había venido especialmente de Necochea, y se me ocurrió que por ahí era de esa zona -no Seba, no se ni quien es. Pero qué bien nos hace un tipo como estos ahora-dijo con mucho énfasis.

Y parado ahí delante en la combi cerca del chofer que no dejaba de mirarlo por el espejo retrovisor, quizás sorprendido, quizás pensando en una locura interna que se había desatado en el. Con esa acción desafiante y nada racional, lo típico de un hincha, de una fana. Solo orgullo, orgullo, bronca y desafío.

-¡Así que el que se quiera bajar del caballo, que lo haga ahora aclaremos los tantos yo le tengo fe! ¡Por eso me la juego, éstos rafaelinos se la van a tener que comer entera y doblada!

Y el ahí comenzó a reírse, y su risa apareció en ese momento justo y necesario, Apareció en la cara típica de los gordos con esa mirada amplia y generosa, sonrisa que no es igualable a los que tienen otra fisonomía.

Uno del fondo empezó a arengar y se inicio el griterío. Fue en ese espacio de la pausa, de la vuelta a la normalidad, que permitió no mantener ese agobio, que estrangulaba a la garganta de los que veníamos dormitando y que nos despertamos con ese: DALE LOO que nos energizaba, fortalecía e inundaba el silencio casi sepulcral del vehículo.

Todavía tenía el gorrito en la cabeza y parecía dispuesto a todo. Me sorprendió la fe, la confianza, esa garra que seguramente lo acompañaba en su vida. No había un titubeo, una vacilación. Por momentos pensaba que estaba alucinado, qué algo había tomado para sentirse así con fuerza y esa entereza. Porque el ambiente no era el mejor, más de la mitad de los pasajeros estaban quebrados, exhaustos, muy golpeados.

-¡Así que la apuesta esta, lechón, asado, cordero y todo lo demás!

Era imposible para mí digerir todo lo que afirmaba. Es más a mi me parecía despertar de un mal sueño, de una mala noche, de esas resacas con ron, frutilla, cerveza, durazno y daikiris. Me dolía el cuerpo, me sentía embotado y hasta con náuseas y lo veía a el ahí enhiesto, sólido e insobornable. Pensaba sencillamente que este pibe estaba re loco y alucinado que no había sentido el golpe, que no había percibido la historia, que no había caído en uso de la razón, que estaba empecinado en algo que podría ser irreversible.

-¡Vamos Gimnasia, vamos todavía!! Aguante tripero! -alentaba el que se mantenía parado ahí apoyándose por momentos en uno de los asientos, en otros charlando con el chofer.

Habían ya pasado unas cuantas horas del viaje y nos estábamos acercando a la ciudad. Se encendieron las luces del micro y la visión era de un lugar arrasado para mí con la imagen de nuestros acompañantes pero no para el muchacho que se mantenía entero.

Pero quien se iba a animar a apostar en contra de uno mismo, quien estuviera en sus cabales no iba a admitir una derrota para ganar una apuesta, nadie, nadie en su sano juicio. Ninguno de nosotros porque era estar en contra de nosotros mismos. Eso era para otra gente, para otras comunidades o grupos pero no para los hinchas. Esos códigos están descritos, impresos, grabados y hasta esculpidos en las rocas y piedras milenarias que nos se borran ni se pueden anular ni con el paso del tiempo. Porque si bien éramos concientes, no desconocíamos que había que hacer una hazaña.

-¡El domingo cambiamos la historia, ni héroes ni hazaña! Reafirmo el chabon, como si supiera mis pensamientos. Tenemos equipo ahí con CUEVITAS y NEILL con esos pequeños lo cambiamos todo. Tenemos corazón y unos huevos enormes, ni con TETE ni con RINAUDO lo vamos a dejar pasar, que ojo por ojo y diente por diente. Que asado me voy a comer. ¡A ver quien sale, arriba el ánimo! –y continuaba con su predica como si no hubiese sentido esa tormenta.

-¡El pibe AUED la va a romper, Maldonado va a partir al medio al que se asome, MESSERA va a distribuir y la va a hacer rodar, y ni te digo CHIROLA que va a dejar la vida! ¡Que tienen ellos, a ver quien me refuta, a ver a quién o creen que nos van a madrugar como hoy!

Y desafiaba a si, a todos, que nos fuimos poco a poco alentando con su propia fe. Que comenzamos a descubrir que era todo posible y que si teníamos con que, y sobre todo una historia.

Todo cambia- pensaba yo. Y esto no era un imposible y comenzaron a sumarse algunos dormidos, y los otros despiertos también opinaron y los más grandes nos dieron la confianza y hasta el chofer que había estado muy medido -se animo decir-¡que no nos iban a ganar y que íbamos seguir en primera!

Al terminar el viaje me confeso que el era de Nacional porque era uruguayo.

Mientras el gordo que parecía un gran organizador ya estaba tomando todos los teléfonos para después reunirnos y festejar.

Pidió un lápiz y un papel y comenzo a anotar nombre, celular de cada uno: Patricio, Francisco, Juan., Marcelo, Ignacio, Abel, Jorge, Pelado, Seba, González, Negro, El Gato, Rodo, Pocho, Seba, Villar, Segretin, Fernando.

¿Están todos? - y repitió los nombres de cada uno.

Yo todavía inquieto por saber de donde venia le pedí el celular, que me lo anoto en un papelito.

Quedamos en vernos cerca de la ochava de la tribuna del bosque porque del otro lado, cómo cabuleros no pensábamos ir.

Al bajarnos del vehículo nos golpeo suavemente el pecho a cada uno, como si hubiera sido el viejo. ¡Hasta el domingo! ¡Hasta el domingo!-no recordó a todos.

Esa semana lo llame estaba curioso por saber de donde era. El celular varias veces me dio ocupado

En una de esas llamadas alguien atendió,-¡Hola soy Seba -dije-¿ te acordas de mi, del micro ,del partido con Rafaela? Una voz del otro lado no reconocible me contesto amablemente que estaba equivocado. Ese era otro tripero- pensé.

El sábado llamé nuevamente pero nadie contesto. Reiteré varias veces ese día pero el teléfono estaba desconectado.

El domingo estaba ansioso por para volver a verlo y recibir esa energía, o ese pragmatismo de algunas personas, que tanto los diferencia de otros…

En la tribuna no estaba, pregunté a un par si lo habían visto pero no lo encontraban.

Ni me acorde de el después de lo sucedido. ¡Y menos al terminar el partido!

¡¡Como pensar en eso, estaba viviendo otra cosa, otra vivencia, un mundo nuevo!!

Nunca más volví a verlo.

Y eso que recorro, por mi laburo, todas las calles de la ciudad.

A veces pienso que fue un fantasma o quizás esa alma oculta que tenemos todos y no la abrimos nunca.

Pero si estoy seguro que esa fe de este muchacho estaba en los que ese día se pusieron la azul y blanca.


Rodolfo Antonio Urbina. La Plata.-

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