domingo, 14 de febrero de 2010

El Gordo es Mufa

- El gordo es mufa.
- ¿Pero vos estás seguro Rami?
- Mirá que podemos perder un amigo
- Si, muchachos, les juro que si, no pegué un ojo en toda la noche, me la pasé haciendo cuentas, atando cabos, no hay otra muchachos, el Gordo es mufa.
El Colo y Maxi se miraron. No podían, o tal vez no querían creer lo que estaban escuchando.
Ramiro había dictaminado algo de lo que no había vuelta, estaba acusando a su amigo del alma, uno de los cuatro fantásticos, como se denominaban ellos, al mismísimo Ariel “El Gordo” Perotti, como mufa, piedra, yeta o como ellos quisieran denominarlo.
Después de mirarse entre ellos lo volvieron a mirar a Ramiro, quien tenía actitud de no retractarse y los miraba como desafiante, seguro de cada palabra que acababa de decir.
- Si quieren se los repaso de nuevo- Dijo Ramiro para buscar el apoyo que necesitaba.
Los otros dos no dijeron nada y con ese silencio vino la aprobación.
El orador tomó un trago de cerveza como para refrescar la gola y comenzó su discurso.
- A ver, se acuerdan aquel partido que perdimos con los del barrio de La Loma que nunca nos habían ganado en su vida? Quién atajó por primera y única vez ese día?
- El Gordo- contestaron Guille y el Colo a dúo.
- Muy bien. Y se acuerdan cuando me compré el Duna? Qué salimos a estrenarlo todos juntos? A quién pasé a buscar último y qué pasó después?
- Fuimos a lo del Gordo y después te comió de atrás un 273- dijo el Colo.
- Sigamos, Vacaciones del 2002 en Mar del Plata, el Gordo se tuvo que quedar cuidar a la vieja que cayó enferma y fuimos nosotros tres, vos Colo te levantaste a la rosarina esa que estaba buenísima y nosotros con Guille salvamos las vacaciones la primer noche en el Casino. Bueno acordate que el Gordo cayó para ver el clásico con los pinchas y además porque quería ver a Faggiani que para él era un refuerzo bárbaro. Qué Pasó? Nos comimos 3 y encima Faggiani hizo debut y despedida.
- Sigamos. Agosto del 2004, amistoso del Lobo contra cerrito de Uruguay, dirigía Ischia y el Gordo cuando terminó el primer tiempo dijo que le encantaba Foronda, qué pasó? A los 2 minutos del segundo tiempo el colombiano se rompió los ligamentos.
- Seamos realistas muchachos, es mufa, tengo más. La vez que organizó su cumpleaños en el club y hubo un apagón en toda la ciudad. Es más si se acuerdan el siempre cuenta que a la final de la Centenario no fue porque estaba de vacaciones en Córdoba y no consiguió entradas. Todo suma muchachos y además si la quieren completar, hagan memoria, cuántas camisetas del Lobo tiene el Gordo?
- Tres- se apuró a contestar Guillermo
- Exacto y, las tres numeradas y con qué números?- inquirió Ramiro y se contestó- la 13, una 17 y una 21. O sea, la yeta, la desgracia y la única que el club en su momento decidió retirar, o sea hipotéticamente un número que no se iba a usar más. No se que más quieren que les diga.
- Y se las remato, dónde vimos el partido contra Rafaela?
- En lo del Gordo!!!- Contestaron los tres
- Ok, tenés razón Rama, pero quien le dice que no vaya a la cancha? – preguntó el Colo.
- Se lo decimos los tres muchachos, para eso somos sus amigos- dijo Ramiro
- Pero no va a mandar a la mierda- Guille.

2

- No, el es un tripero enfermo, como nosotros, lo va a entender- cerró Guille ya convencido.

Lo que venía no era fácil, habían decidido que el Gordo no tenía que ir a la cancha. Pensaron y midieron cada palabra para encararlo, estudiaron cada una de las posibles respuestas del Gordo, desde la comprensión hasta una batalla campal a sopapo limpio.
El domingo se juntaron en lo de Guille y fueron en auto hasta lo del Gordo. Tocaron el timbre y ahí salió Ariel, bien abrigado y encima de todo la camiseta del Lobo, justo la número 13, los tres se miraron como no pudiendo creer.
- Y muchachos? Cómo estamos? Con fe?- preguntó el Gordo que desconocía lo que se le venía.
Fue Ramiro quien primero se animó, tomó un aire que le faltaba, tosió un par de veces para aclararse la voz y se largó.
- Mirá Gordo…
A partir de ahí cada palabra fue como una puñalada, los tres se sentían traidores, y el pobre gordo a cada acusación se hacía más chiquito y buscaba con su mirada en el suelo, alguna respuesta que no encontraba.
Diez minutos después, se produjo el silencio. Las cartas estaban echadas.
- Entendés Gordo? Es por el Lobo, el descenso nos mata, nos entierra, no volvemos más. Hacenos la gauchada Ariel, por favor.
El Gordo no dijo más nada. Lentamente hurgó en los bolsillos de sus pantalones, sacó su entrada, se la dio al Colo y dijo.
- Dénsela a alguien que no tenga.
Se dio media vuelta y encaró para adentro de su casa, antes de entrar completamente volvió sobre sus pasos, los miró a sus tres amigos y con un tono tranquilo les dijo.
- Nos vemos en el Pasaje Dardo Rocha después del partido.
El Colo disimuladamente se tocó el huevo izquierdo.
Se dieron cuenta que la cosa no había sido tan difícil como pensaban, igualmente y por las dudas, decidieron quemar la entrada del Gordo.

