jueves, 25 de febrero de 2010

La historia de Matías

Nos vamos a la “B”. Nos vamos a la “B”. Nos vamos a la “B”.

No dejaba de pensar en otra cosa que en eso. Aunque lo último que se pierde es la esperanza, el tercer gol de Rafaela había sepultado la última esperanza que me quedaba. Todo estaba listo. Solo quedaban 90 minutos (más el adicional) para firmar nuestro descenso… y bueno, a lo mejor una temporada en la “B” nos serviría como equipo, de ultima el triunfo del campeonato nos serviría para fortalecernos como grupo, para sentirnos más unidos y formar mejores jugadores. No estaría del todo mal. No. Las burlas de los amigos, las pintadas, la humillación de un rival regodeándose ante el fracaso de su Némesis. Ya podía imaginarme a los amigos riendo y burlándose y yo sonriendo como un idiota sin poder decir nada excepto un “amargo” que se tendrían merecido.

-Haceme caso, no se van a la “B”. Va a ganar Gimnasia por 3 goles y van a penales.

La voz de Nacho interrumpió mis pensamientos la noche anterior al partido. Nos reunimos con varios amigos y ante una mayoría de hinchas triperos el tema no podía evitar colarse en la conversación.

-No se si 3 a 0 pero con una diferencia de tres van a ganar y después lo ganan en penales.

El único presente que no era de Gimnasia hablaba y opinaba sobre el partido.

-No hay penales- dice Emmanuel, Nacho lo mira un segundo como dudando de su pronostico-. Si empatan en el general queda Gimnasia.

-Bueno, entonces sacale la parte de los penales. Gana el Lobo por una diferencia de 3. No se si 4 a 1 o 5 a 2 pero la diferencia de tres va a estar.

Tome un trago de fernet que tenía en la mano para pasar el mezclado de nervios que me dejaba el tema de conversación. Nacho hizo lo mismo con su vaso y ante la mirada perdida en el abismo de la “B” que teníamos los hinchas siguió fundamentado su pronóstico.

-Mira, te digo más, no sólo Gimnasia se queda en la “A” sino que el miércoles Estudiantes gana 2 a 1 en la final de la Libertadores.

El pronóstico me trajo a la mente la final que se disputaba a mitad de semana. Mi cabeza proyectó las lágrimas de un domingo negro con nosotros en el descenso y nuestro rival coronado elevándose como el campeón de América.

Un trago de fernet evitó que diera un grito.

-Si llega a ganar Gimnasia y se queda en la “A”, te pago una cena- soltó Emmanuel desde el otro lado de la mesa en respuesta al vaticinio de Nacho.

-Perfecto, anda guardando la plata que me gane una cena.

-Ojalá.

Durante unos segundo más quedó flotando la inminencia de nuestro encuentro con el destino. Luego la reunión fue siguiendo su curso natural y me olvide del partido. Gracias, fernet.

-¿Vas a ver el partido?

-No. Prefiero quedarme en mi pieza tranquilo. Me pongo mal si lo escucho o lo miro.

-¿No queres verlo en casa?- me preguntó Nacho cuando íbamos caminando al otro día para nuestras respectivas casas.

-No, está bien.

El epilogo de la noche anterior nos hizo levantarnos un poco tarde, cuando salimos del departamento de nuestro amigo ya faltaba algunos minutos para que empiece el partido. Tardaría una media hora en llegar a mi casa, el tiempo pasaría más rápido mientras caminaba sin tener noción del encuentro. Quería el resultado sin saber como se jugaba. No quería nada más, solo el diagnóstico.

Nacho se empezó a reír.

-¿Qué pasa?

-Me acuerdo cuando me contaste que le pegaste a la mesa durante un partido.

Una vez estaba mirando el partido en mi casa sentado con mi vieja que tomaba unos mates. Un jugador patea casi con el arco vació y le erra completamente a los tres postes como si nunca hubiese conocido la dimensión que tenían los mismos. Mi reacción fue golpear de lleno la mesa provocando que el termo de mi vieja se elevara unos centímetros de la mesa para caer en el mismo lugar. Mi vieja no dijo nada.

