jueves, 25 de febrero de 2010

Que suerte que fue cierto

“El 3 a 0 final pareció sepultar las ilusiones de Gimnasia de mantener la categoría, ya que debe ganar por tres goles en La Plata, e hizo que el sueño de Rafaela de retornar a Primera, después de cinco años, comience a tomar forma”. Cosas como estas, me cansé de leer los días previos al 12 de Julio del 2009.

Estábamos golpeados, nadie lo podía creer. Teníamos un pie en el Nacional “B”, algo que los de mi generación jamás pensamos que nos iba a pasar.

El primer partido en Santa Fe ya era historia, ahora se venía la revancha en el Bosque, lo cual implicó una semana sin dormir. No era para menos, nos volvimos con un 0-3 en cada uno de los micros y autos que habían salido de La Plata.

Llegó el día, como olvidarlo, pero también doy gracias a Dios por haberlo vivido. Hicimos lo de siempre, no por cábala, sino porque sentíamos que estábamos librados a la suerte. ¡Igual ojo eh!, siempre con la fe intacta, ni este grupo ni nosotros, los hinchas, merecíamos un final diferente al que tuvo esta historia.

Escuché la bocina y un escalofrio me recorrió el cuerpo desde la cabeza a los dedos de los pies. Era la hora, basta de dar vueltas por toda la casa y de rezar innumerables oraciones. Me despedí de mi vieja como si me fuera de viaje, dejé que ella cerrara la puerta y me metí en el auto de mi viejo.

Pasamos por lo de Mariano, después por lo del Tonga y por último, levantamos a Juan y a la hermana. Desde 68 y 29 hasta el Bosque nadie abrió la boca. Lo único que se escuchaba era la radio de fondo, que créanme, ni siquiera sabíamos que decía.

A medida que nos acercábamos a 60 y 118, escenario de memorable hazaña de la que no sabíamos que íbamos a ser testigos, las primeras palabras empezaban a salir desde nuestro interior.

¡Cuánta gente que vino, y eso que todavía faltan dos horas!, mi viejo no lo podía creer. Después entendí porque. El vivió las malas en serio, cinco años y medio en la “B”, no quería que yo pase por lo mismo, ni siquiera un día.

Llegamos a la entrada, dimos nuestros bonos y nos metimos dentro de la cancha. Miraba a mí alrededor, y sentía en la mirada de cada uno de los triperos la misma sensación que tenía yo: se puede, todavía no hay nada dicho.

Desde ese momento hasta el pitazo de Javier Collado, no me acuerdo nada. Sólo la cara de mi viejo, que quería disimular la tremenda angustia que lo dominaba. Hablaba por teléfono, se sentaba, se paraba. Nunca lo había visto así.

Ubicados en la ochava que está a la derecha de la René Favaloro, estábamos yo, mi viejo arriba mío, Mariano a mi derecha, el Tonga a la izquierda, y Juan y la hermana abajo mío. Nos quedamos todo el partido así, digamos hasta los cuarenta y seis del segundo tiempo.

Los minutos pasaban proporcionalmente a los cigarrillos que me fumaba. La pelota no entraba, pero la gente seguía alentando; créanme no podía ni hablar, sentía la garganta cerrada y un retorcijón en la panza, que subía hasta el pecho y se convertía en dolor.

Creo que nunca en mi vida me agarré tantas veces la cabeza. Insultaba al cielo, mientras paradójicamente le rogaba a Dios que nos dé una manito. No se si me escuchó, pero de lo que estoy seguro, es que el empujoncito a Niell para que llegue a cabecear, se lo dio él.

Volvamos al sufrimiento, para la alegría ya va a haber tiempo. Ya eran las tres y media de la tarde de aquel domingo, que pintaba ser el peor de mi vida. Seguíamos 0 a 0 y parecía que el destino estaba escrito. En realidad siempre lo estuvo, pero el que lo diseñó decidió hacerlo con tinta azul y blanca, quizás con la misma con la que escribo esta historia.

Arrancaban los últimos cuarenta y cinco minutos de esperanza, luego de quince que verdaderamente parecieron una eternidad. Nuevo pitido del juez y a jugarse la vida.

Mientras el tiempo no se detenía, yo había dejado de ver el partido. Miraba hacia mis costados, arriba y abajo, y pensaba todo lo que esos corazones, bien azules y blancos, tenían ganas de hacer. Algunos estallar por la emoción contenida, otros pedir clemencia por el sufrimiento que estaban soportando, o quizás sólo acompañar a su dueño en ese momento difícil, aquél en el que no debía abandonarlo.

Justo cuando miré el celular para ver cuanto faltaba, llegó el primer gol. El Tornado Alonso se anticipó a Darío Capogrosso luego de un rebote dentro del área, y la mandó a guardar. Me di cuenta que íbamos ganando una a cero por el grito, aunque algo contenido, de la gente que estaba sufriendo como yo.

No iban veintisiete minutos, en realidad faltaban dieciocho. Es que lo vivíamos así, no mirábamos cuanto era el tiempo de juego, sino lo que quedaba.

¡Sigamos alentando que ahora estamos más cerca carajo! Esas palabras que escuché a lo lejos, me devolvieron la noción del partido que Alonso con su grito me había dado un tiempo atrás. Casi cuarenta minutos, había que hacer dos goles y los santafesinos estaban todos metidos atrás.

Tres minutos después de mi toma de conciencia, vi a lo lejos parado en puntas de pies porque le reja me tapaba, como Cuevas enganchaba sobre el costado derecho de la defensa Rafaelina y mandaba un centro pasado al segundo palo, como uno de los tantos que ejecutó dentro de la cancha. En esta ocasión, la pelota se cruzó con la pierna derecha de Niell, que con un salto espectacular en el aire, la empujó al fondo de la red.

Ese momento fue el peor de toda la tarde aunque no lo crean. No quedaba nada, y el tiempo se llevaba las esperanzas de todos en el Bosque. Las lágrimas empezaban a ser protagonistas de las caras de todos los triperos. Yo era una roca, todo iba por dentro, y hasta el día de hoy con estas líneas, no me lo había podido sacar de mi alma.

El cuarto arbitro, del cual verdaderamente no me acuerdo el nombre y no creo que tenga mucha importancia, levantaba el cartel electrónico que marcaba seis minutos de adición. Bueno que sea lo que tenga que hacer, pensaba por dentro. ¡Menos mal que fue!