La cosa no pudo ser mejor, entre lágrimas, abrazos interminables, besos y miradas al cielo, los muchachos creyeron que fueron ellos los que hicieron posible la victoria. Que fueron ellos los que pusieron la cabeza para desviar el centro que le cayó justito a Niell para el tercero. Que fueron ellos los que pusieron el cuerpo para parar la última pelota de Rafaela después del tiro libre y que fueron ellos los que dieron el paso adelante para dejar en off side al rival de la Crema y que ahí pasara todo el peligro. No había cuerpo que los contenga, se abrazaron con todos los que le pasaron por al lado. No querían terminar nunca los festejos, se querían quedar a vivir en la cancha.
- Che, muchachos, el Gordo!!!- Dijo el Colo
- Uy, si, vamos a 7 y 50 que Ariel debe estar ahí esperándonos.
Enfilaron hacia la puerta que va al bosque- y se confundieron en la caravana. Cantaban, gritaban, aun lloraban.
Ni en sus más íntimos sueños pensaron que ese 12 de julio les iba a quedar grabado de por vida.
Tal vez era esto lo que buscaban desde el día que se hicieron triperos, tal vez no.
Quien sabe si ser tripero es buscar la gloria o simplemente aprender a disfrutar el sufrimiento.
A saber que se puede aunque no se de.
O tal vez ser tripero era eso que ellos habían hecho. Jugar la carta más difícil, para lograr algo que no estaba en planes de nadie.
Era eso, el amor sin condiciones.


3

Tanto ellos como el Gordo, entendieron, que esta vez, una vez más, el Lobo los necesitaba así, a cada uno desde su lugar, pero ahí al lado, cantando, sufriendo, llorando. Con el corazón en un puño y los dientes apretados.
Y ahí iban ellos, vestidos de azul y blanco, como la ciudad entera, como cada rincón del mundo en donde se encontrara un tripero, todo era albiazul.
Llegaron a 7 y 50 y ahí en el Pasaje los esperaba el Gordo. Con los ojos rojos aun de tanto llorar, los divisó entre la multitud y encaró hacia donde estaban.
Los cuatro se fundieron en un abrazo. Se hicieron uno.
- Gracias Gordo, gracias- le decía el Colo y no paraba de llorar.
Lo que pasaba en 7 y 50 no se podía explicar con palabras.
Una multitud se había juntado a festejar, pero también a enterrar la historia. Miles de almas pateando en el culo a la frustración y sabiéndose vencedores en todos los aspectos posibles.
Enfilaron a las escaleras del Pasaje. El Colo quiso subirse al pasamanos, dio un paso en falso y se cayó al suelo.
- aaayyyy, la puta madre!- exclamó
Los demás se rieron, él quiso pararse, pero se dio cuenta que no podía apoyar la pierna derecha.
- Me parece que me esguincé, sentí el crack en el tobillo
Guille y el Gordo se lo pusieron en los hombros y lo ayudaron a subir.
- Estás bien?- interrogó Ramiro
- Hoy estoy mejor que nunca- dijo el Colo con una sonrisa.
- Che Rama comprate unas cervezas así tomamos algo mientras festejamos- invitó el Gordo.
Ramiro asintió y enfiló para calle 6. Se detuvo en el acto, se dio vuelta, miró a sus amigos y le dijo…
- Che, perdí la billetera… o me la afanaron…
Empezaron a mirar para el suelo, buscando una aguja en el pajar. Guille lo acompañó hasta la plaza como para desandar el camino andado, fueron hasta el auto que había quedado estacionado en 5 y 49 y nada. Volvieron enseguida y sin fortuna, la billetera no aparecía. Igualmente decidieron que nada empañaría los festejos.
- No hay drama muchachos, no tenía mucha guita, lo choto es que tenía el carnet y el registro, pero dejen hoy es día de festejos.
No se querían ir más del centro.
Se encontraron con amigos, ex amigos, conocidos, compañeros de la facu y gente del barrio.
Festejaron hasta que no tuvieron voz.
- Che, vamos a comer una pizza, tengo hambre- dijo el Gordo pasadas las diez de la noche.
- Vamos- aprobó el colo
Ariel lo cargó en su hombro y enfilaron para el auto. Cuando llegaron y el movimiento no era el mismo. Había poca gente en los alrededores.
Una vez que llegaron el cuadro era desalentador, había vidrios rotos al lado de la puerta del conductor y la puerta estaba abierta. Guille chequeó y se dio cuenta que le habían afanado el stereo junto a un par más de cosas de la guantera. Para peor de males, la rueda delantera izquierda, estaba en llanta.
Apoyado en el techo del auto miró a sus amigos.
El Colo, parado en una pata se apoyaba en el hombre del Gordo, su cara denotaba cierto dolor. Ramiro por enésima vez, chequeaba sus bolsillos y miraba para suelo mientras seguía buscando su aguja en el pajar.
Miró el interior del auto, los vidrios, la goma baja.
Levantó nuevamente la mirada y lo vió. Paradito ahí el Gordo como muleta del Colo, era como que no se daba cuenta de nada, con su camiseta número 13 solo esperaba ver como se desarrollarían los acontecimientos.
Guille bajó la cabeza, se dijo algo para si mismo negando con la cabeza.

4


- Gordo la puta que te parió, te das cuenta que sos mufa?...
Todos, incluido el Gordo, no pudieron evitar reirse.


Mauro Díaz. La Plata.-

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