Nos saludamos con Nacho y seguí mi camino.

Durante el camino “Los Redondos” cantaban sobre Chernobil, “Pappo” sobre la cerveza y “Divididos” sobre la eternidad.

Entre tema y tema, el sonido de la calle atravesaba los auriculares y llegaban a mi cabeza.

El silencio no era un buen presagio.

Llegué a mi casa. Mi viejo estaba en el comedor mirando el partido, no pude aguantarme y mire el cuadrado izquierdo superior del televisor. 0 a 0. Segundo tiempo.

Me metí en mi pieza y seguí escuchando música.

“Cero a cero… por lo menos no voy a tener que raparme como prometí si el Lobo se quedaba en la A”, mi promesa del rapado era una excusa para ponerme contento ante el resultado. No servia de mucho. Prefería el rapado antes que el descenso.

La puerta de mi pieza se abre. Mi hermana menor me mira mientras trata de recuperar el aire, veo una pequeña sonría que refleja algo mucho más grande y no puede ser contenido en una sonrisa.

-Gol de Gimnasia- cierra la puerta.

Empiezo a mover la pierna para tratar de tranquilizar mis nervios. No podía aguantar más. Todo mi cuerpo intentaba levantarse para ir hasta el televisor pero los mismos nervios me paralizaban. Intentaba luchar contra la necesidad de ver el partido. Sabía que si lo miraba los segundos pasarían a ser minutos.

De golpe todas las preguntas estallaron en mi cabeza: ¿Cuánto iría? ¿Habría tiempo? ¿Estaríamos jugando mejor que Rafaela? ¿Cuánto de alargue?

Cerre los ojos para intentar callar mi mente.

GOL. GOOOOOOOOOOOOL. VAMOS CARAJO.

Abrí los ojos. Me saque los auriculares pensando que el grito de gol había sido producto de mi imaginación, del fernet de anoche que se quedó en mi garganta o del sueño que se apoderó de mi por unos segundos. Dirigí la mirada a la puerta. No se abría.

VAMOS LOBO LA CONCHA DE LA LORA.

El grito de afuera funcionó como un despertador. Antes que pudiera pensarlo me encontraba delante del televisor con mi viejo, que repetía “vamos” como si fuese una plegaria, y con mi hermana menor que miraba a mi viejo e imitaba sus moviendo intentando integrarse a ese mundo adulto que desconocía.

No podía despegar la vista del reloj, casi no observaba a los jugadores, no me importaba las jugadas, sólo el tiempo restante. Aun quedaba un poco de tiempo.

Seguía viendo como pasaban los segundos cuando un cambio de colores llamó mi atención. Dentro de tanto verde y azul hizo su aparición una pequeña mancha blanca que capturó mi atención desde el rabillo de mi ojo.

La mancha blanca se elevaba por los aires. Supongo que fueron los nervios y el verlo sin fijar la mirada pero por un instante creí que la mancha blanca iba formando la camiseta del lobo en el cielo formando un presagio de victoria. Cuando fije la mirada en el partido vi como la mancha blanca se trasformaba en una pelota que bajaba del aire hacia el área de Rafaela.

-Vamos.

La pelota baja.

Varios jugadores se mueven.

La pelota baja.

Un jugador salta.

El jugador y la pelota se encuentran.

Una cabeza y una pelota son, por un segundo eterno, lo mismo.

La pelota se separa… no encuentra a nadie … alguien se mueve intentando abrazarla… pero ella ya tiene su destino… espera ser tocada por la red… y lo hace.

-GOL. GOOLLLLL. LA REPUTAMANDREQUETEREMILPARIO GOOOOOLLLL. VAMOS LOBO Y LA RECONCHA DE LA LORA.

Gol.

Lo siguiente solo fueron fracciones, como una luz que se prende y se apagaba sacando fotos del tiempo.