Primer minuto de descuento, y la misma escena en la cancha me hacía pensar en que ya había vivido lo que estaba viendo. Otra vez Cuevas, pero esta vez enganchó para adentro. Mandó un centro para el mismo lugar y jugador, y que para alegría de todas las almas sufridas pero incondicionales del Lobo, tuvo el mismo desenlace.

Niell madrugó a todos por detrás, y con sus 1,62 metros de altura cabeceó cruzado al gol. Delirio total. Gente que se quedaba sin aire. Abuelos que con sus lágrimas de alegría borraban las de tristeza, y le agradecían a Dios por haberles dado tiempo para vivir una cosa así. Padres que les decían a sus hijos que lo malo ya había pasado.

Y yo, al instante del gol, me senté a llorar sin poder controlarme. No lo podía creer, si te lo cuentan no lo crees. No puede ser así, no podemos pasar por tanta adversidad, y una vez más demostrar que estamos más vivos que nunca.

Lo único que podía escuchar era a mi viejo diciendo “hijo no llores por favor, mira lo que es esto. Te dije que esta nos iba a salvar, nunca nos dejó solos. Dale un beso, dale un beso…”. Era la estampita de la Virgen de Luján, que mi papá llevaba siempre a todos lados.

Haber elegido contar este momento con palabras, no se si puede reflejar lo que ocurrió aquella tarde. Hay que vivirlo, estas cosas te hacen dar cuenta porque de Gimnasia se nace y no se hace.

Por momentos como estos, cada vez que voy a la cancha recuerdo aquel 12 de Julio. Desde ese día, cada tres meses me voy rapando la cabeza; promesas son promesas.

Para los hinchas de Gimnasia que lean esto y para los que no también, estoy contento y orgulloso de decir “que suerte que fue cierto”.


Fernando Pujol. La Plata.-

A sufrir al tiro federal

El 12 de Julio no era un día común. Era muy especial. Ese día nos jugábamos la permanencia en primera. Mis nervios no soportarían los 90 minutos…. Mi pareja, pincha él, me preguntó si iba a escuchar el partido. Obviamente le dije que no, que quería hacer algo que me sacara la ansiedad del momento. Entonces le propuse ir al Tiro Federal (Camino a Berisso) en el horario que jugaría Gimnasia vs. Rafaela.

Y así fue que a la hora indicada estábamos ya instalados en el predio del Tiro Federal para afinar la puntería…

El se llevó la radio con los auriculares, yo nada. Empezamos a tirar, uno él y uno yo, uno él y uno yo… Claro que cuando le tocaba tirar a él se sacaba el auricular y se colocaba los protectores auditivos, que son reglamentarios para ese deporte. Le pedí, que por favor no hiciera gestos, ni festejara (a favor de Rafaela, me imagino) ni esbozara sonrisa alguna… No quería enterarme de nada.

En una de esas, cuando me tocaba tirar, me mira y me señala con el dedo índice, en referencia al 1 a 0. Nos faltaban 2 goles. Al rato le tocaba tirar a él, entonces se sacó los auriculares, se colocó los protectores y tiró, una, otra y otra vez. Cuando se puso los auriculares de nuevo me dice…” Al Pampa lo van a matar… lo echaron”… Noooo. Tomé la pistola, apunté al blanco y le dediqué el tiro al Pampa… “Para vos Pampa”… casi hago centro...

Al rato, ya faltando nada, me dice… “2 flaqui”…Ya para esto yo estaba al borde del infarto. “Cuanto falta??” “Ya está, me dice… pero esperá, acá el de la radio dice que siguen en primera… pero cómo, hicieron otro gol y no lo escuché!!!”

Claro, en el interin que se sacó el auricular y se lo volvió a colocar, hicimos el segundo gol…. Ni nos habíamos enterado. Estábamos ahí adentro y no volaba ni una mosca. Solo se escuchaban los disparos…

Pitó el árbitro y mi pareja me dijo “Felicitaciones…. Siguen en primera”. ME LARGUÉ A LLORAR… tomé la pistola, apunté y dije…. “Tomá para vos Bruja” paaa, “Tomá para vos Caldera” paaaa. Entre risas y llanto.

Me llamaron mis hijas llorando, mi hermana, todas para decirme que me esperaban en el centro para festejar.

Mi pareja, era obvio que no iba a festejar conmigo, pero me llevó desde Berisso al Centro, a festejar la permanencia.

En el momento que me enteré que habíamos ganado el partido, que debíamos ganar por 3 goles y así lo hicimos, se me cruzaron un montón de recuerdos que vivimos con el glorioso Lobo. Corría el año 1982, cerca de fin de año. Yo estaba embarazada de mi primera hija que nacería en abril. Jugábamos contra Temperley. Partido de ida en Temperley, así que el de vuelta en La Plata. Hicieron bendecir la cancha del Lobo…. Saben donde jugaron?? En la cancha de Estudiantes. Nooooo…. Siiiiiii. El partido de ida me lo banqué en casa, sufriendo más que una madre. Para el partido de vuelta le exigí a mi marido que me llevara a la cancha si o si…. Yo estaba medio loca porque con esa panza, ir a la cancha era arriesgado, pero no me importaba. No iba a morirme infartada en casa escuchándolo… Ni loca…

Fuimos a la cancha con otro matrimonio. En esa cancha!!! Tuvimos que ir a penales. Toledo pateó todo el pasto que había alrededor de la pelota. Se fue afuera y nos quedamos en la “B”. Mi panza estaba hecha un garrote. Salimos hacia la calle antes que nadie, no sea cosa que tenga a mi bebé en esa cueva.

Otra más reciente, julio de 1995. Cancha de Gimnasia. Partido contra Independiente. Un punto arriba, locales… No podíamos perder el Campeonato…. Gol de Mazzoni….. Siamo fuori… y Tinelli festejó como nunca… Llenó la Ciudad de Luján…. Acá la frase que hizo historia fue la de Timoteo al Yagui Fernandez “Vas a ser campeón de la …. “

Estas anécdotas vienen a relación con el sufrimiento que vivimos con el Lobo.

Me hice del Lobo en el Año 1975, cuando vine a vivir a La Plata, en la calle 118 entre 65 y 66. Mis primos todos triperos, venían afónicos de tanto alentar al equipo. Me emocionaba de sólo verlos. Me encantaba la idea de esa pasión tan loca. Era el equipo acorde conmigo. Imposible abandonarlo.

