jueves, 25 de febrero de 2010

Puros veintidos

Como dejar de ser optimista. Advierto que en el plano personal es diferente. Cambio de estado de conciencia permanentemente. Pero con Gimnasia es otra cosa. Si no fuera optimista no presenciaría los partidos directamente. Más después de esa paliza. Para no olvidarla. Y a pesar de mi carácter se lo dije. Y se lo ratifique en un par de ocasiones. Que no nos íbamos. Que nos den por muertos una vez que ya lo estuviéramos. No se porque se lo dije. Seguro porque es mi hermano. Ahora con la cosa puesta es fácil hablar. Pero en ese momento…

Pero esa ratificación tenia que ser valedera. Sin heroísmo no sirve de nada. No me gusta gastar saliva en estupideces. Los que me conocen saben que hablo poco. Y ese poco a veces suele ser lapidario. Y el día de su cumpleaños lo llame y lo salude. Un saludo de cortesía, el ánimo estaba un poco abatido todavía, pasado casi tres días de la dolorosa derrota. Aunque lo disimule lo salude por su cumpleaños. El numero veintidós para ser exacto. Veintidós años de vida, de hermano, de tripero, de sufrimiento…

Quedamos en vernos en el bosque, como siempre, en la tribuna de sesenta.

Una vez allí se olvida todo. Es ver la hinchada en la tribuna del bosque y es como la primera vez. Ese asombro de la primera vez de ver a la barra que no para de dejar el alma en esas tribunas. A cambio de muy poco, casi nada. El tripero se enorgullece de ser un constante apoyo moral para su equipo. Un batallador, un loco que a la hora del balance final poco le interesa que los logros personales hayan sido escasos. Es reciproco. Gimnasia ha sido siempre un club que ha cobijado a los más humildes.

Comenzado el partido no podía dejar de pensar en todo lo que pase con el club. Y de reojo lo miraba a mi hermano. El peor cumpleaños de su vida. Podría ser mi ruina personal si el equipo descendía. Suena egoísta, ya lo se. Hay que bancar en las buenas y en las malas, como se dice. En una divisional del ascenso igual iría a verlo. El problema es otro. Es que si a mi me va mal o bien, es concuerdo con Gimnasia. Me banco que yo ande a los tumbos por la vida, pero al lobo no, al lobo no. Si caigo en la depresión resultaría pavoroso para la institución. La misma que me vio crecer. Que cuando termine la secundaria ya empezaba a mostrar las garras por los terrenos sudamericanos. Que al empezar la secundaria me hizo sacar porte de guapo y de intocable por haber obtenido el torneo Centenario. Y que a lo largo de se recorrido me plago de alegrías, propias y ajenas, logrando épicos y meritorios triunfos, permaneciendo en la primera división e inaugurando la primer tribuna popular de cemento de nuestra ciudad. Descontado esta decir que el viaje de egresados fue superior, no solo por completar una etapa tan añorada por todos sino por portar los colores más amados. Después llego la facultad, pero eso es otra cosa. Otro mundo, otras gentes. Poco que rescatar.

El presente me encuentra distinto. A punto de cumplir los treinta. Despojado de alegrías. Con crisis personales. Plagado de sin sabores. De las minas mejor ni hablar. Pero eso no importa. Importa realmente mi querido club. El partido es el peor que un hincha desea ver. Lleno de rabia e impotencia. El peor partido de la historia para presenciar. Y mi hermano allí, a mi lado, observando el desarrollo. Que podía decirle. Estaba casi abatido. Casi.

Entretiempo. La gente en ningún momento ceso su aliento. Lo deje solo a mi hermano. Quería estar solo. Me fui al pasillo arriba de todo de la tribuna. Pensaba y trataba de razonar. ¿Acaso no hemos luchado permanentemente contra factores ajenos a lo deportivo a lo largo de toda nuestra historia? Si, y ahora, ¿no podemos levantar este resultado? Si nos costo la antipatía eterna de los burgueses pasar a ser pueblo, barrio, calle, ahora… ¿no podemos levantar este resultado? Y si el periodismo siempre nos desprecio por ser eso que sos, que soy, que somos… ¿no podemos levantar este resultado? Acaso algunos ajenos, despojados de sentimentalismo y de identidad que han sabido (o aunque no logrado) menospreciarte u ofendido mostrando indecorosamente logros personales que solamente los han llevado a un existencialismo pasajero, ahora decime… ¿no podemos levantar este resultado? Claro, claro que si.

Nos hemos sobrepuestos al paso de traidores y corruptos que no han sabido ni querido comprender tu esencia. Y de la peor calaña que fue soportar lo que un ser humano, un hermano o un amigo nunca tendría que soportar: el exilio. Si recuperamos nuestra identidad no puedo dejar de pensar, que si, si podemos levantar este resultado.

Debo aclarar que todas estas reflexiones me invadían mientras se desarrollaba el partido, el cual todos saben lo dramático que se iba desarrollando.

Y llegaron los goles. El primero. El segundo. Entre medio de estos más tensiones e incidentes en el campo de juego. En la tribuna seguía todo igual, a puro aliento. Ya habían terminado el momento de las reflexiones, los pormenores del partido me lo impedían. Un manojo de nervios atravesaba mi cuerpo. Pero el desahogo llego. Mientras caminaba por el pasillo y tras una marea de gente que no me permitía ver del todo bien observo el centro al área aunque no logro ver la palomita heroica y cabeceando y tratando de tener una mejor panorámica para ver el desenlace de la jugada observo la pelota picar dos o tres veces, el ultimo pique fue mortal: detrás de la línea del arco y después no se, la locura, el descontrol y la alegría interminables. Quedaron unos instantes para nuestro eterno sufrimiento pero indudablemente el resultado estaba puesto. Abrazo interminable y delirio junto a mis hermanos triperos que me rodeaban. Entre la marea trate de buscar a mi hermano y ahí si lo encontré entre todo ese tsunami de algarabía revalsante. Feliz cumpleaños le dije después de un frondoso abrazo. Lo que no le dije fue que lo envidiaba. A mi hubiera tener un cumpleaños veintidós así. Y un regalo de otro veintidós así. Pero mas allá de esta sana envidia lo bueno fue ser invitado a esta fiesta. Y rodeado de puros veintidós.

Pablo Camelino. La Plata.-

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