Abrazos. Nervios. Defensa. Nervios. Cantos. Apoyo. Final.

Después recuerdo el abrazo con mi viejo y mi hermana, el abrazo con los hinchas anónimos dándole color como nunca a la esquina que nos vio apoyar al Lobo pero que nunca nos vio tan alegres como ese día festejando la hazaña y la gloria de lo increíble.

Luego me rape en cumplimiento de mi promesa.

Hoy me miro al espejo, me quedo observando lo que quedo en el lugar donde antes tenia mi melena. Mira y sonrió como si esa inexistencia de pelo fuera el vivo recuerdo de esa pelota en el cielo dibujando los colores de la camiseta.


-No hay penales- dice Emmanuel, Nacho lo mira un segundo como dudando de su pronostico-. Si empatan en el general queda Gimnasia.
-Bueno, entonces sacale la parte de los penales. Gana el Lobo por una diferencia de 3. No se si 4 a 1 o 5 a 2 pero la diferencia de tres va a estar.
Tome un trago de fernet que tenía en la mano para pasar el mezclado de nervios que me dejaba el tema de conversación. Nacho hizo lo mismo con su vaso y ante la mirada perdida en el abismo de la “B” que teníamos los hinchas siguió fundamentado su pronóstico.
-Mira, te digo más, no sólo Gimnasia se queda en la “A” sino que el miércoles Estudiantes gana 2 a 1 en la final de la Libertadores.
El pronóstico me trajo a la mente la final que se disputaba a mitad de semana. Mi cabeza proyectó las lágrimas de un domingo negro con nosotros en el descenso y nuestro rival coronado elevándose como el campeón de América.

Guido Barsi. La PLata.-
Un trago de fernet evitó que diera un grito.
-Si llega a ganar Gimnasia y se queda en la “A”, te pago una cena- soltó Emmanuel desde el otro lado de la mesa en respuesta al vaticinio de Nacho.
-Perfecto, anda guardando la plata que me gane una cena.
-Ojalá.
Durante unos segundo más quedó flotando la inminencia de nuestro encuentro con el destino. Luego la reunión fue siguiendo su curso natural y me olvide del partido. Gracias, fernet.

-¿Vas a ver el partido?
-No. Prefiero quedarme en mi pieza tranquilo. Me pongo mal si lo escucho o lo miro.
-¿No queres verlo en casa?- me preguntó Nacho cuando íbamos caminando al otro día para nuestras respectivas casas.
-No, está bien.
El epilogo de la noche anterior nos hizo levantarnos un poco tarde, cuando salimos del departamento de nuestro amigo ya faltaba algunos minutos para que empiece el partido. Tardaría una media hora en llegar a mi casa, el tiempo pasaría más rápido mientras caminaba sin tener noción del encuentro. Quería el resultado sin saber como se jugaba. No quería nada más, solo el diagnóstico.
Nacho se empezó a reír.
-¿Qué pasa?
-Me acuerdo cuando me contaste que le pegaste a la mesa durante un partido.
Una vez estaba mirando el partido en mi casa sentado con mi vieja que tomaba unos mates. Un jugador patea casi con el arco vació y le erra completamente a los tres postes como si nunca hubiese conocido la dimensión que tenían los mismos. Mi reacción fue golpear de lleno la mesa provocando que el termo de mi vieja se elevara unos centímetros de la mesa para caer en el mismo lugar. Mi vieja no dijo nada.
Nos saludamos con Nacho y seguí mi camino.

Durante el camino “Los Redondos” cantaban sobre Chernobil, “Pappo” sobre la cerveza y “Divididos” sobre la eternidad.
Entre tema y tema, el sonido de la calle atravesaba los auriculares y llegaban a mi cabeza.
El silencio no era un buen presagio.