Somos así, nacimos para sufrir. Pero no nos damos por vencidos, ni aún vencidos. No tendremos copas, no tendremos campeonatos. Pero tenemos garra y corazón. Tenemos la gente que nos merecemos. Tenemos la hinchada más seguidora del fútbol nacional. No alentamos sólo en las buenas… Alentamos siempre. No salimos de abajo las piedras cuando salimos campeón. Siempre estamos….

En Marzo voy a ser abuela. Mi primer nieto. Varón… El ya tiene su camiseta del Lobo. Si

Aguante el Lobo CARAJO…


Silvia Analía Gialloreto. La Plata.-

Puros veintidos

Como dejar de ser optimista. Advierto que en el plano personal es diferente. Cambio de estado de conciencia permanentemente. Pero con Gimnasia es otra cosa. Si no fuera optimista no presenciaría los partidos directamente. Más después de esa paliza. Para no olvidarla. Y a pesar de mi carácter se lo dije. Y se lo ratifique en un par de ocasiones. Que no nos íbamos. Que nos den por muertos una vez que ya lo estuviéramos. No se porque se lo dije. Seguro porque es mi hermano. Ahora con la cosa puesta es fácil hablar. Pero en ese momento…

Pero esa ratificación tenia que ser valedera. Sin heroísmo no sirve de nada. No me gusta gastar saliva en estupideces. Los que me conocen saben que hablo poco. Y ese poco a veces suele ser lapidario. Y el día de su cumpleaños lo llame y lo salude. Un saludo de cortesía, el ánimo estaba un poco abatido todavía, pasado casi tres días de la dolorosa derrota. Aunque lo disimule lo salude por su cumpleaños. El numero veintidós para ser exacto. Veintidós años de vida, de hermano, de tripero, de sufrimiento…

Quedamos en vernos en el bosque, como siempre, en la tribuna de sesenta.

Una vez allí se olvida todo. Es ver la hinchada en la tribuna del bosque y es como la primera vez. Ese asombro de la primera vez de ver a la barra que no para de dejar el alma en esas tribunas. A cambio de muy poco, casi nada. El tripero se enorgullece de ser un constante apoyo moral para su equipo. Un batallador, un loco que a la hora del balance final poco le interesa que los logros personales hayan sido escasos. Es reciproco. Gimnasia ha sido siempre un club que ha cobijado a los más humildes.

Comenzado el partido no podía dejar de pensar en todo lo que pase con el club. Y de reojo lo miraba a mi hermano. El peor cumpleaños de su vida. Podría ser mi ruina personal si el equipo descendía. Suena egoísta, ya lo se. Hay que bancar en las buenas y en las malas, como se dice. En una divisional del ascenso igual iría a verlo. El problema es otro. Es que si a mi me va mal o bien, es concuerdo con Gimnasia. Me banco que yo ande a los tumbos por la vida, pero al lobo no, al lobo no. Si caigo en la depresión resultaría pavoroso para la institución. La misma que me vio crecer. Que cuando termine la secundaria ya empezaba a mostrar las garras por los terrenos sudamericanos. Que al empezar la secundaria me hizo sacar porte de guapo y de intocable por haber obtenido el torneo Centenario. Y que a lo largo de se recorrido me plago de alegrías, propias y ajenas, logrando épicos y meritorios triunfos, permaneciendo en la primera división e inaugurando la primer tribuna popular de cemento de nuestra ciudad. Descontado esta decir que el viaje de egresados fue superior, no solo por completar una etapa tan añorada por todos sino por portar los colores más amados. Después llego la facultad, pero eso es otra cosa. Otro mundo, otras gentes. Poco que rescatar.

El presente me encuentra distinto. A punto de cumplir los treinta. Despojado de alegrías. Con crisis personales. Plagado de sin sabores. De las minas mejor ni hablar. Pero eso no importa. Importa realmente mi querido club. El partido es el peor que un hincha desea ver. Lleno de rabia e impotencia. El peor partido de la historia para presenciar. Y mi hermano allí, a mi lado, observando el desarrollo. Que podía decirle. Estaba casi abatido. Casi.

Entretiempo. La gente en ningún momento ceso su aliento. Lo deje solo a mi hermano. Quería estar solo. Me fui al pasillo arriba de todo de la tribuna. Pensaba y trataba de razonar. ¿Acaso no hemos luchado permanentemente contra factores ajenos a lo deportivo a lo largo de toda nuestra historia? Si, y ahora, ¿no podemos levantar este resultado? Si nos costo la antipatía eterna de los burgueses pasar a ser pueblo, barrio, calle, ahora… ¿no podemos levantar este resultado? Y si el periodismo siempre nos desprecio por ser eso que sos, que soy, que somos… ¿no podemos levantar este resultado? Acaso algunos ajenos, despojados de sentimentalismo y de identidad que han sabido (o aunque no logrado) menospreciarte u ofendido mostrando indecorosamente logros personales que solamente los han llevado a un existencialismo pasajero, ahora decime… ¿no podemos levantar este resultado? Claro, claro que si.

Nos hemos sobrepuestos al paso de traidores y corruptos que no han sabido ni querido comprender tu esencia. Y de la peor calaña que fue soportar lo que un ser humano, un hermano o un amigo nunca tendría que soportar: el exilio. Si recuperamos nuestra identidad no puedo dejar de pensar, que si, si podemos levantar este resultado.

Debo aclarar que todas estas reflexiones me invadían mientras se desarrollaba el partido, el cual todos saben lo dramático que se iba desarrollando.

Y llegaron los goles. El primero. El segundo. Entre medio de estos más tensiones e incidentes en el campo de juego. En la tribuna seguía todo igual, a puro aliento. Ya habían terminado el momento de las reflexiones, los pormenores del partido me lo impedían. Un manojo de nervios atravesaba mi cuerpo. Pero el desahogo llego. Mientras caminaba por el pasillo y tras una marea de gente que no me permitía ver del todo bien observo el centro al área aunque no logro ver la palomita heroica y cabeceando y tratando de tener una mejor panorámica para ver el desenlace de la jugada observo la pelota picar dos o tres veces, el ultimo pique fue mortal: detrás de la línea del arco y después no se, la locura, el descontrol y la alegría interminables. Quedaron unos instantes para nuestro eterno sufrimiento pero indudablemente el resultado estaba puesto. Abrazo interminable y delirio junto a mis hermanos triperos que me rodeaban. Entre la marea trate de buscar a mi hermano y ahí si lo encontré entre todo ese tsunami de algarabía revalsante. Feliz cumpleaños le dije después de un frondoso abrazo. Lo que no le dije fue que lo envidiaba. A mi hubiera tener un cumpleaños veintidós así. Y un regalo de otro veintidós así. Pero mas allá de esta sana envidia lo bueno fue ser invitado a esta fiesta. Y rodeado de puros veintidós.

