domingo, 4 de abril de 2010

Mi realidad

El día que cambiamos la historia, todavía no empecé a escribir y ya se me caen las lágrimas. ¡A veces ni yo entiendo este amor que siento por Gimnasia!

Voy a empezar mi relato con una confesión, mientras caminaba por las calles de Rafaela, después de semejante derrota y empapada en llanto, intentaba escuchar el aliento que mi papá me daba, asegurándome, prometiéndome que íbamos a dar vuelta el resultado, A CAMBIAR LA HISTORIA, A CAMBIAR LA RACHA, pero mi mente, mi cabeza no encontraba solución alguna.

Odioso 9 de julio, olvidable. El viaje, los nervios, todo, tristeza, desazón, angustia

Tres días, 72 horas, eterna espera vivimos, y yo tuve que ver con estos ojos como mi papá y mi hermano se iban a la cancha y me dejaban acá, en mi casa, ya que era lo mejor para mi, sí, para mi salud, yo necesitaba estar en la tribuna, con la gente, con mi gente, viviendo el partido ahí, no mirándolo por televisión, pero se suponía que acá, iba a estar mas cuidada y contenida... puras mentiras!

Mi mamá, mi abuelo, el televisor, Dalto en la radio, y yo , todas las cabalas y ninguna, algunas si y algunas no, ¿lo escuchamos por la radio o por la tele?, mi mamá que es una histérica, que no sabia si mirarlo o no, que hasta ni escucharlo quería, insoportable, y yo cinco veces mas histérica que ella.

La desesperación, la histeria, alteración o como se llame que se vivió en esta casa no tiene explicación, no la voy a poder plasmar en estas hojas siquiera. Pero por fin silencio, Dalto me dedicó la formación, intentó darme más palabras de aliento todavía pero ya estaba nula, ya lloraba, y ya se escuchaban las bombas de la gloriosa 22, desde nuestra casa hasta mi casa, se escuchaban las bombas, y es lejos, bastante lejos.

No podía estar sentada, no podía estar parada no podía estar, no me entraba el sentimiento en el cuerpo, no me entraba el alma, nadie me hablaba, pasaban los minutos y la pelota no entraba, y mi hermano que me mandaba mensajes, y la cara de mi abuelo, bichito de mi corazón que perdía su luz, y se opacaba, y se enojaba, y puteaba, setenta y tantos años vividos y teniendo que padecer algo así, no tenía palabras, no tenia aliento, necesitaba gritar, necesitaba romper su garganta junto a la mía con un deseado gol, pero rápido, ya, ya, dije ya, los minutos pasaban y la pelota no entraba, y no escuchaba nada, no veía, y me agarraba la cara, y las manos, y la panza, se me estaba saliendo el corazón del pecho, eran minutos y minutos y mas minutos perdidos y las esperanzas se me iban, no había nadie ni nada que me las devuelva, perdía la fe, y terminaba el primer tiempo…

Con la cara totalmente desencajada, fuera de mi, busque con la mirada los ojos de mi mamá, necesitaba que sus ojos me transmitieran paz, necesitaba paz, se me salía el corazón, pero no tuve respuesta, ella fumaba un cigarrillo tras otro en la cocina.

Sí dije que es histérica y no mentí, ahora aclaro que además de ser histérica ella y yo, estamos todos totalmente locos acá adentro, tan locos que cuando no lo resistió mas se fue a encerrar al lavadero para no escuchar nada y rezarle y pedirle un milagro a mi abuelo, el papá de mi papá.

Empezó el segundo tiempo, y a los 12 minutos a un jugador de Rafaela se le ocurrió sentir una molestia muscular, pedir el cambio y retirarse de la cancha con una lentitud incalculable, y tras los acontecimientos que ya sabemos terminamos con la expulsión del Tete… y ahí el horror, no solo nos quedábamos con 10 al igual que Rafaela sino que yo me quedaba sola.

Mi abuelo acto seguido a la expulsión se levantó y sin decirme nada se fué a su casa, mi mamá que seguía en el lavadero encerrada, y yo sola, gritando, llorando pataleando, pidiendo por favor, somos Gimnasia loco, somos de primera.

