sábado, 20 de febrero de 2010

El regalo

Él no pensaba recibir obsequio alguno. Cada vez que llegaba ese día, se la pasaba trabajando, como siempre. Además, entre nosotros, no era asiduo a los regalos.

Lo cierto es que ese domingo 12 de Julio de 2009 nos levantamos a las seis de la mañana. La casa no era muy grande pero, cosa curiosa, entrábamos todos. Un ventanal enorme daba al Este, por donde entraba el astro rey a competir con nuestra acalorada pasión.
Cocinero como pocos, de blanco impecable, me ordenó preparar unos mates mientras él se disponía a rallar zanahorias, cortar tomates en rodajas y aderezar las hierbas recién extraídas de la huerta.

—¿A qué hora es el partido?, preguntó uno de los Chiquitos.

El Flaco respondió: ¡¿cómo a qué hora es el partido?! Eso no se pregunta...
—¡Poné la radio, dale, dale!, exclamó el que agitaba un diario viejo por el aire.

El Bosque debe estar copado como nunca, pensaba yo. Mi corazón no tenía descanso. Pocas veces había palpitado así.

El jefe de la banda seguía preparándonos la comida. ¡Y cuándo no, el Loco descorchando y probando las más exquisitas cosechas!
—¡Hoy, tenemos permiso, muchachos!, sentenció. ¡Y fue una orden! Todos aplaudieron.

—¿Tendrá pilas esta porquería, no?, murmuró un dulce que entraba envuelto en una bandera brillante e inigualable… Toda blanca con una franja azul marino en el corazón de la tela… ¡Única en su especie!

—¿Prepararon todo, ya?, preguntó un Chango a la jauría. Y todos al unísono le respondimos con un ¡Ginasiá! ¡Ginasiá!, tan emotivo que nos hizo entrar en calor en pleno frío.

Y es verdad. Estábamos, sin habernos puesto de acuerdo y sin haber abandonado jamás a nuestra esencia, vestidos con los mismos colores. Los gorros, las vinchas, las bufandas, las banderas…

El capitán del equipo, apuró el fuego.

—¡Che, Poeta… ¿soy de palo, yo?!, me tiró el Gordo. Acotando: ¡si a este no lo apurás, te salta como a un alambrado! ¡Pará con los versos, y cebame uno, querés!

Todos reían y charlaban ensimismados. El clima era de fiesta y de nerviosismo a la vez. Dos sensaciones muy encontradas, disímiles y poderosas. Como el fracaso y la gloria; la desazón y el deleite; la muerte y la vida…

—Digo yo, filosofó el primer Loco que había habitado la casa, ¿qué se nos dio por morirnos a todos juntos y tener que sufrirlo desde acá…?

—¿Sufrirlo?, me pregunté en silencio. Hacía tiempo que para mí no existía ese verbo. Y le corregí en voz alta: sufrirlo, no… Dirás, sentirlo…

—¡Eso!, dijo el Negro, sufrirlo y sentirlo no es lo mismo. Es más, acotó, a esta pasión sólo se la puede sentir… Aquél que no sea del “palo”, está muerto… jajaja

Y todos, otra vez, empezaron a saltar y cantar. Primero el ¡Vamos Tripa!, después el ¡Ginasiá!, y para el postre ese que habla del vecino evocando a su madre… jajaja

—¡A comer!, gritó el Doctor. ¡Hmm, qué olorcito!, dijo uno. Sí, adivinaron; ¿quién otro?

El nerviosismo oculto se vislumbraba a través de las pupilas dilatadas de todos los comensales. Yo observaba con atención. No olviden que tenía la misión de transcribir luego en un papel todo lo acontecido en el campo de juego, en las tribunas, en las calles y, sobre todo, en la mesa del cumpleañero… No podía permitir desconcentrarme.

La comida estaba llegando a su fin y las ansias aumentaban.

—Vamos, muchachos! ¡Hoy cambia la Historia! ¡Hoy; Gimnasia, vuelve a vestirse de harapos y gala al mismo tiempo, de sonrisas y lágrimas, de zozobra y felicidad! ¡Hoy volvemos a lucir las ocho letras que nos identifican: Grandeza!

—¡Brindemos! ¡Vamos Triperos, brindemos!

Yo no puedo contar con palabras el sonido de esas copas invisibles, la melodía sin música de esas bocas fervorosas, el latir renovado de esos gigantes corazones. Este detalle lo dejo para vuestra imaginación.

Solamente confesarles que esos tres “chin, chin” de los cristales coincidieron con sendos estruendos maravillosos allá abajo… Y tanto que el cocinero salió corriendo hasta el ventanal a observar el misterio, el milagro…

Feliz, como nunca en la vida, abrió el mirador de par en par, se dio vuelta, levantó los brazos y nos dijo mirándonos a los ojos:
—¡Queridos amigos, gracias por haber venido en este día tan especial para mí! ¡Hoy, nuestra gente, ha cambiado la Historia! ¡Arriba el Lobo para todo el mundo!

Antes de empezar a escribir este relato, lo miré con una sonrisa cómplice y me dije: ¡y pensar que él creía que no iba a recibir ningún regalo!


REFERENCIAS: (sirva el presente como homenaje a los inolvidables…
CHIQUITO: Chiquito Danel, Chiquito Giorgi
FLACO: El flaco Olivia (Bon Durán)
DALE DALE
LOCO (I): El loco Tabbia
DULCE: Bombón (Rodríguez)
CHANGO: El chango Ferrarini
GORDO: El gordo Oscar Montesino
LOCO (II): El loco Fierro, Marcelo Amuchástegui
NEGRO: El negro José Luis Torres
DOCTOR: El más grande… René Gerónimo Favaloro

Ah, el POETA…: Yo (el autor)

Eduardo Berisa. La PLata.-

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