Pablo Camelino. La Plata.-

La historia de Matías

Nos vamos a la “B”. Nos vamos a la “B”. Nos vamos a la “B”.

No dejaba de pensar en otra cosa que en eso. Aunque lo último que se pierde es la esperanza, el tercer gol de Rafaela había sepultado la última esperanza que me quedaba. Todo estaba listo. Solo quedaban 90 minutos (más el adicional) para firmar nuestro descenso… y bueno, a lo mejor una temporada en la “B” nos serviría como equipo, de ultima el triunfo del campeonato nos serviría para fortalecernos como grupo, para sentirnos más unidos y formar mejores jugadores. No estaría del todo mal. No. Las burlas de los amigos, las pintadas, la humillación de un rival regodeándose ante el fracaso de su Némesis. Ya podía imaginarme a los amigos riendo y burlándose y yo sonriendo como un idiota sin poder decir nada excepto un “amargo” que se tendrían merecido.

-Haceme caso, no se van a la “B”. Va a ganar Gimnasia por 3 goles y van a penales.

La voz de Nacho interrumpió mis pensamientos la noche anterior al partido. Nos reunimos con varios amigos y ante una mayoría de hinchas triperos el tema no podía evitar colarse en la conversación.

-No se si 3 a 0 pero con una diferencia de tres van a ganar y después lo ganan en penales.

El único presente que no era de Gimnasia hablaba y opinaba sobre el partido.

-No hay penales- dice Emmanuel, Nacho lo mira un segundo como dudando de su pronostico-. Si empatan en el general queda Gimnasia.

-Bueno, entonces sacale la parte de los penales. Gana el Lobo por una diferencia de 3. No se si 4 a 1 o 5 a 2 pero la diferencia de tres va a estar.

Tome un trago de fernet que tenía en la mano para pasar el mezclado de nervios que me dejaba el tema de conversación. Nacho hizo lo mismo con su vaso y ante la mirada perdida en el abismo de la “B” que teníamos los hinchas siguió fundamentado su pronóstico.

-Mira, te digo más, no sólo Gimnasia se queda en la “A” sino que el miércoles Estudiantes gana 2 a 1 en la final de la Libertadores.

El pronóstico me trajo a la mente la final que se disputaba a mitad de semana. Mi cabeza proyectó las lágrimas de un domingo negro con nosotros en el descenso y nuestro rival coronado elevándose como el campeón de América.

Un trago de fernet evitó que diera un grito.

-Si llega a ganar Gimnasia y se queda en la “A”, te pago una cena- soltó Emmanuel desde el otro lado de la mesa en respuesta al vaticinio de Nacho.

-Perfecto, anda guardando la plata que me gane una cena.

-Ojalá.

Durante unos segundo más quedó flotando la inminencia de nuestro encuentro con el destino. Luego la reunión fue siguiendo su curso natural y me olvide del partido. Gracias, fernet.

-¿Vas a ver el partido?

-No. Prefiero quedarme en mi pieza tranquilo. Me pongo mal si lo escucho o lo miro.

-¿No queres verlo en casa?- me preguntó Nacho cuando íbamos caminando al otro día para nuestras respectivas casas.

-No, está bien.

El epilogo de la noche anterior nos hizo levantarnos un poco tarde, cuando salimos del departamento de nuestro amigo ya faltaba algunos minutos para que empiece el partido. Tardaría una media hora en llegar a mi casa, el tiempo pasaría más rápido mientras caminaba sin tener noción del encuentro. Quería el resultado sin saber como se jugaba. No quería nada más, solo el diagnóstico.

Nacho se empezó a reír.

-¿Qué pasa?

-Me acuerdo cuando me contaste que le pegaste a la mesa durante un partido.

Una vez estaba mirando el partido en mi casa sentado con mi vieja que tomaba unos mates. Un jugador patea casi con el arco vació y le erra completamente a los tres postes como si nunca hubiese conocido la dimensión que tenían los mismos. Mi reacción fue golpear de lleno la mesa provocando que el termo de mi vieja se elevara unos centímetros de la mesa para caer en el mismo lugar. Mi vieja no dijo nada.

Nos saludamos con Nacho y seguí mi camino.

Durante el camino “Los Redondos” cantaban sobre Chernobil, “Pappo” sobre la cerveza y “Divididos” sobre la eternidad.

Entre tema y tema, el sonido de la calle atravesaba los auriculares y llegaban a mi cabeza.

El silencio no era un buen presagio.

Llegué a mi casa. Mi viejo estaba en el comedor mirando el partido, no pude aguantarme y mire el cuadrado izquierdo superior del televisor. 0 a 0. Segundo tiempo.

Me metí en mi pieza y seguí escuchando música.

“Cero a cero… por lo menos no voy a tener que raparme como prometí si el Lobo se quedaba en la A”, mi promesa del rapado era una excusa para ponerme contento ante el resultado. No servia de mucho. Prefería el rapado antes que el descenso.

La puerta de mi pieza se abre. Mi hermana menor me mira mientras trata de recuperar el aire, veo una pequeña sonría que refleja algo mucho más grande y no puede ser contenido en una sonrisa.

-Gol de Gimnasia- cierra la puerta.

Empiezo a mover la pierna para tratar de tranquilizar mis nervios. No podía aguantar más. Todo mi cuerpo intentaba levantarse para ir hasta el televisor pero los mismos nervios me paralizaban. Intentaba luchar contra la necesidad de ver el partido. Sabía que si lo miraba los segundos pasarían a ser minutos.

De golpe todas las preguntas estallaron en mi cabeza: ¿Cuánto iría? ¿Habría tiempo? ¿Estaríamos jugando mejor que Rafaela? ¿Cuánto de alargue?

Cerre los ojos para intentar callar mi mente.

GOL. GOOOOOOOOOOOOL. VAMOS CARAJO.

Abrí los ojos. Me saque los auriculares pensando que el grito de gol había sido producto de mi imaginación, del fernet de anoche que se quedó en mi garganta o del sueño que se apoderó de mi por unos segundos. Dirigí la mirada a la puerta. No se abría.

VAMOS LOBO LA CONCHA DE LA LORA.