Llegué a mi casa. Mi viejo estaba en el comedor mirando el partido, no pude aguantarme y mire el cuadrado izquierdo superior del televisor. 0 a 0. Segundo tiempo.
Me metí en mi pieza y seguí escuchando música.
“Cero a cero… por lo menos no voy a tener que raparme como prometí si el Lobo se quedaba en la A”, mi promesa del rapado era una excusa para ponerme contento ante el resultado. No servia de mucho. Prefería el rapado antes que el descenso.
La puerta de mi pieza se abre. Mi hermana menor me mira mientras trata de recuperar el aire, veo una pequeña sonría que refleja algo mucho más grande y no puede ser contenido en una sonrisa.
-Gol de Gimnasia- cierra la puerta.
Empiezo a mover la pierna para tratar de tranquilizar mis nervios. No podía aguantar más. Todo mi cuerpo intentaba levantarse para ir hasta el televisor pero los mismos nervios me paralizaban. Intentaba luchar contra la necesidad de ver el partido. Sabía que si lo miraba los segundos pasarían a ser minutos.
De golpe todas las preguntas estallaron en mi cabeza: ¿Cuánto iría? ¿Habría tiempo? ¿Estaríamos jugando mejor que Rafaela? ¿Cuánto de alargue?
Cerre los ojos para intentar callar mi mente.
GOL. GOOOOOOOOOOOOL. VAMOS CARAJO.
Abrí los ojos. Me saque los auriculares pensando que el grito de gol había sido producto de mi imaginación, del fernet de anoche que se quedó en mi garganta o del sueño que se apoderó de mi por unos segundos. Dirigí la mirada a la puerta. No se abría.
VAMOS LOBO LA CONCHA DE LA LORA.
El grito de afuera funcionó como un despertador. Antes que pudiera pensarlo me encontraba delante del televisor con mi viejo, que repetía “vamos” como si fuese una plegaria, y con mi hermana menor que miraba a mi viejo e imitaba sus moviendo intentando integrarse a ese mundo adulto que desconocía.
No podía despegar la vista del reloj, casi no observaba a los jugadores, no me importaba las jugadas, sólo el tiempo restante. Aun quedaba un poco de tiempo.
Seguía viendo como pasaban los segundos cuando un cambio de colores llamó mi atención. Dentro de tanto verde y azul hizo su aparición una pequeña mancha blanca que capturó mi atención desde el rabillo de mi ojo.
La mancha blanca se elevaba por los aires. Supongo que fueron los nervios y el verlo sin fijar la mirada pero por un instante creí que la mancha blanca iba formando la camiseta del lobo en el cielo formando un presagio de victoria. Cuando fije la mirada en el partido vi como la mancha blanca se trasformaba en una pelota que bajaba del aire hacia el área de Rafaela.
-Vamos.
La pelota baja.
Varios jugadores se mueven.
La pelota baja.
Un jugador salta.
El jugador y la pelota se encuentran.
Una cabeza y una pelota son, por un segundo eterno, lo mismo.
La pelota se separa… no encuentra a nadie … alguien se mueve intentando abrazarla… pero ella ya tiene su destino… espera ser tocada por la red… y lo hace.
-GOL. GOOLLLLL. LA REPUTAMANDREQUETEREMILPARIO GOOOOOLLLL. VAMOS LOBO Y LA RECONCHA DE LA LORA.
Gol.

Lo siguiente solo fueron fracciones, como una luz que se prende y se apagaba sacando fotos del tiempo.
Abrazos. Nervios. Defensa. Nervios. Cantos. Apoyo. Final.
Después recuerdo el abrazo con mi viejo y mi hermana, el abrazo con los hinchas anónimos dándole color como nunca a la esquina que nos vio apoyar al Lobo pero que nunca nos vio tan alegres como ese día festejando la hazaña y la gloria de lo increíble.

Luego me rape en cumplimiento de mi promesa.
Hoy me miro al espejo, me quedo observando lo que quedo en el lugar donde antes tenia mi melena. Mira y sonrió como si esa inexistencia de pelo fuera el vivo recuerdo de esa pelota en el cielo dibujando los colores de la camiseta.

Guido Barsi. La Plata.-

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