sábado, 20 de febrero de 2010

Hasta el ser más pequeño puede cambiar la historia del mundo

Era el 12 de julio, me levanté como todas las mañanas a las 05:00 am para dirigirme a mi puesto de trabajo; en ese momento era playero de una estación de servicios. Me puse el disfraz de turno, o sea, la ropa de la estación. Me acerqué a la silla y la vi: estaba estirada como siempre esperando ser usada, hermosa como la chica a la que le di el primer beso, o como cuando mi mamá me dio la medalla cuando termine la secundaria. La flaca, mi esposa, como siempre ordenada me la dejo ahí y no la guardó por que sabia que hoy 12 de julio era la Batalla Final!! Me había visto morir hace tan solo unos días a causa de una batalla perdida. Así que la tomé, la miré y vi la cara de mi abuelo cuando me regaló la primera, la que hoy usa mi princesa de cuatro años; era mi cumple numero cinco y me dijo cerra los ojos y entre su mano me dio la camiseta de piqué, un pantaloncito que el tiempo se comió junto a unas muñequeras. Ese recuerdo me hizo temblar y se me vino la imagen de mi hijo cuando fuimos juntos a festejar el día del niño al templo de la sabiduría milenaria en donde se aprende amar sin condiciones y a prevalecer por la eternidad. Sin más dudas me la puse debajo de la camisa de trabajo y fui para el mismo; un mar de ostigacines y cargadas me bañaban sin piedad alguna, y fue ahí en donde como en la revelación sentí dentro de mi pecho el orgullo, un orgullo que explotó mi cabeza y me hinchó el corazón. Aquellos incrédulos que se burlaban de mí como lo hicieron con Jesús, cuando pregonaba sus enseñanzas. Eran felices creyendo que la cruz ya estaba parada. No me escuchaban, y yo como si fuera un profeta del Señor les quería contagiar la Fe y la esperanza, todo podía pasar. Pero ellos siguieron riendo y burlándose. Yo los oía ya tenían las pompas y el cajón preparado… de esta ni Dios los salva jajá jajá…

Las horas pasaban, la mañana era eterna, les pedí a mis compañeros de turno, un último favor: cúbranme ya que no tengo plata para estar en el campo de batalla quería ser participe alentando desde mi casa junto a los míos. Ellos viendo mi desesperación accedieron a mi reclamo y me cubrieron en silencio ya que el patrón era acérrimo del payaso con bastones rojos y blancos y seguramente mi decisión era causal de despido.

Sin importarme riesgo alguno, tomé mi moto ya con mi casaca Azul y Blanca a flor de piel y me dirigí a mi casa, en el camino me crucé con infinidad de compatriotas que con un saludo hablábamos en un mismo idioma.

Llegué a mi casa, mis hijos, mi vieja, mi esposa y mi hermana ya tenían puestos sus yustes y mallas de cuotas, estaba todo listo para matar o morir; y siempre listos para revivir siendo lo que siempre fuimos!! Una sola cosa faltaba: mire al cielo y le dije a mi abuelo: Vitito vos que ya estás ahí habla con San Expedito que nos de un turno hoy en carácter de urgencia con el mas grande o sino aunque sea con su hijo pero que por favor hoy no falten a la sita.

Listo todo, comenzó el desenlace de todo; los minutos pasaban y los guerreros de la tribu licantropa arrasaban con un hambre como jamás se los había visto en su vida…

Pero desgraciadamente con eso no alcanzaba; al ver al horizonte aparició una luz tenue: era un viejo general enrolado para esta última guerra, entró, arremetió contra las uestes enemigas y tiró hacia el medio y como si fuera magia de otros tiempos apareció otro viejo guerrero que supo brillar en la gloria gracias a los colores de la bandera que hoy defiende. Y si, se produjo el descuento, un grito desgarró mi voz y lo primero que dije fue:…viste que no está todo perdido….Pero nuevamente caímos en desgracia: aquel que parecía venido de un caballo celestial había caído en el campo de batalla, consecuencia de la impotencia propia de la situación. Noooooooo! Dije justo ahora y maldiciendo de mil formas en la lenguas habladas y ya muertas; mire al cielo como antes del partido y me dirigí al supremo y le dije por que??? Una vez te lo pido por favor!!!!! Y en ese momento apareció la cara de un viejo sabio que me dijo:…tranquilo hasta el ser mas pequeño puede cambiar la historia del mundo… Ni bien termino de decirme esto caí nuevamente en mi y acto seguido mire la batalla y el coronel manda a llamar a otro titán. A quien?? Aparece como perdido un ser que para verlo había que verlo dos veces… era un joven que vino desde confines desconocidos auto enrolándose para cumplir una misión la cual nunca había sido revelada y solo el sabía. Los minutos pasaban y las bajas se iban sintiendo cada vez más. Paradójicamente llueve una bala cerca de las uestes enemigas y aparece este pequeño ser para darle dirección y dejar casi en quiebra al enemigo. Todo tembló, la voz esta vez me salió del alma, me ábrase con los seres queridos que tenia a mis costados, el milagro estaba comenzando. Pero el tiempo aliado de ellos no nos daba tregua y cuando parecía que todo había acabado otra bala cerca del búnker enemigo; quien menos pensábamos que lo podría hacer, saltó y para tomar mas altura desplegó sus alas, conectó la bala y terminó por derrumbar todo lo que quedaba de ellos, bajó de los cielos, sacó su armadura cuya numeración era la 22, miró al cielo y le dijo la misión ya está hecha. El grito salió esta vez del corazón y yo por lo pronto no paraba de llorar tras ver semejante epopeya épica: ábrase a mis seres queridos y a mi madre y llorando le dije lo hicimos, pudimos y yo también mire al cielo y agradecí a mi abuelo por hacer fuerza desde allí y por darme como herencia su mayor tesoro que son estos colores.

Elogie el campo de batalla y vi como todos los guerreros festejaban con el pueblo, siendo tan solo uno, un solo color: el albiazul, un color que jamás se separará después de ese día.

Este es el humilde homenaje a aquellos que batallaron en la guerra del promedio y que supieron llevar el estandarte bien alto. Gracias a esos guerreros Licántropos que dejaron todo en todos los campos de batalla y que alcanzaron la gloria, y digo gloria por que la gloria es de aquellos que batallan todos los días por alcanzar sus metas y se enfrentan a distintas trabas y prejuicios para alcanzarla.

Gracias y que nos sirva de experiencia para que nunca perdamos la Fe ya que… Hasta el ser más pequeño puede cambiar la historia del mundo…


Santiago Javier Isla. La Plata.-

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