El grito de afuera funcionó como un despertador. Antes que pudiera pensarlo me encontraba delante del televisor con mi viejo, que repetía “vamos” como si fuese una plegaria, y con mi hermana menor que miraba a mi viejo e imitaba sus moviendo intentando integrarse a ese mundo adulto que desconocía.

No podía despegar la vista del reloj, casi no observaba a los jugadores, no me importaba las jugadas, sólo el tiempo restante. Aun quedaba un poco de tiempo.

Seguía viendo como pasaban los segundos cuando un cambio de colores llamó mi atención. Dentro de tanto verde y azul hizo su aparición una pequeña mancha blanca que capturó mi atención desde el rabillo de mi ojo.

La mancha blanca se elevaba por los aires. Supongo que fueron los nervios y el verlo sin fijar la mirada pero por un instante creí que la mancha blanca iba formando la camiseta del lobo en el cielo formando un presagio de victoria. Cuando fije la mirada en el partido vi como la mancha blanca se trasformaba en una pelota que bajaba del aire hacia el área de Rafaela.

-Vamos.

La pelota baja.

Varios jugadores se mueven.

La pelota baja.

Un jugador salta.

El jugador y la pelota se encuentran.

Una cabeza y una pelota son, por un segundo eterno, lo mismo.

La pelota se separa… no encuentra a nadie … alguien se mueve intentando abrazarla… pero ella ya tiene su destino… espera ser tocada por la red… y lo hace.

-GOL. GOOLLLLL. LA REPUTAMANDREQUETEREMILPARIO GOOOOOLLLL. VAMOS LOBO Y LA RECONCHA DE LA LORA.

Gol.

Lo siguiente solo fueron fracciones, como una luz que se prende y se apagaba sacando fotos del tiempo.

Abrazos. Nervios. Defensa. Nervios. Cantos. Apoyo. Final.

Después recuerdo el abrazo con mi viejo y mi hermana, el abrazo con los hinchas anónimos dándole color como nunca a la esquina que nos vio apoyar al Lobo pero que nunca nos vio tan alegres como ese día festejando la hazaña y la gloria de lo increíble.

Luego me rape en cumplimiento de mi promesa.

Hoy me miro al espejo, me quedo observando lo que quedo en el lugar donde antes tenia mi melena. Mira y sonrió como si esa inexistencia de pelo fuera el vivo recuerdo de esa pelota en el cielo dibujando los colores de la camiseta.


-No hay penales- dice Emmanuel, Nacho lo mira un segundo como dudando de su pronostico-. Si empatan en el general queda Gimnasia.
-Bueno, entonces sacale la parte de los penales. Gana el Lobo por una diferencia de 3. No se si 4 a 1 o 5 a 2 pero la diferencia de tres va a estar.
Tome un trago de fernet que tenía en la mano para pasar el mezclado de nervios que me dejaba el tema de conversación. Nacho hizo lo mismo con su vaso y ante la mirada perdida en el abismo de la “B” que teníamos los hinchas siguió fundamentado su pronóstico.
-Mira, te digo más, no sólo Gimnasia se queda en la “A” sino que el miércoles Estudiantes gana 2 a 1 en la final de la Libertadores.
El pronóstico me trajo a la mente la final que se disputaba a mitad de semana. Mi cabeza proyectó las lágrimas de un domingo negro con nosotros en el descenso y nuestro rival coronado elevándose como el campeón de América.

Guido Barsi. La PLata.-
Un trago de fernet evitó que diera un grito.
-Si llega a ganar Gimnasia y se queda en la “A”, te pago una cena- soltó Emmanuel desde el otro lado de la mesa en respuesta al vaticinio de Nacho.
-Perfecto, anda guardando la plata que me gane una cena.
-Ojalá.
Durante unos segundo más quedó flotando la inminencia de nuestro encuentro con el destino. Luego la reunión fue siguiendo su curso natural y me olvide del partido. Gracias, fernet.

-¿Vas a ver el partido?
-No. Prefiero quedarme en mi pieza tranquilo. Me pongo mal si lo escucho o lo miro.
-¿No queres verlo en casa?- me preguntó Nacho cuando íbamos caminando al otro día para nuestras respectivas casas.
-No, está bien.
El epilogo de la noche anterior nos hizo levantarnos un poco tarde, cuando salimos del departamento de nuestro amigo ya faltaba algunos minutos para que empiece el partido. Tardaría una media hora en llegar a mi casa, el tiempo pasaría más rápido mientras caminaba sin tener noción del encuentro. Quería el resultado sin saber como se jugaba. No quería nada más, solo el diagnóstico.
Nacho se empezó a reír.
-¿Qué pasa?
-Me acuerdo cuando me contaste que le pegaste a la mesa durante un partido.
Una vez estaba mirando el partido en mi casa sentado con mi vieja que tomaba unos mates. Un jugador patea casi con el arco vació y le erra completamente a los tres postes como si nunca hubiese conocido la dimensión que tenían los mismos. Mi reacción fue golpear de lleno la mesa provocando que el termo de mi vieja se elevara unos centímetros de la mesa para caer en el mismo lugar. Mi vieja no dijo nada.
Nos saludamos con Nacho y seguí mi camino.

Durante el camino “Los Redondos” cantaban sobre Chernobil, “Pappo” sobre la cerveza y “Divididos” sobre la eternidad.
Entre tema y tema, el sonido de la calle atravesaba los auriculares y llegaban a mi cabeza.
El silencio no era un buen presagio.