No me pregunten que paso los minutos que siguieron porque no lo sé, solamente me acuerdo ver a “B”isconti solito arriba y a los demás adentro del arco, y de repente gol, ¿gol? Si, GOLLLLLLL, gol de Alonso gol gol golllll 1 a 0, 30 minutos habían pasado y gol, no grité, no podía gritar porque no me salía la voz, miraba el televisor, subía el volumen todo lo que podía y como podía y lloraba, lloraba de una manera que no había llorado nunca, era llanto que venia de muy adentro mío.

Estaba desparramada en el suelo debajo de la mesa de la cocina, cuando sentí entrar a mi mamá, todo en fracción de segundos, había subido tanto el volumen y puteado de una manera tan grande que había pensado lo peor, pero cuando supo la realidad, volvió a su lugar, a hacer lo que debía, pedirle el milagro al viejo Moretti, 2 mas faltaban, 2 solitos más..

No veía porque el llanto no me dejaba ver, ya no me importaba como se movían o dejaban de mover los jugadores, me importaba el tiempo de vida que le quedaba al partido, cuarenta minutos y me expulsaron al Pampa, y se moría el partido, me moría yo, cuatro eternos minutos, uno solo para los 45 y gol, gol GOL OTRA VEZ GOL 2 a 0, no entendía nada, fue mas agonizante que el primero, faltaba un solo minuto, mas el descuento y estaba tan cerca del milagro, tan cerca pero faltaba tan poco.

Solamente lloraba, lloraba con llanto de angustia, desde lo mas profundo de mi, estaba sola, sola con el televisor y abrazada a la pata de la mesa llorando, si el destino me jugaba tan mala pasada y todo terminaba así no se lo que hubiera pasado, pero no, un enano volador me enseño que los milagros existen, milagros o lo que fuera que sean existen, y pude gritar, grite GOOOOOL con voz desgarradora porque así estaba, desgarrada, tenia el corazón lastimado, la pasión ya me dolía, y pasaban los minutos hasta el final en los que si mal no recuerdo lo único que hacia era pedirle a la virgen, a Dios y a mi abuelo que me cuida desde el cielo por favor, por favor..

Y terminó, la pesadilla terminó, la hazaña, el milagro terminó, Gimnasia era de primera y de primera no se iba a ir, y grité, grité y mi mamá, que se había acordado que me estaba muriendo en la cocina me vino a intentar levantar del piso, y lloraba ella, y lloraba yo, y no tenia fuerzas para levantarme, no podía, había dado todo, y en el piso cantábamos y gritábamos, y mirábamos a los jugadores, a la tribuna, nuestra gente… y mi abuelo, que también sobrevivió a semejante locura vino a nuestro encuentro, y si yo con 18 años lloraba desgarradamente como un bebé, nadie va a poder imaginar como lloraba él, nadie me va a borrar la imagen que tengo guardada en el corazón, sentado con la cabeza apoyada en los brazos cruzados sobre la mesa, agradeciendo y preguntándose porque tanto sufrimiento, llorando desde adentro, llorando con el alma llena de locura, de nervios, de alegría…

Increíblemente esta es mi historia, mi realidad, así lo viví, así lo vivimos acá, con locura.

Después de calmarnos y festejar obviamente recibí el reto por semejante estado al que había llegado, los nervios me habían ganado y se habían apoderado de mi, la PASIÓN se había apoderado de mi… esta hazaña fue una prueba que me puso la vida para demostrarme cuales son las cosas que realmente valen la pena, lo que se puede amar y quizá no se sabe, Gimnasia es una de esas cosas, Gimnasia no tiene explicación, se vive y se siente y solo los que compartimos esto tan lindo lo podemos entender, lo viví con adrenalina, como si hubiera sido el fin del mundo, aunque bien sabía que esto no iba a cambiar mi amor, simplemente sabía que no nos merecíamos una desilusión, un sufrimiento así, pero al fin y al cabo terminamos donde teníamos que terminar, y tuvimos nuestro merecido final feliz…

Lucia Moretti. La Plata.-

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