lunes, 15 de febrero de 2010

Todos sabían que estaban pero sólo yo las vi

Domingo 12 de julio del 2009. Frío, viento e incertidumbre.
Llegué temprano a la cancha. El partido comenzaba a las dos y media de la tarde. Parada brava. Gimnasia jugaba con Atlético Rafaela y tenia que ganar por tres goles de diferencia, ya que en el partido de ida en Santa Fe perdió 3-0, esto es la promoción, tres goles o el descenso.
Lo vi. lindo al viejo estadio. Hacia mucho que no lo visitaba. Pero sentí que hoy debía estar. Ya hace rato que peino canas y había presenciado el descenso del 78, el ascenso del 84 y también aquella tarde del 95 contra Independiente, entonces hoy tenia que estar.
Me senté en los tablones de cemento con el infaltable girasol y cigarrillos y comencé a vivir como de poco llegaba la familia gimnasista. Busque con la vista entre la multitud a Candela (mi hija) pero fue imposible, se que por ahí debe estar con toda su pasión a cuestas.
Todavía faltaba para el comienzo del partido y me entretuve escuchando las diferentes opiniones de mis vecinos de gradas. No saque nada en limpio y pensé en Stella (mi señora) que la había dejado almorzando sola y en Charly (mi hijo) que todavía estaría durmiendo después de la trasnochada del sábado.
Se acerca la hora y se aceleran las pulsaciones, las tribunas están repletas y el griterío se hace infernal. Sale el Lobo, el bosque explotase ponen en marcha infinidad de cabalas.
El árbitro pita y prendo el enésimo cigarrillo, tire la bocanada de humo hacia arriba y veo que en la loza de la platea se dibujan extrañas figuras.
Son cuatro imágenes imponentes.
Busco complicidad en mí alrededor, pero nadie las ve. Con incredulidad contemplo esas imágenes de largas túnicas blancas y largos cabellos blancos, con rostros curtidos de haber existido desde siempre.
Termina el primer tiempo 0-0 y ellas siguen ahí. No hacen movimientos ni gestos, solo observan.
El entre tiempo se me hace eterno y mi imaginación me lleva a darme cuenta quienes son. Ellas están siempre, pero solo yo hoy las veo. Son la Esperanza, la Hazaña, la Desazón y la Soberbia.
Comienza el segundo tiempo y nadie se mueve, ni ellas ni la gente. El aliento de la tribuna empuja a los jugadores al esfuerzo máximo.
Iban 25 minutos y nadie se mueve, ni ellas ni la gente. El aliento de la hinchada se duplica e inclina la cancha.
Van 30 minutos gol de Alonso. Ahora faltan 15 minutos y dos goles.
A los 40 minutos seguía 1-0 y nadie se movía. Éramos 30.000 corazones
contra 11. Tres minutos después centro de la izquierda y gol de Niell.
Se va el partido y nos falta solo uno. Miro la techada y veo aparecer a la quinta figura. Y no dude, era la Justicia!
A los 46 minutos, otro centro de la izquierda, otro gol de Niell.
El Delirio.
Dos interminables minutos más, y el final.
Entre abrazos de desconocidos y lágrimas propias busque a mis amigas. Sentada en el arco del bosque junto a nuestros gladiadores ubique a la Hazaña. A la Desazón la vi. Mezclada con la hinchada de Rafaela y maldiciendo junto a algunos jugadores visitantes estaba la Soberbia.
Busque afanosamente a las otras dos; y las ubique; la Esperanza y la Justicia sobrevolaban el bosque envueltas en un trapo azul y blanco.

Daniel Osvaldo Mezzano. La Plata.-

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