Llegué a mi casa. Mi viejo estaba en el comedor mirando el partido, no pude aguantarme y mire el cuadrado izquierdo superior del televisor. 0 a 0. Segundo tiempo.
Me metí en mi pieza y seguí escuchando música.
“Cero a cero… por lo menos no voy a tener que raparme como prometí si el Lobo se quedaba en la A”, mi promesa del rapado era una excusa para ponerme contento ante el resultado. No servia de mucho. Prefería el rapado antes que el descenso.
La puerta de mi pieza se abre. Mi hermana menor me mira mientras trata de recuperar el aire, veo una pequeña sonría que refleja algo mucho más grande y no puede ser contenido en una sonrisa.
-Gol de Gimnasia- cierra la puerta.
Empiezo a mover la pierna para tratar de tranquilizar mis nervios. No podía aguantar más. Todo mi cuerpo intentaba levantarse para ir hasta el televisor pero los mismos nervios me paralizaban. Intentaba luchar contra la necesidad de ver el partido. Sabía que si lo miraba los segundos pasarían a ser minutos.
De golpe todas las preguntas estallaron en mi cabeza: ¿Cuánto iría? ¿Habría tiempo? ¿Estaríamos jugando mejor que Rafaela? ¿Cuánto de alargue?
Cerre los ojos para intentar callar mi mente.
GOL. GOOOOOOOOOOOOL. VAMOS CARAJO.
Abrí los ojos. Me saque los auriculares pensando que el grito de gol había sido producto de mi imaginación, del fernet de anoche que se quedó en mi garganta o del sueño que se apoderó de mi por unos segundos. Dirigí la mirada a la puerta. No se abría.
VAMOS LOBO LA CONCHA DE LA LORA.
El grito de afuera funcionó como un despertador. Antes que pudiera pensarlo me encontraba delante del televisor con mi viejo, que repetía “vamos” como si fuese una plegaria, y con mi hermana menor que miraba a mi viejo e imitaba sus moviendo intentando integrarse a ese mundo adulto que desconocía.
No podía despegar la vista del reloj, casi no observaba a los jugadores, no me importaba las jugadas, sólo el tiempo restante. Aun quedaba un poco de tiempo.
Seguía viendo como pasaban los segundos cuando un cambio de colores llamó mi atención. Dentro de tanto verde y azul hizo su aparición una pequeña mancha blanca que capturó mi atención desde el rabillo de mi ojo.
La mancha blanca se elevaba por los aires. Supongo que fueron los nervios y el verlo sin fijar la mirada pero por un instante creí que la mancha blanca iba formando la camiseta del lobo en el cielo formando un presagio de victoria. Cuando fije la mirada en el partido vi como la mancha blanca se trasformaba en una pelota que bajaba del aire hacia el área de Rafaela.
-Vamos.
La pelota baja.
Varios jugadores se mueven.
La pelota baja.
Un jugador salta.
El jugador y la pelota se encuentran.
Una cabeza y una pelota son, por un segundo eterno, lo mismo.
La pelota se separa… no encuentra a nadie … alguien se mueve intentando abrazarla… pero ella ya tiene su destino… espera ser tocada por la red… y lo hace.
-GOL. GOOLLLLL. LA REPUTAMANDREQUETEREMILPARIO GOOOOOLLLL. VAMOS LOBO Y LA RECONCHA DE LA LORA.
Gol.

Lo siguiente solo fueron fracciones, como una luz que se prende y se apagaba sacando fotos del tiempo.
Abrazos. Nervios. Defensa. Nervios. Cantos. Apoyo. Final.
Después recuerdo el abrazo con mi viejo y mi hermana, el abrazo con los hinchas anónimos dándole color como nunca a la esquina que nos vio apoyar al Lobo pero que nunca nos vio tan alegres como ese día festejando la hazaña y la gloria de lo increíble.

Luego me rape en cumplimiento de mi promesa.
Hoy me miro al espejo, me quedo observando lo que quedo en el lugar donde antes tenia mi melena. Mira y sonrió como si esa inexistencia de pelo fuera el vivo recuerdo de esa pelota en el cielo dibujando los colores de la camiseta.

Guido Barsi. La Plata.-

12 de julio

Ante todo, me veo en la obligación de justificarme de lo injustificado: no soy cabulero. Enfermarme hasta los codos por pararme en el mismo lugar, usar la misma ropa teniendo en cuenta hasta el calzón, las medias, prenderme el pucho en el mismo minuto de juego, no lavarme los dientes antes del partido, decir la misma primer palabra del día y todas esas mierdas que te hacen creer que por eso, vamos a ganar… pero el Lobo se iba a la “B”, y comerme las gastadas de los pinchas, después de todo lo que sufrimos al lado de estos hijos de puta, no lo quería ni pensar, aunque era inevitable hacerlo. Sumado a que caminando dos semanas antes del partido con Rafaela, veo escrachado en 16 y 38 “próximo clásico, Almirante Brown”. Mirá que son forros, el ser humano es lo más choto que hay cuando hay que cagarse de risa de las desgracias ajenas. Tengo la gracia de haber visto al Lobo siempre jugando en primera, y pensarme jugando los sábados, no ver el resumen el domingo a la noche, y tener que verlo en los programas del lunes a la tarde… era insoportable. Que horas putas, ¿qué digo horas? Días, semanas, meses. La cuestión es que fue la primera vez que me imaginé jugando en la “B”, es así, todos los triperos teníamos los huevos en la garganta. Y no me vengas con nada. Somos triperos hasta el orto, íbamos a seguir alentando como siempre, o quizás más, pero igual, se nos caían las lágrimas de solo pensarlo. Y además, la villa acababa de ascender, y los vecinos chamuyando que en un año jugábamos contra ellos. ¡Cómo se la comieron! Pero bueno, ese día, solo había que esperar que el domingo terminara, cantar hasta morir, aunque sabiendo que era imposible darlo vuelta. Pero… Gimnasia es Gimnasia. Hago un breve repaso del camino recorrido hasta el inolvidable 12 de Julio.

A base de huevos y media sábana, el apertura fue un buen torneo en el que logramos conseguir un buen colchón de puntos, tanto que arrancamos la primera fecha del clausura fuera de todo. Fácil, no iba a ser. Nada es fácil para el Lobo, nunca lo fue, y nunca lo va a ser. No se si fueron los masones, o quién carajo, pero estoy convencido que hubo alguien que nos engualichó desde 1887. En eso si creo, o tal vez con eso también justifico lo injustificable.

La primera fecha del clausura fue un desastre, nos comimos tres en el coloso, con paseo incluido y ahí se nos volvió a fruncir el culo, porque pensamos que se había ido a la mierda todo lo que se logró en el apertura. Fue duro, porque ganamos un par de partidos después, y se pensaba que hasta estábamos para campeonar y todo… imaginate que hasta el “Fito” le pegó desde afuera del área contra Lanús y la pelota no les calló a los muchachos de la 22, fue por abajo, a ras del suelo(dicen que pegó en el “Pampa” y ahí entró, pero no jodan, le pegó Rinaudo) y entró, ese día inolvidable del 3 a 2 al granate en el Templo. Pero mierda, sufrimos ahí también. Sand nos clavó cuando todos los boludos estábamos acomodándonos en nuestros lugares de las cábalas… Fueron pasando las fechas, llegamos a la 8va, y teníamos que salir del Templo para ir a jugar a la heladera de mierda esa, contra los pinchas. Hacía 5 años que cada vez que entraba me decía para mí: hoy cambia, hoy se termina. Estaba todo dado, era el día de quebrar la mala racha que tenemos contra estos ojetudos: venían de capa caída, nosotros en franca levantada (hasta el “Olé” nos ubicaba campeonando, ¡que cosa che!), y si bien nuestro peso ofensivo no daba mucho miedo, a los vecinos les teníamos que ganar. Y bueno, como siempre, partido de mierda, los huevos en la garganta toda la semana (porque no teníamos tiempo de pensar en la 8va durante la 1ra o 2da fecha; en la situación que estábamos, teníamos que ir pensando fecha por fecha). Pero el clásico no lo podíamos perder. Ahora…¿cómo se le hacía un gol al sorete de Andújar? Porque, no jodamos, la defensa de ellos ponele que venían bien, pero son cuatro muertos. Y el Pampa tiró que les iba a clavar dos pepas. ¡Que lindo hubiera sido! Fue típico clásico, cerrado, jodido de entrar, pero con todo el folklore, ellos gastándonos con que nos íbamos a la “B”, nosotros recordándoles que cuando se pierde no se abandona y que se esfuercen por inventar algo alguna vez, porque quedaba feo que Gimnasia saque banderitas, los pinchas el próximo clásico lo hagan también, nosotros globos, el que sigue ellos, fuegos artificiales, después ellos. ¿Qué se les va a hacer? Habrán ganado todo, pero en cuanto a aguante y fiesta, como la gente del Lobo no hay ni va a ver nadie.

No jugamos bien, pero teníamos casi las mismas posibilidades, hasta que Cuevitas les hizo pasar una vergüenza terrible a los cuatro muertos, y a Andújar tirado, sin poder sacarle la bola que clavó. Gol, 1 a 0, y fiesta, se terminaba la racha de perder contra los mugrosos en la heladera. Pero no, casi. Los muy hijos de puta nos empataron en el minuto 52, si, 52 del segundo tiempo. Fue una derrota, y encima tenía que sumarle el cagazo de irme a la “B”, comerme otra vez las cargadas de enfrente.

Una vez más, Gimnasia salió. Nos costó como siempre, nos costó como nunca. Empates, muchos, triunfos, pocos y algunas importantes derrotas. Así fuimos a pelear lo que se pudo a Tucumán, contra San Martín. Era imposible, los tipos se hacían muy fuertes de locales, sólo la Academia le había ganado en La Ciudadela en lo que iba del torneo. Pero fuimos, y apareció ese cabezazo de “Teté”, ¡qué fenómeno!. Lloramos, gritamos, y ganamos. Mi viejo casi se desgarra, intentando empujar la pelota que el “Pampa” no metió faltando uno o dos minutos para que terminara el pleito. Pero bueno, volvimos con tres puntos de oro, tres puntos de Gimnasia.

Después jugamos en el Bosque y le ganamos a Vélez, con el karma que tenemos contra el “Fortín” hace unos años. El único equipo que le ganó al que iba a ser el campeón, y peleando por no descender, Gimnasia. Y el último esfuerzo, la última trecha del camino que veníamos recorriendo pagando platos rotos de torneos anteriores: a la Bombonera. Y quien otro más que Palermo nos iba a clavar… y Palacios, del que siempre se dijo que era hincha del Lobo, tuvo que ser aleccionado por el Gato, que le recordó lo que es ser hincha de Gimnasia. Pero antes del gol del ex pincha, tuvo su merecido premio el “Tornado” Alonso, que primerió como lo hacía en el 2000 en su primera etapa tripera, y lo dejó al Pato Abbondanzieri yendo a buscar la pelota al fondo de su arco. Y en el segundo tiempo les ganamos con gol del “Oso” Agüero. ¡Que huevos los de este muchacho! Volví a llorar, gocé otro partido más, el goce del sufrimiento. Pero ganamos en la Bombonera, y no es moco de pavo, y me chupa un huevo como venga Boca, ganar ahí, es demasiado jodido, y ni te cuento para nosotros.

Por último, Jujuy acá, última fecha ya sin chances de salir de la promoción, pero todavía no asegurado ese lugar, aunque casi imposible de perderlo. Ya los jujeños, descendidos, nos habían dado una mano ganándole a San Martín, lo que dejaba para la última fecha todavía abierto el panorama. Entré al Templo, y lloré. Y encima “Chirola” Romero se le adelantó a Nereo Fernández (con pasado en el Lobo platense) a los cinco, seis minutos y me hizo acelerar el ritmo del llanto. Fue 2 a 0, con otro de “Chirola” en el segundo tiempo. Ya estaba todo terminado, era esperar que termine el partido, nada más, para empezar a pensar (a sufrir) en Rafaela.

-Vieja, lavame la remera, que la necesito para el jueves.

Me acuerdo que el domingo llegué a casa, y empecé a pensar que Rafaela era un equipo de la “B” y que nosotros les podíamos ganar cómodo, teníamos la ventaja deportiva con el empate que nos favorecía a nosotros por ser de primera; empezamos a leer sobre Rafaela, y todos los diarios decían que solo se hacían fuertes de locales, y que de visitantes eran un fiasco. Soñé que les metíamos cinco allá, y que la vuelta en el glorioso Templo del Bosque iba a ser un trámite, para cumplir. Pero Gimnasia no fue hecho para esas cosas.

Jueves, arrancamos con un asadito en casa, con la familia. De visitante, era en casa, por la puta cábala, mi hermano como siempre, llevando el sentimiento de la familia a todas las canchas. En casa, la cábala. ¿Viejo? Presente, ¿Vieja? Presente. ¿Mariano? Presente. ¿Aníbal, Darío, Martín y Cristián? Presentes. Vino Pedrín, porque no lo quería ver solo. ¿Y cómo no? Si vivimos todo el campeonato juntos. Pero él no estaba en la cábala. Ya fue, era uno solo más. Pero no, cayeron David, el Garo, Augusto, Seba… ¿por qué tanta gente? ¡La cábala muchachos! La cábala quedó de lado. Teníamos que estar todos juntos, haciendo fuerza por el Lobo.

Qué cancha de mierda, le pegaba el arquero y llegaba hasta el arco del “Gato” Sessa, no había chánces, ellos sabían jugar muy bien ahí y Gimnasia no. Y bueno, le llegó la tarde a Visconti. No conforme con habernos clavado uno en el primer tiempo, nos hizo dos más en el segundo. Partido de ida, y Visconti nos hizo tres, tres abajo… ¿Cómo se remonta una cosa así? El primer tiempo perdiendo 1 a 0, no pasaba nada, en el Bosque nos los comíamos, no había problema… pero nos rompieron el orto, 3 a 0, y Gimnasia con un pie en la “B”. ¿Para qué? Se me vino a la sabiola el partido contra el Bolívar, por la Sudamericana, ese que perdimos 4 a 1 en la Paz y acá ganamos 2 a 0 el partido de vuelta, a un paso de alcanzarlos, pero que no llegamos… Se necesitaba un milagro… Esta vez, se necesitaba un nuevo milagro.

¡Como se pusieron los mugrosos! afiches, mails, mensajitos, cargadas de todo tipo. Después del partido nos quedamos con Pedrin hablando del partido, y terminamos hablando de política, siempre con el tinte futbolero. Dos pavas nos bajamos. Trago amargo. No lo lloré, no se por qué, pero no lo lloré. Se me vinieron a la mente todas las cargadas de los vecinos y después me dije que me chupaba un huevo, que yo iba a seguir siendo de Gimnasia, y que jugara en la “B”, en primera o en la concha de la lora, me importaba un sorete. Pero era mentira. Me dolía todo el cuerpo de pensar que descendía el Lobo. ¡La puta madre que los parió!

Del jueves al domingo fueron días especiales. Nunca había saboreado la sensación de jugar en la “B”, y ahora lo pensaba, porque teníamos equipo para ganarles, pero no 3 a 0. Le hicimos tres a Vélez, pero ellos nos hicieron 1, lo mismo que a Godoy en el apertura: en todo el campeonato no habíamos podido ganar por tres goles, y ahora teníamos que hacerlo. Todas estadísticas que uno busca para mentirse de que si pasó una vez puede volver a pasar, o justificar que Gimnasia puede hacer tal o cual milagro.

Y el domingo llegó. Arranqué para lo de Pedrin, para ir con él como siempre al Templo. En el camino volvimos a ver los afiches triperos, esos de la foto de todo el plantel diciendo “Porque al Lobo lo quiero, lo vengo a alentar, en las buenas, y en las malas mucho más”. ¿Y cómo no voy a alentarte Lobo de mi vida? Cada paso que dábamos acercándonos al Bosque, el nudo de la garganta iba creciendo. Agarramos la diagonal 79, como siempre. Y pasa un pelotudo, y nos grita ¿Qué te “pasha” Lobo? ¿Estás “nerviosho”? Pero porque no te vas a la recalcada concha de tu abuela sorete. ¡Como te entró después!!!. Llegamos al Templo, entramos, llorando. En el camino hablábamos que para tener alguna posibilidad, era necesario hacer un gol antes de los 10 minutos, porque si no iba a ser imposible. Pero con el Lobo los pronósticos no sirven, y ese 12 de Julio lo demostró. El cagazo que teníamos, ¡Por Dios!. Entré al Templo y me decidí que iba a verlo desde el mismo lugar de siempre, ese de la ochava donde antes estaba el inolvidable pino (Gimnasia es único, tuvimos tantos años un pino adentro del Estadio), ese al que me llevó mi viejo y me dijo: “de acá se ve bien”. Porque pensé en ir al lado del corner a amenazar a los jugadores de Rafaela con frases como: “ya tengo ubicada a tu familia hijo de puta, tirá mal el centro o están jodidos”. Si, yo había enloquecido. Pero tomé una savia decisión y fui a la ochava.

Terminó el primer tiempo 0 a 0. Quedaban 45 minutos, era soñar con un milagro. Llega la noticia al Estadio de que los forros estaban en plaza Moreno con globos negros y velas, para marchar después del partido. A los 20 minutos del segundo tiempo, con el partido 0 a 0, me caí derrotado en el querido tablón… lloré… me estaba yendo a la “B”. Estuve un ratito sentado, sin mirar el partido. Me levanté, le di la espalda a Pedrin, porque no aguantaba verlo llorando y que me vea llorando a mí. Cuando me paré, empecé a gritar, a cantar, a alentar desaforado, loco. En eso, lo echan a “Teté” González. Menos chánces todavía. Y arrancó la Hazaña Tripera. El Pampa jugó con el alma, con el alma enserio. Dejó todo, desbordó como pudo y tiró el centro para que apareciera el charrúa, Alonso. ¡GOL! La reputa madre que los parió. Sangre charrúa, para meter el descuento, a los treinta y pico. Faltaban 15, pero fue un buen pequeño desahogo. Y entra el CHIQUITÍN. ¿Cómo va a ser chiquitín, si es enorme? Lo echaron al Pampa. Jugó con el alma, y con el codo… Gracias Pampa. Defendían el “Oso” Agüero y Rinaudo, porque salió el paraguayo para que entrara el chiquitín. ¡Que huevos por favor! Ariel Agüero, Fabián Rinaudo. Gracias gladiadores. Y Aued corriendo como un maratonista, ayudando abajo, y llegando arriba. “Chirola”, con su inagotable amor por la azul y blanca. Gracias “Chirola”. Y arriba, gracias “Tornado” Alonso dejando la vida por dejar a su Lobo querido en primera. Y Cuevas. Revelación del torneo, una joya bien tripera. Gracias Cuevas. Lo que resta contar fueron dos ataques triperos, que parecía que avanzaba la mitad de la ciudad, atrás de los 9 luchadores, apoyándolos. Dos centros, que cabeceó el menos pensado, el jugador más bajito de la cancha. Franco Niell… hicimos el 2 a 0, y yo no sabía si gritarlo o no. Porque si terminaba 2 a 0, era comernos la chota del mundo (se me vino el partido con el Bolívar a la cabeza). Pero si bien teníamos ese cagazo, no veíamos posible, porque Gimnasia era una tromba. La crema ya no estaba en la cancha. Era Gimnasia y nada más. Y a los 46, Niell me hizo delirar. Lo imposible, se hizo realidad, el milagro se cumplió, en el Templo, ¿Dónde más? Gracias Niell, Gracias y mil veces Gracias. Volvió a cabecear otro centro, y adentro. Gimnasia 3, Atlético Rafaela, 0. Lloré… ¡Y dale Lobo, dale Loooo! Dos minutos más de parto, y el fin. Los globitos y las velas de la plaza Moreno fueron bien ubicados y en el Bosque se respiraba, como hacía más de un año no se lo hacía.

El celular volando, es una anécdota, los abrazos con todo el pueblo tripero, una marca. Gimnasia, se quedó en primera. Gimnasia, es de primera.

Gracias Gimnasia...


Gonzalo Ernesto Pocho. La Plata.-